Y después de Melania… Jill Biden, la profesora y matriarca de un clan complicado que puede convertirse en primera dama
En la extrañísima convención demócrata de 2020, marcada por la distancia social y compuesta de vídeos en lugar de discursos multitudinarios, los minutos van escasos. A Bill Clinton, manchado por el escándalo Epstein y convertido en un personaje incómodo para su propio partido tras el #MeToo, le dieron cinco. Alexandria Ocasio-Cortez, la congresista milénica que inflama las esperanzas del ala izquierda del partido, tendrá solo uno. Jill Biden dispuso de diez en horario estelar, lógico en un país que sigue dando una importancia desproporcionada a las parejas de sus cargos electos. Michelle Obama habló en plural de la presidencia de su marido: nosotros hicimos.
La Dra. Jill Biden –es doctora en educación por la Universidad de Delaware– no es ninguna desconocida para el gran público estadounidense. Fue “segunda dama” (título aun más rimbombante que el de primera) entre 2009 y 2017, y ha participado en todas las campañas de la larguísima vida política de su marido, pero nunca ha tenido un rol especialmente prominente. Durante su tiempo en elNaval Observatory (la residencia oficial del vicepresidente, que queda detrás de la Casa Blanca) no protagonizó escándalos ni tuvo un protagonismo excesivo, puesto que ya estaba Michelle Obama en primera línea para lo bueno y para lo malo.
El escenario que se escogió para su vídeo de la convención dice mucho de por dónde irán los tiros de su contribución a la campaña y de su posible trabajo en la Casa Blanca. Lo grabó en un instituto público de su estado, Delaware, y habló de la extrañeza que le produce saber que las aulas llevan meses vacías. Biden, que presentó su tesis en 2007, lleva años dando clases de lengua y literatura inglesa en un Community College, las universidades públicas y asequibles, en las antípodas de los prohibitivos y elitistas centros de la Ivy League, y suele decir que son el “secreto mejor guardado de América” para garantizar la promoción y la educación social. Antes, dio clase en un instituto y en un centro psiquiátrico para adolescentes.
La historia oficial de su romance con el virtual candidato a la presidencia tiene visos difíciles. Los Biden siempre han contado que se conocieron en 1975. Biden, que enviudó de forma trágica en 1972, cuando su primera esposa, Neilia, y su hija pequeña, Naomi, fallecieron en un accidente de tráfico, vio un cartel en el que una chica rubia anunciaba los parques nacionales en el aeropuerto de Wilmington y le dijo a su hermano: “ésa es la clase de chica con la que me gustaría salir”. Y éste le contestó que la conocía y le dio su teléfono.
Según contó Jill Biden en sus memorias, The Light Enters, él la llamó, ella aceptó y salieron tres noches seguidas. En la primera, vieron la película francesa Un hombre y una mujer, en la que un hombre viudo se vuelve a enamorar de un mujer más joven.Ahora, el primer marido de ella,el promotor musical Bill Stevenson, ha escrito un libro diciendo que esa historia no es cierta, que los Biden mantenían un affaire desde antes, cuando ella aun estaba casada, y que de hecho se conocían desde la primera campaña de él, que le convirtió en senador a los 29 años. De momento, solo medios como Fox News, la cadena favorita de Donald Trump, y el Daily Mail, siempre elástico con la verdad, están dando pábulo a esta versión.
“La maternidad me llegó de una manera que jamás hubiera esperado”, explica la profesora Biden en su vídeo para la convención. “Me enamoré de un hombre y dos niños que se alzaban en el desastre de una pérdida impensable”, sigue, contando cómo a los 26 años se hizo cargo de los dos hijos supervivientes del primer matrimonio de Biden, Beau y Hunter. Más tarde, tuvo a su hija Ashley, educadora social que dirige un centro de inclusión en Delaware.
En 2015, el primogénito, Beau, abogado y militar que siempre se presentaba como el hijo ejemplar de la familia frente a su díscolo hermano menor, falleció de un tumor cerebral. En los años posteriores, la familia, que presume de estar muy unida –a Joe Biden le gusta extender títulos de “Biden honorario” a gente como Barack Obama y ahora a Kamala Harris, que era amiga de Beau– ha vivido varias turbulencias. En un escenario que recuerda al que siempre se ha rumoreado sobre Jackie y Robert Kennedy tras el asesinato de Jack, la viuda de Beau, Hallie,el hermano de éste, Hunter, empezaron una relación que duró al menos dos años. La exmujer del hijo pequeño le acusó en su demanda de divorcio de “gastar de manera extravagante en drogas, alcohol, prostitutas, clubes de striptease y regalos para las mujeres con las que se acostaba”. El drama privado se juntó con el público cuando salieron a la luz informaciones que relacionaban a Hunter Biden con una compañía gasística del ex presidente ucraniano Viktor Yanukovich mientras su padre era vicepresidente. La relación entre los dos excuñados terminó el año pasado, al parecer amigablemente, y Hunter se casó el año pasado con una cineasta surafricana, Melissa Cohen. Al parecer, la boda se produjo apenas seis días después de conocerse.
En su libro Promises to Keep: On Life and Politics, Joe Biden cuenta que sus hijos siempre han llamado “Mom”, a Jill, y “Mommy” a Neilia. Ellos le convencieron, al parecer, para volverse a casar y estaban en el altar el día de la boda. La pareja también se llevó a los niños de luna de miel y Jill siempre se refiere a ellos como sus hijos. El complicado guión de la consorte exige a las mujeres aparecer como entidades maternales y a la vez profesionales, dedicadas a los cuidados pero también a sus intereses propios –las reglas no se aplican a Melania Trump–. Quizá por eso en el vídeo, Biden pinta una escena doméstica de aquellos años: ella está en el piso de abajo, estudiando o corrigiendo exámenes, “con los platos de la cena sin lavar”, y le llegan las risas del piso de arriba, donde Joe contaba cuentos a los chicos.
Los Biden tienen seis nietos. O siete, si se cuenta al hijo de una bailarina de striptease, Lunder Roberts, que pudo probar con un test de ADN la paternidad de Hunter. En marzo, cuando la campaña entraba en su fase definitiva, Jill posó con los cinco mayores para Vogue en su casa de vacaciones. El propio artículo comparaba el escenario con las campañas de Ralph Lauren, aunque los Biden se cuidan de ofrecer una imagen patricia a lo Kennedy e insisten, sin embargo, en los orígenes trabajadores de Joe. En eso, ella tiene cierta ventaja. Haber trabajado toda la vida en centros educativos tan normales como el de su vídeo demuestra que al menos tiene una noción de lo que es la vida real.
Fuente: Leer Artículo Completo