El estilo de Irene de Grecia, un icono de moda inesperado: canas, chaquetas Nehru y amuletos

Londres, 1963. Irene de Grecia (Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 1942) es una de las invitadas a la boda de la princesa Alexandra de Grecia conAngus Ogilvy. A la cena de gala en el Castillo de Windsor celebrada con anterioridad al enlace Irene fue vestida de amarillo, con un traje de noche de plumas con mangas de tul del modista de origen griego Jean Dessés. El mismo que había confeccionado un año antes el traje de novia de su hermana mayor, Sofía, con el príncipe Juan Carlos de España. Efectivamente, hubo un tiempo en la menor de los tres hijos de los reyes Pablo y Federica de Grecia vistió de alta costura, llevó pieles y alternó la indumentaria de gala y las tiaras familiares con las tendencias de la época, la década de los sesenta, tal y como se esperaba de una joven princesa europea. Y no una cualquiera: en su árbol genealógico hay dos emperadores alemanes, ocho monarcas de Dinamarca, cinco de Suecia, siete zares de Rusia, un rey y una reina de Noruega, una de Inglaterra y cinco soberanos de Grecia.

Sin embargo, un año después de la imagen que aparece sobre estas líneas, y en la que Irene de Grecia posa con minivestido de línea trapecio de color rojo, su estilo cambió de forma radical. La princesa se instaló en la India con su madre, la reina Federica, donde vivió hasta 1974, donde no solo profundizó en la filosofía holista que aprendió de niña en Sudráfrica y se convirtió definitivamente al budismo. En Madrás se habituó a vestir sari. Incluso cuando regresó a España, donde reside gran parte del año –en el Palacio de la Zarzuela, en unas dependencias que, al parecer, tienen poco de palaciego; suele pasar un par de meses en Idia y otros dos, en Grecia– empezó a llevar chaquetas tipo Nehru, pantalones holgados –sí, exactamente iguales que los de tipo pijama que tanto se llevan ahora– y estampados Paisley. Un estilo que, dadas las circunstancias, resulta increíblemente oportuno y convierten a la tía del rey Felipe en una suerte de icono de estilo inesperado.



La princesa es una mujer de gustos peculiares, no en vano tanto el rey como el resto de sus siete sobrinos se refieren a ella cariñosamente como Tía Pecu. Es vegana, practica yoga y no suele llevar accesorios de piel. Siempre usa zapato plano y no consta que haya vuelto a llevar falda o vestido desde la boda de los entonces príncipes de Asturias, en mayo de 2004. Para aquella importante ocasión escogió un traje de chaqueta con falda larga estampada en seda verde lima. Le gustan especialmente los colores vivos y los tejidos con caída, como el terciopelo. Aunque, si está en Palma de Mallorca, no duda enfundarse un par de pantalones vaqueros, que suele combinar con ligeras camisolas en tonos alegres. También le gustan los echarpes. Si hubiese que definir su aspecto en una sola palabra, esta sería sin duda alhuna hippie. Bohemio.

Para la boda de don Felipe y Doña Letizia la princesa Irene sacó un importante collar de perlas del joyero, pero lo habitual es que se decante por otro tipo de piezas: los collares de cuentas de cristal veneciano con el Ojo Turco, que protege contra la mala suerte, o el puño de la suerte, que ahuyenta las envidias y el mal de ojo, entre otras propiedades. Es de sobra conocida su afición al ocultismo y la ufología, intereses que comparte con su hermana Sofía, aunque el rasgo que mejor define su carácter es la perseverancia y su entrega a las causas solidarias. Preside una ONG, Mundo en Armonía, a la que donó los 900.000 euros con los que la indemnizó el Estado griego en 2002 por haber confiscado las propiedades de su familia. Una organización que tan pronto financia material educativo para jóvenes virtuosos de la música –la princesa es una pianista experta, que aprendió con la concertista griega Gina Bachaeure– como transporta vacas –72– donadas por el gobierno cántabro a la India. "Yo soy princesa, pero eso no me impide limpiar un baño", dijo en su día. Quienes la conocen la describen con dos palabras: "discreta y buena".

En 2002 le diagnosticaron un cáncer de mama que felizmente superó pero que le obligó a prescindir de su hasta entoces larga cabellera, que solía recoger en una trenza. Desde entonces, no pisa un salón de belleza. La cabeza que otrora llevó costosas tiaras –como la de de los Círculos de Diamantes Griegos de la Reina Sofía de Grecia que ha usado en alguna ocasión la infanta Elena– luce ahora encanecida… Y tan feliz. No olviden que su biografía tiene un título esclarecedor: La princesa rebelde.

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Parecidos reales: Leonor y Victoria Luisa de Prusia, como dos gotas de agua. ¿A quién han salido otros 'royals'?

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