El cambio de imagen de Meghan Markle: dice adiós al ‘recogido Windsor’ y se pasa a la ‘melena Hollywood’
Puede que como prenda desapareciera del armario femenino hace ya 100 años (gracias en gran parte a una mujer, Coco Chanel) pero en algunos lugares, a día de hoy, sigue existiendo un corsé invisible. Esto es algo del todo evidente en el caso de Meghan Markle, que en apenas dos años ha transitado el camino de entrada y salida de la familia real británica, cuna del protocolo, la tradición y la etiqueta. Seis meses después del anuncio de sus planes, y tres desde que dejó oficialmente su papel como miembro de la realeza, la última aparición de la duquesa de Sussex evidencia una nueva imagen.
De duquesa a celebridad: el cambio en su melena
Markle, instalada ahora en Los Ángeles junto a su marido el príncipe Harry y su hijo Archie, ha participado esta semana en su primer gran acto tras dejar de ser royal. Se trataba de la cumbre Girl Up Leadership Summit 2020, un encuentro digital en el que previamente participaron mujeres como Michelle Obama o Hillary Clinton, y en el que la exactriz lanzó un discurso de feminismo, equidad, justicia social y empoderamiento femenino ante casi 40.000 jóvenes de entre 13 y 22 años, de 172 países. Su mensaje duró 10 minutos. De pie y colocada ante una pared lisa, sin ningún elemento que pudiera distraer la atención de lo importante, al verla es imposible no apreciar que la imagen de Markle es más moderna, más libre y más natural. Sin corsé.
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Lo primero que llama la atención es su larguísima melena, que le llega hasta la cintura. Seña de identidad de la duquesa desde sus tiempos de actriz, lo cierto es que la mantuvo durante su etapa en Londres, cosa que si bien no chocaba expresamente con el protocolo real, sí lo bordeaba con sutileza. Una melena larga y suelta no es la primera definición del “cabello peinado adecuadamente” exigido a las mujeres de la Casa Real británica. Y aunque Meghan no se cortó el pelo más que para sanear las puntas (la regularidad de los retoques de peluquería es otra de las normas en Windsor), sí comenzó a peinarlo de una forma más pulida, con suaves ondas y siempre colocada sobre la espalda, nunca ambos lados sobre los hombros. Seguía siendo la misma, pero en versión discreta. Correcta.
La melena de Meghan hoy, peinada hacia adelante con un alisado más marcado que la hace parecer extralarga, habría sido impensable en Windsor y llama mucho más la atención. Se mueve con mayor ligereza y aunque sí lleve un trabajo de peluquería (su pelo natural es rizado), no parece llevar el spray de acabado con el que Markle controlaba el encrespamiento en Londres. Las puntas ya no están redondeadas y tampoco se aprecia ningún moldeado: en un estilo a medio camino entre Cher y Kim Kardashian, el resultado es más celebrity y menos formal.
Lo que sí mantiene son los mechones laterales (cortados bajo la mandíbula) que solía ondular ligeramente al hacerse un recogido en sus actos oficiales como royal y que acuñaron un nuevo término: el "flequillo Markle", tan popular en las peluquerías de medio mundo (enmarcan rostro y mandíbula, con lo que resultan muy favorecedores) como impopular dentro de palacio (donde no se entendió que los llevara sueltos incluso el día de su boda).
Menos rímel, más naturalidad: la diferencia entre Windsor y Los Ángeles
Si bien otra de las reglas de la Casa Real británica estipula que el maquillaje debe de ser discreto (nada de labiales llamativos, nada de contouring, ni ojos demasiado marcados, nada de retoques en público ni de manicuras llamativas), entre la imagen de Meghan hace seis meses y la de hoy hay un cambio notable. En su etapa como royal Markle marcaba su mirada intensamente con máscara de pestañas, siempre utilizaba iluminador en la parte superior del pómulo (se dice, el famoso Touch Éclat de Yves Saint Laurent), unificaba el tono del rostro con una base de maquillaje y marcaba volúmenes con un toque de polvos bronceadores.
En su última imagen Meghan lleva la mirada más natural, sin dramatizar tanto la pestaña, su piel está mucho menos trabajada y tan solo se aprecia un toque de brillo de labios.
La ropa: antes y después
Como bien analiza Christine Ross, editora del blog Meghan’s Mirror (que sigue con atención todos los movimientos y estilismos de la duquesa) en el podcast Pod Save the Queen, “Cuando Meghan se casó dentro de la Familia Real, adquirió una nueva profesión. Ante un nuevo rol laboral, tu vestuario cambia. Y con su boda, su ropa cambió para adaptarse a su nuevo trabajo”. Y añade: “Creo que hizo un gran trabajo al usar ese uniforme royal, pero agregando su propio estilo”.
Así fue como Markle comenzó a llevar tocados en los eventos de día (lo que le exigía recoger su famoso flequillo lateral), vestidos formales y tacones como zapato básico. Nunca dejó de apoyar a diseñadores locales allá donde fuera, la moda inglesa en sus viajes por todo el mundo y también marcas emergentes (generalmente dirigidas por mujeres) y con conciencia sostenible. Bajo las exigencias de su papel, ahí estaba su toque personal.
En las pocas imágenes que han trascendido de su nueva vida, el cambio es evidente. Markle ha vuelto a su prenda predilecta, los vaqueros pitillo, ha ensanchado el patrón de sus vestidos y subido los bajos. Siempre en el estilo clásico que ya tenía antes de casarse, pero con prendas más ligeras. Un reflejo de su nuevo estilo de vida y del nuevo papel que está jugando.
En el vídeo, lleva una blusa azul intenso del diseñador neoyorquino Adam Lippes (que trabajó en Oscar de la Renta y que lanzó su propia marca en 2004) y una de sus joyas favoritas. No se trata de ningún regalo simbólico de Harry, ni ninguna pieza heredada de Lady Di, sino de un brazalete de origen desconocido, que ya llevaba en su papel como Rachel Zane en la serie Suits tan especial para ella que llegó a ponérselo en su primera boda (con el productor de cine Trevor Engelson, celebrada en 2011 en Jamaica). Se trata de la pulsera Love de Cartier, icono de la casa de joyería francesa y creada en la década de los setenta como un sello del amor no convencional.
Disponible aquí.
En los dos años que pasaron desde su compromiso con Harry hasta su adiós a Windsor, Markle nunca lució esta pulsera en actos oficiales, aunque sí se le pudo fotografiar con ella en un evento privado en 2017, en la boda del amigo de la infancia de Harry Tom “Skippy” Inskip, celebrada, curiosamente, también en Jamaica.
Los motivos para tener esta pieza tan personal guardada durante dos años son solo suyos, pero el escrutinio mediático y social bajo el que vivía Meghan en Londres probablemente tengan algo que ver en esta discreción. Ahora ya sin corsé y con menos focos, parece que Markle puede ser un poco más ella misma.
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