La rica heredera Rocío Zóbel, nieta del promotor de Sotogrande: No sabía que mi familia había fundado el Banco de Filipinas
"Mi abuelo murió unos días después de que yo cumpliera dos años. Apenas lo conocí, pero en mi casa me han hablado mucho de él. Dicen que tenía un gran sentido del humor y que siempre bromeaba. ¡Incluso cuando trataba con gente importante!”, recuerda Rocío Mercedes Zóbel (Manila, 2002), nieta del empresario Enrique Zóbel. Este filipino, de antepasados españoles y fallecido en 2004, fue un rico magnate que construyó el primer campo de polo de Sotogrande, la exclusiva urbanización gaditana que fundó su tío, Joseph Mcmicking, mano derecha del coronel americano McArthur y amigo de Franco.
En 1991, Enrique sufrió un fatal accidente de caballo mientras practicaba polo en este lugar ahora convertido en destino de veraneo para la jet set. La caída lo dejó postrado en una silla de ruedas para el resto de su vida. Tenía 64 años. Tampoco en esas circunstancias perdió el humor. Comprometido políticamente, el periodista Wilson Lee Flores rememoraba en su obituario lo que un día le dijo: “No tengas pena de mí sino de los que se encuentran en el gobierno y están paralizados de cuello para arriba”.
Parece que Rocío ha heredado el buen talante de su abuelo y sonríe continuamente. Eso sí, cuando intento ahondar en la historia familiar, se vuelve tímida. No parece acostumbrada a que le pregunten por este tema. Los Zóbel conforman una de las sagas empresariales más vastas y pudientes de Asia. “En Manila a nadie le importan esos detalles. Conozco a mis amigos desde pequeña y he crecido con ellos. Son de verdad y, naturalmente, no se preocupan por esas cosas”, confiesa sin darse importancia.
Su madre es la exmodelo Maricris Cárdenas y su padre es el empresario Íñigo Zóbel, uno de los hombres más ricos de Filipinas, según Forbes, con un patrimonio de 2.300 millones de euros. Maricris trabajó como maniquí para el diseñador Pitoy Moreno, quien solía vestir a Imelda Marcos y para quien también desfiló una jovencísima Isabel Preysler. En 2013 fue la responsable de lanzar la edición filipina de la revista ¡Hola!. Íñigo, nacido en Madrid, es miembro de la junta directiva de San Miguel, la mayor empresa de alimentos, bebidas y envasados del país y cuyo producto estrella es la cerveza San Miguel. A su vez, es accionista del conglomerado más antiguo del archipiélago, Ayala Corporation —que hoy gestiona su primo Jaime Zóbel de Ayala—, y cuyas inversiones van desde el sector inmobiliario al automovilístico.
“Hasta hace poco no sabía que mi familia había fundado el Banco de Filipinas”, desliza nuestra jovencísima protagonista. A sus 18 años, la menor de cinco hermanos —Bianca, Jacobo, Paola y Natalia— tiene una vida cosmopolita propia de una gran heredera. Sus marcas preferidas son Dior y Chanel y se mueve entre las residencias de sus padres en Nueva York, Madrid y Manila, donde se encuentra el domicilio familiar. El pasado noviembre se puso de largo ante la sociedad internacional en Le Bal, un evento organizado en el exclusivo hotel Shangri-La de París.
Aunque no se considera famosa —“En Filipinas la vida social es muy relajada y no tenemos paparazzi persiguiendo a la gente por la calle”—, está acostumbrada a aparecer en los ecos de sociedad. En 2010 salió en la portada de la edición filipina de Tatler, la biblia de la jet set, cuando acompañó a su hermana Natalia a su debut en este mismo baile. “Entonces le dije a mi madre que quería ir a Le Bal cuando me tocase. Me respondió que así sería. ¡Y fui!”, dice risueña. Actualmente, la joven cursa el último año previo a la universidad en el internado inglés de Worth, al sur de Londres, donde también estudiaron su padre y Ferdinand Marcos, expresidente de Filipinas y buen amigo de su abuelo. De hecho, en su día, Enrique Zóbel sonó como su posible sucesor. Ahora Rocío sale con Martin Romualdez Junior, sobrino nieto de Imelda Marcos. Otro buen amigo de su abuelo fue Hassanal Bolkiah, sultán de Brunéi. De hecho, Enrique construyó su palacio oficial.
La vida de Rocío es un continuo ir y venir por el mundo, pero siempre encuentra tiempo para visitar Sotogrande, donde su familia tiene una de las casas más bonitas de la zona. “¡I love Soto! Solemos ir a la playa y cenamos en Cancha II, el restaurante que tiene mi hermana Paola. A veces nos escapamos a Málaga o a Cuenca, allí está el museo de Fernando Zóbel [el tío artista de su abuelo]”, añade.
Ella no practica polo, pero le gusta verlo. Especialmente cuando juega su padre. Íñigo Zóbel es propietario del Ayala Club y fue un gran jugador hasta que se retiró de la alta competición. Su último triunfo fue en 2017, cuando el equipo ganó la Copa Santa María Polo Club de Sotogrande. El rey Juan Carlos entregó el premio. “Lo pude conocer y le dio la mano a mi sobrino pequeño. ¡Tan cute!”. En 2012, Íñigo también conoció a la reina de Inglaterra. “El equipo de mi padre participaba en un campeonato que ella preside cada año. La reina le dijo: ‘Pensaba que ibáis a ganar’. ¡La foto con ella está por todas partes en mi casa!”, cuenta entre risas.
Rocío quiere buscar su propio camino y le gustaría estudiar Diseño de Moda y Fotografía en Parsons, Nueva York. La pasión por el arte le viene de su abuela paterna, la madrileña Rocío Urquijo, una artista que dominaba la técnica del petit point. “Una opción de futuro sería tener mi propia marca”. Cuestión de genes emprendedores.
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