Así consiguió ‘el Amancio Ortega japonés’ democratizar el jersey de cashmere
Cada vez que nos pongamos este otoño-invierno un jersey de cashmere (porque lo vamos a hacer) tendremos que dar gracias a Françoise Bernier. Él fue el primer europeo en visitar, en 1664, la región de Cachemira. En ese viaje descubrió y alabó unos chales elaborados con un material hasta entonces desconocido. Se trataba de la lana de la parte interna de una cabra. El animal se rascaba contra los arbustos y en el roce el pelo se caía; ese pelo se tejía y con él se elaboraban chales. En el siglo XVII estas prendas comenzaron a llegar a Europa. Fue la emperatriz Josephine, esa influencer, la que comenzó a usarlas en la corte de Francia. Se las regalaba Napoleón, que las compraba en Egipto, donde llegaban desde Cachemira a través de Irán. Parece ser, por los textos de la época, que a la emperatriz al principio no le encantaron (definió eso chales como “feos y caros”), aunque reconoció que, calentitos, eran. Se acostumbró a su ligereza y pronto llegó a tener hasta 400 chales y se hizo fabricar de cashmere hasta las almohadas. Menuda era. Las otras mujeres de la corte no querían ser menos que la emperatriz y París y alrededores se llenaron de mujeres envueltas en pelo de cabra.
Hasta los años 90 del siglo pasado, el cashmere estuvo asociado con el lujo y usado, sobre todo, en chales. John Singer Sargent pintó en 1910 un cuadro llamado Cashmere Shawl en el que se ve a una dama envuelta en una pieza inmensa de cashmere. En esta imagen se concentra todo lo que evoca este material: sensualidad, calidez y exotismo. Al fin y al cabo, esta mujer del cuadro y todas las que le precedieron no dejaban de estar cubiertas por el pelo de una cabra asiática. ¿Se podría ser más snob?
Presionemos el botón de fast forward y coloquémonos a finales del siglo XX. Es el momento en el que el cashmere deja de ser algo elitista para empezar a colarse en más armarios. Al principio un jersey de cashmere era una prenda muy cara. En la tienda de Nolita de Nueva York de Lucien Pellat Finet los vendían en 1989 por 800 euros. A nadie le extrañaba porque no había referencias y sí la certeza de que esta lana era escasa y exquisita. Hasta que llegó Uniqlo y eliminó un cero de esa cifra.
Pero volvamos a viajar un poco en el tiempo, ahora, algunos años atrás, a 1984. Fue ese año cuando Tadashi Yanai creó Uniqlo. Este señor ya tenía una tienda de ropa en Hiroshima heredada por su padre para la que él tenía grandes planes. A ese comercio le puso nombre, Unique Clothing Warehouse, que él acortó como Uni Clo, pero, atención, anécdota, quien fue a inscribirlo en un registro en Hong Kong cometió un error y cambió la c por la q. Había nacido Uniqlo. Tadashi Yanai quería crear un imperio de ropa asequible y para eso llamó a quien había creado ya algo así: Michael Drexler, presidente de Gap. Él decidió imitar lo que había hecho la marca americana: diseñar, producir, distribuir y vender su propia ropa. Llegaron los 90 y con ellos la crisis de Japón. Uniqlo, para poder vender a la mayoría posible de gente, tomó una decisión insólita en el país: comenzó a fabricar en China. Esto permitió bajar los precios y que Uniqlo creciera hasta tener 100 tiendas en solo diez años. Hoy, no tantos años después de que alguien escribiera Uniqlo en vez de Uniclo, la firma facturó entre septiembre de 2018 y mayo de 2019 un 7% interanual más y batió su record histórico. Este mes de octubre Uniqlo abre su primera tienda en Madrid.
Y en Madrid estarán sus jerseys de cashmere; la tienda japonesa ha democratizado democratizó un tejido históricamente reservado a unos pocos. Cashmere y democratizar son palabras que chirrían en la misma frase. Cashmere barato (y lo que vende Uniqlo lo es) es un oxímoron. Veamos por qué lo es y para eso detengámonos en las dos partes de esa figura retórica.
El cashmere es lana suave de la capa interna de las cabras.No siempre procede de Cachemira, de hecho, queda poco cashmere allí y la culpa, como de tantas cosas, la tiene el calentamiento global. Ahora se encuentra más en el Tíbet y Mongolia. La lana de Cachemira, eso sí, es la más codiciada porque es la más larga (43 ml). Esto la convierte en la más resistente y delicada; también en la más cara. El jersey icónico de Uniqlo se trata de una prenda 100% cashmere (que no cashmere 100%. Hay diferencias: la primera está realizada solo con este material, la etiqueta de la segunda te dice que el cashmere usado es puro, pero puede estar mezclado con lana, algodón, etc para elaborar la pieza.
La pregunta que se han hecho y nos hacemos es: ¿hay cashmere barato? ¿buen cashmere barato? ¿puro chasmere barato? En el mercado hay jerseys que se venden por 4 cifras y otros, como el de Uniqlo, que tiene 2 o, los de Zara o los de Everlane, que tienen 3 y de las bajas. El precio de un jersey depende del tipo de cashmere (no todos son iguales), del lugar de fabricación, de cuántas unidades fabrica la marca (Uniqlo, muchas) y del margen de beneficio. No es lo mismo producir en Escocia o Italia, donde la manufactura es más cara, a hacerlo en China, donde se pueden conseguir buen resultado a mejor coste. Uniqlo tiene un modelo de negocio integrado bajo el que diseña, produce y comercializa sus prendas, así que puede permitirse unos precios más bajos que quien tiene más intermediarios. La saturación del mercado del cashmere es un tema delicado: no hay tantos animales como demanda y los que hay dan la lana que pueden dar. Todo lo que sea forzar procesos naturales en pos de lograr más lana para poder conseguir un precio menor no es sostenible. Y la moda hoy, es sostenible o no lo es.
El proceso de fabricación de esta prenda, que en España se vende por 89,90 euros, es fácil de contar y difícil de realizar. Una vez recolectada la lana hay que limpiarla de impurezas, porque las cabras tienen la costumbre de corretear por el campo y su lana se llena de suciedad y tierra. Esto se realiza de manera manual, porque si se introdujeran las fibras en una máquina se romperían. A través de un microscospio (¿ya hemos dicho que son muy finas) se confirma que todas las fibras son 100% cashmere; una vez que queda clara su pureza se tiñen. No es fácil teñir ningún cashmere porque es una fibra que repele el color. Cuánto más intenso es el color, más difícil es de lograr. Esta marca japonesa es la que tiene mayor paleta de color del mercado. Un truco: ante la duda elijamos un color fuerte: son más raros. Una vez teñido se teje, se cosen a mano las partes y se remata. Las prendas se tejen con un único hilo y una sola madeja, así se usa el material necesario y no se desperdicia. La idea de la compañía es que el proceso sea lo más sostenible posible. El jersey tiene que ser lo suficientemente suave para que sea cálido y sensual pero no tanto para que luego salgan bolitas. Contra lo que pueda parecer, una buena pieza de cashmere no debe ser ultrasuave porque eso significa que ha tenido muchos lavados y puede ser demasiado propensa a las famosas bolitas. Una vez que el jersey está terminado una persona comprueba que las mangas y el cuello tienen el tamaño exacto y que puede ser enviado a la tienda. Y de ahí, a nuestro cajón. Hoy, en todas las tiendas de Uniqlo, los encontramos en para hombre y mujer en cuatro diseños: cuello a la caja, alto, en pico y en cardigan y en multitud de colores.
El jersey de Uniqlo, como el ubicuo plumas, cumple todos los requisitos que deben tener las prendas de la marca: comodidad, diseño universal, gran calidad y un corte que siente bien atodo el mundo. La emperatriz Josefina entraría hoy en cualquier tienda de las que Uniqlo tiene en Paris (o en la que abre en breve en Madrid) y se compraría cuatrocientos.
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