Cuando Lola Flores le contaba al rey chistes de Lepe: las fabulosas fiestas de don Juan Carlos en los jardines de palacio por su santo

Hace tres décadas, el rey no solo era el “símbolo de la unidad y permanencia del Estado”, también lo era de “la pomada” de la sociedad española. Llegado el 24 de junio, día de su santo, Juan Carlos I celebraba su onomástica con una gran recepción que reunía en el Campo del Moro a la aristocracia del chisme con la del poder y la de la cultura: a Raphael y Natalia Figueroa con Jordi Pujol, a Encarna Sánchez con las infantas Pilar y Margarita… Año tras año, su fiesta nutría a las revistas del corazón con invitados como Isabel Preysler, que empezó a asistir como marquesa de Griñón y volvería convertida en la mujer del entonces ministro de Economía, Miguel Boyer, o Alicia Koplowitz, protagonista de uno de los mayores escándalos sexuales de los ochenta junto a otros dos habituales de la recepción de Juan Carlos I: su exmarido, Alberto Cortina, y Marta Chávarri, que perdería el título de marquesa de Cubas después de que en 1988 la revista Diez Minutos publicara las pruebas de su affaire con este.

Fue el día de San Juan de 1976 cuando, al cabo de un año de su proclamación como rey de España, Juan Carlos I celebró la primera de esas recepciones. Durante los primeros cinco años, se celebraron en el Palacio Real, pero a partir de 1981 Juan Carlos I empezó a convocar a sus invitados a los jardines del Campo de Moro, que precisamente había mandado abrir al público en 1978 con motivo del día de su santo. La recepción, a la que llegaron a asistir unos 4.000 invitados, adquirió entonces un tono más festivo. Chris Dennis, el compañero de clase del príncipe Felipe en Canadá, fue a la de 1985 y, según ABC, quedó “impresionado por la belleza de los jardines”, donde ese año se mezclaron invitados como Montserrat Caballé o Miguel Roca, el futuro abogado de la infanta Cristina en el proceso del caso Nóos.

En la del 24 de junio de 1989, Lola Flores se puso a contarle chistes de Lepe al monarca. La cantante llegó a los jardines del Palacio Real acompañada del Pescaílla y aprovechó también para consolar a doña Sofía, a la que “como madre a veces había visto entristecida por tenerse que separar de ese hijo maravilloso y guapísimo que tiene”. “Nosotros –los artistas– nos vemos gracias al rey. Yo hay veces que a un artista compañera no la veo en un año, y cuando el rey da esas recepciones allí nos vemos directores, artistas… Es muy bonito”, contó la propia Lola Flores en un programa de Canal Sur emitido ese mismo año.

La recepción solía empezar a las ocho y media de la tarde. Era el momento en el que la familia real llegaba al Campo del Moro y Juan Carlos I, a quien por la mañana se daba una misa en la Zarzuela, era recibido por la banda de música de la Guardia del Rey con la Marcha Real y veintiuna salvas de ordenanza. Acontinuación del besamanos, comenzaba la fiesta, amenizada con pasodobles y un cóctel. En los corrillos, los periodistas tenían entonces la oportunidad de conversar “en un ambiente de gran cordialidad y sin ningún protocolo” con personajes como Felipe González, Lina Morgan, Mario Conde, la baronesa Thyssen… Hasta que, pasadas unas dos horas, sonaba el himno de España y la familia real regresaba a la Zarzuela.

“Con la recepción del Palacio Real he intentado acercar a los españoles a la Corona, y quiero que todos los sectores de la vida nacional estén representados”, explicó en 1987 el rey Juan Carlos I a Luis del Olmo en una entrevista en la cadena Cope, horas antes de festejar su onomástica.

La fiesta siguió celebrándose en el Campo del Moro 10 años más. En 1991, coincidiendo con un viaje oficial a Sevilla de la familia real para visitar las obras de la Expo, la recepción de Juan Carlos I tuvo lugar en el Jardín Inglés de los Reales Alcázares con invitados como las tonadilleras Rocío Jurado, a la que acompañó su hermano, Amador Mohedano,y Juanita Reina; los toreros Manuel Benítez “el Cordobés” y Curro Romero; y, por supuesto, los duques de Alba, Cayetana y Jesús Aguirre. Sabino Fernández Campo anunció entonces que Juan Carlos I festejaría sus siguientes santos en otras capitales españolas, pero las palabras del entonces jefe de la Casa de S. M. el Rey solo se cumplieron con ocasión de la onomástica de 1994, celebrada en el Club Náutico de Las Palmas de Gran Canaria.

La Expo de Sevilla y la boda de la infanta Elena con Jaime de Marichalar motivaron que el rey Juan Carlos I, al considerar que estos eventos ya habían permitido el encuentro de la sociedad con la familia real, festejara en privado sus onomásticas de 1992 y 1995. La de 1993 tampoco se celebró con un cóctel por respeto a don Juan de Borbón, que había fallecido dos meses antes del día que también era su santo, y a partir de 1996 la fiesta regresó definitivamente al interior del Palacio Real, limitada esta vez a las autoridades públicas.

Tal vez se hartara el rey de que muchos invitados se saltaran el besamanos y pasaran directamente al cóctel sin felicitarlo. O de que, como contaba Jaime Peñafiel hace algunas semanas en La Otra Crónica, hubiese políticos que aprovecharan la fiesta para montar su mitin. Finalmente, Juan Carlos I no pudo conmemorar la de 2010 porque se recuperaba de una operación de rodilla y ya no volvió a celebrar ninguna recepción más.

Artículo publicado originalmente el 25 de junio de 2019 y actualizado.

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