Talentos precoces, por Care Santos
Hace unos meses tuve la suerte de conocer a los ganadores de las diferentes fases autonómicas del Concurso Jóvenes Talentos de Coca-Cola, una veintena larga de chicos y chicas de 12 y 14 años, cuyos relatos fueron escogidos por diferentes jurados de entre los miles de textos presentados a un certamen que se celebra desde hace casi seis décadas y que con el tiempo se ha convertido en un clásico. A los jóvenes escritores les pregunté qué relación tenían con la literatura y qué esperaban de ella. Me hablaron de su pasión por leer, de la escapatoria que para todos significa poder inventar mundos, de la felicidad que esto les proporcionaba y también del sentimiento común de sentirse bichos raros. Conocerse les ayudaba ahora a mitigar esa extrañeza y, por supuesto, les hacía bien.
Si la adolescencia es una edad para sentirse excluido, quien alimenta desde muy joven una vocación artística se siente doblemente al margen. Se le hace difícil encontrar gente de su edad con quien compartir sus inquietudes, termina por sentirse de otra galaxia. Puede que incluso lo sea. Por eso es tan magnífica toda iniciativa que trabaje por mitigar esa sensación, ya sea un concurso veterano de escritura o una página donde los jóvenes pueden recomendarse libros mutuamente sin necesidad de recurrir a los adultos o intercambiar sus opiniones sobre lo que sea que les guste, ya sea música, pintura, manga japonés o cine de animación. Lo que internet ha hecho por las minorías, y en especial por las minorías que nacieron ya en la red, ha sido un milagro. Me hubiera gustado nacer 30 años más tarde solo por formar parte de él. Tal vez habría aprendido antes que ser un bicho raro no está nada mal. Ojalá estos chicos y chicas que conocí lo sepan ya y a partir de este momento inviertan toda su energía en convertirse en los escritores y escritoras que leeremos dentro de unos años.
Cuestión de extremos
De mis hijos varones me preocupan, sobre todo, los extremos. La cabeza y los pies. El pelo, las uñas, el bigote, el tamaño mismo de las extremidades posteriores. Crecen demasiado, se escapan a mi control, alteran mis previsiones, me desbordan. En internet no encuentro instrucciones ni respuestas a mis dudas. ¡Socorro! Creo que tendré que dedicarles un artículo largo. Emplazados quedan.
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