Final de \u2018El secreto de Puente Viejo\u2019: Hablamos con Mar\u00eda Bouzas y Ram\u00f3n Ibarra
Cuando se hicieron esta foto para nuestra revista, no sabían que las grabaciones de la telenovela se verían interrumpidas debido a los estragos del coronavirus ni las dificultades que tendrían para grabar el desenlace de sus personajes. María Bouzas y Ramón Ibarra nos cuentan cómo ha sido la aventura de interpretar a Francisca y Raimundo.
¿Qué balance hacéis?
María Bouzas: Han sido nueve años maravillosos, nunca hubiera pensado que estaría tanto tiempo en una serie diaria. Es un privilegio haber formado parte de esta historia que se ha convertido en un fenómeno.
Ramón Ibarra: Estoy de acuerdo con María, y hemos seguido con la misma entrega desde el principio hasta el final.
¿Cuándo os disteis cuenta del éxito de la novela?
M. B.: Al ver que nos seguían los adolescentes y comentaban las tramas en las redes sociales. Pensábamos que nuestro público sería gente mayor. Y luego la fama se extendió a otros países. ¡Nos quedamos con la boca abierta!
R. I.: Cuatro meses después de empezar seguíamos cobrando. En la época en la que arrancamos muchas series caían. Pensábamos que esto no había quien lo parara y el éxito en Italia nos lo confirmó.
¿Cómo recordáis el primer día?
M. B.: Grababa con Enric Benavent (don Pedro) y Mario Martín (don Anselmo) en La Casona. Llevé la escena muy preparada porque hablaba todo el tiempo y los guionistas querían presentar bien el lugar y mi personaje. Fue un día especial.
R. I.: Estaba nervioso y feliz. Cuando me llevaron a maquillaje, me quedé maravillado por la calidad artística que había. Vuestra escena favorita…
M. B.: La primera, cuando ella va a la taberna y lo encuentra solo. Discuten pero desean abrazarse. Raimundo y Francisca tienen escenas muy hermosas.
R. I.: La vez que le pregunto por qué no quiere casarse conmigo y antes de que me responda me da un ictus. Ahí se ve que me ama. ¡Aunque también ha intentado matarme! (risas).
¿Qué habéis aprendido del otro?
M. B.: Empatizamos mucho, es maravilloso trabajar a su lado. Admiro su templanza y sentido del humor. De él intenté aprender euskera, pero solo he conseguido decir agur.
R. I.: María es una extraordinaria estudiante, siempre busca la precisión en cada escena. Destaco su esfuerzo por transformar a Francisca para alejarla de la típica villana, la impregnó de cosas suyas y la llevó al terreno de la sorna.
¿Alguna manía al grabar?
M. B.: Ramón analiza mucho los guiones y si algo no le cuadra porque no es propio de su personaje, suele enfadarse. Necesita un momento de soledad para asimilarlo y luego lo graba. Me va a matar por decirlo (risas).
R. I.: Al repasar los textos, María apunta las palabras que le cuesta decir. Ya en escena si ve que no le sale dice “no me lo digas”, y lo hace bien.
¿Y si Francisca hubiera sido la buena y Raimundo el malo?
M. B.: A mí lo que me hubiera gustado es que arrastrara a Raimundo al lado oscuro. Recuerdo alguna escena en la que sacaba su vena autoritaria y le iba bien.
R. I.: Lo pedí varias veces, habría sido divertido.
¿Os habéis llevado algún recuerdo físico?
M. B.: No pudimos por la pandemia. Me habría quedado alguna joya y una imagen suya que había en el despacho.
R. I.: Yo pedí la gorra que suele llevar al campo. También me gustan sus corbatas.
¿Cómo fue la despedida?
M. B.: Tampoco pudimos hacerla. Y si pienso en cómo habría sido, me emociono porque esta serie se ha quedado en un rinconcito de mi corazón. Tantos años dan para querer a tus compañeros. Cuando alguien tenía un día malo, ahí estábamos todos apoyándolo. El abrazo de los fans y los espectadores también ha sido importante. Sin ellos jamás habríamos estado tantos años en antena.
R. I.: Imaginaba que lo celebraríamos con un fiestón con todos los actores que han pasado por la serie. Y nos hemos quedado sin la tradición de regalar un jamón al que se iba y que se instauró con Álex Gadea.
¿Contentos con el final de vuestros personajes?
M. B.: No puedo desvelarlo pero es el que le corresponde. Cuando lo leí dije “¡pues claro!”. Así que me voy muy feliz.
R. I.: Solo voy a decir que se barajaron varios, a mí me gusta la idea de amor eterno.
¿Es difícil desprenderse de ellos?
M. B.: Me acuerdo mucho de Francisca, pero no soy de las que se lleva el personaje a casa. Todavía guardo guiones, quizá porque no quiero enfrentarme a la idea de que la he perdido. Son nueve años de trinchera, como dice Ramón.
R. I.: Más que del personaje, me acuerdo de Puente Viejo en general. No puedo sacarlo de mi cabeza, un trabajo tan largo no se olvida fácilmente.
Se os hará raro no veros…
M. B.: La palabra adiós no me gusta, prefiero un hasta pronto o un hasta luego, porque estoy segura de que volveremos a vernos o a quedar. Ramón y su mujer ya están invitados a mi casa cuando quieran.
R. I.: Nos iremos adaptando. Con María me une una gran amistad y con el resto del equipo también. Somos de quedar, así que espero que la relación siga.
¿Os gustaría volver a trabajar juntos? ¿En qué época?
M. B.: Me encantaría. Haría una película o serie tipo Flash Dance, que se desarrolle en los ochenta porque a Ramón le encanta bailar y esa época le encanta. Y si no, algo medieval, pero sin peluca (risas), porque en verano cada vez que me la quitaba al terminar, parecía que me había duchado.
R. I.: Cuando hablábamos de proyectos decíamos “en el próximo, contigo”, aunque veo difícil que sea otra novela después de tantos años en una. Es más factible una película. Pero yo feliz, con personas inteligentes es fácil trabajar.
¿Tenéis algún proyecto ahora?
M. B.: De momento, cuidarme mucho con esto del coronavirus y desde aquí quiero trasladar a todos que hagan lo mismo. Prefiero ir día a día y después, cuando pase esta pesadilla, veremos qué surge.
R. I.: Estaba preparando la obra La maniobra de Heimlich, ahora tendremos algún cambio. Ojalá podamos estrenar en otoño.
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