Así es Alejandro, el hijo de Chicho Ibáñez Serrador que sigue sus pasos en el cine de terror
La muerte de Chicho Ibáñez Serrador el 7 de junio de 2019 dejó un poco huérfanos a todos los españoles que habíamos disfrutado de sus programas de televisión. Hablar del director, realizador y guionista es hablar indiscutiblemente del Un, dos, tres, pero también de Historias para no dormir, entre otras obras televisivas que nos dejó el gran maestro de la televisión. Él siempre soñó con que alguno de sus dos hijos siguiera sus pasos y continuara con la extensa saga familiar en el mundo del espectáculo. El sueño de Chicho se ha hecho realidad en la persona de su hijo Alejandro (40), que en unos días estrenará la película Urubú, un homenaje al cine de terror de su padre y que ha sido rodada en la selva amazónica de Brasil.
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Su padre
Narciso Ibáñez Serrador venía al mundo en 1935 en Montevideo (Uruguay) y fue el único hijo del director y actor de teatro Narciso Ibáñez Menta y la actriz argentina Pepita Serrador. Por parte de su familia paterna, fue nieto de Narciso Ibáñez Cotanda y Consuelo Menta Ágreda, una pareja española que tenía una compañía de variedades, y que se trasladó a Argentina en los años 20. Con solo ocho años, Chicho, que vivió sus primeros años acompañando a sus padres en sus continuas giras artísticas, hizo su primera aparición doblando al conejo Tambor en la película de Disney, Bambi.
Con 12 años se mudó a España con su madre tras el divorcio de sus padres y estudió bachillerato en el colegio La Salle en Salamanca. El joven Chicho se refugió en los libros tras conocer que padecía púrpura hemorrágica, una enfermedad que le imposibilitaba jugar con otros niños y que sufrió de los seis a los doce años. Edgar Allan Poe o Ray Bradbury fueron sus grandes compañeros de viaje en su infancia y adolescencia.
Los dos matrimonios de Chicho
Fue su madre la que le introdujo en el mundo del teatro primero como acomodador, como taquillero y luego llevando a cabo algunos papeles para finalmente llegar a ser realizador. Además, trabajó como actor en 1950 con un pequeño papel en Filomena Marturano, dirigida por Luis Mottura. Con 16 años, se marchó a Egipto atraído por la historia del país y por una joven a la que había conocido en Mallorca. A diferencia de su madre, Chicho se convertiría años después en un hombre familiar.
Su vida personal no trascendió a los medios hasta años después de su éxito televisivo, aunque se sabe que su primer matrimonio fue con Adriana Gardiazábal, con la que estuvo casado entre 1959 y 1961. Se habían conocido en la cola de un cine en Río de Janeiro. La joven fue elegida Miss Argentina y luego inició una carrera como actriz.
Cuando Chicho se instaló en España mantuvo un romance con Susana Canales, con la que además puso en marcha una compañía teatral. Pero al gran amor de su vida lo conocería en uno de los programas que más le marcó en su trayectoria profesional. Corría el año 1974 cuando se casó con Diana Nauta, una bellísima joven de origen holandés que había sido azafata en el Un, dos, tres. Con ella tuvo a sus dos hijos: Josefina Agnes (Pepa) y Alejandro. Se separaron 15 años después.
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‘Entre platós’ desde niños
Tanto Pepa como Alejandro vivieron su infancia entre el colegio y los platós de televisión. Acompañaban a su padre a los castings, a los ensayos y a los rodajes de sus programas y ahí aprendieron lo que era el trabajo duro y cada uno de los secretos del sector en el que su padre está considerado como un gran maestro. Alejandro nació en 1980 y con dos meses fue bautizado en la iglesia de la Consolación de Madrid. Tuvo dos padrinos ilustres: la escritora y actriz Ana Diosdado y el que fuera ministro de Interior con UCD y director general de RTVE, Juan José Rosón.
La pequeña Pepa llegó a aparecer siendo aún un bebé en el final de la segunda temporada de Un, dos, tres y en el arranque de la cuarta Chicho explicó que su mayor crítica era su hija y que un día había llegado a exclamar al ver el programa: “Hay que ver la de cosas que se inventa papá”. La niña después fue de público o de figurante al programa o participó en algún especial navideño del concurso que cada semana se sentaban a ver todos juntos en familia. Hoy Pepa vive en el Barrio de Gracia de Barcelona y, aunque ha trabajado como productora ejecutiva en Prointel, en la Ciudad Condal se dedica a la producción de eventos con fondo social, una faceta unida al mundo audiovisual pero con conciencia social, algo también heredado de su padre. Además, es una apasionada del mundo de la nutrición y en Instagram tiene una cuenta en la que habla de cocina saludable. Adora veranear en Ibiza y en Cádiz con su hijas, su hermano y sus sobrinas, como han hecho este año.
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Historias de miedo cada noche
“Era un padre súper cariñoso, muy entrañable. Era exigente en su trabajo y en plató no había otra para que saliera todo bien. Pero adoraba estar en familia, era muy sencillo, humilde, generoso, no era exigente en casa. A veces nos castigaba como cualquier padre pero no excesivamente. Sí que trasladaba su faceta como director en los videos familiares y nos dirigía, así que tenemos toda una serie de videos impecablemente realizados”, recordaba con nostalgia Pepa Ibáñez en RNE en una entrevista en 2019 tras la muerte de Chicho. “Nos contaba historias de terror espeluznantes por las noches, y nosotros le pedíamos más. Era lo mejor de mi padre. Algunas se las inventaba al momento y otras las adaptaba, pero daba miedo de verdad”, explicaba la hija del genial director.
Esas historias marcaron a Alejandro que poco a poco se fue acercando al mundo de su padre y decidió seguir sus pasos. Estudió Publicidad en la Miami Ad School y pasó, también como Chicho, por numerosos trabajos temporales como cualquier estudiante para aprender lo que es la vida. Nadie le regaló nada. En 1970, Ibáñez Serrador había fundado la productora Prointel, siendo la primera productora independiente de España y con la que hizo programas tan míticos como Waku, waku o Hablemos de sexo. Con el paso de los años y empapándose del trabajo de su padre, fue Alejandro el que se implicó de lleno en la empresa de su padre hasta ser el CEO de la compañía, labor que desarrolla desde 2011, además de director y realizador en diferentes proyectos.
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Una película como homenaje a su padre
Casado con Celeste Oakes y padre de dos niñas, Alejandro se lanzaba en 2019 al rodaje de su primer largometraje, una aventura que empezó siendo un corto y poco a poco se fue convirtiéndose en una película, Urubú. “Tomando como referencia la carrera de mi padre, sentía que era el momento de homenajear su trabajo y el cine que ha compartido con todos. Hablando con mi equipo, con el que he trabajado todos estos años, surgió la idea de hacer una película con el corazón y sobre la que tuviéramos control absoluto”, explicaba en una entrevista en Cinemagavia.
Se trata de un thriller psicológico con claras referencias a Historias para no dormir y ¿Quién puede matar a un niño?. El rodaje de los exteriores se ha hecho en la selva amazónica de Brasil, un paraje tan espectacular como duro que les ha supuesto más de un percance durante los meses de grabación. El reparto cuenta con Carlos Urrutia, buen amigo de Alejandro desde hace dos décadas y que también trabajó con su padre; además de José Carabias, que es como parte de su familia y que trabajó también con su abuelo y con su padre. El papel femenino lo interpreta Clarice Alves, actriz brasileña y mujer de Marcelo, el jugador del Real Madrid.
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Con esta película, Alejandro ha querido rendir un bonito homenaje al cine de terror de su padre, con el que pensaba llevar a cabo el montaje pero al que solo pudo enseñar un trailer antes de su muerte. La historia cuenta el viaje de una familia a la selva para fotografiar al urubú albino, un extraño pájaro, y en ese entorno encontrarán un escenario de terror al producirse la separación de la hija de la pareja. “Mi padre nunca pasó miedo viendo una película de terror. Eso sí, la favorita de los dos siempre fue El Exorcista”, contaba Alejandro en El Mundo.
“Que sepas que tu legado se mantendrá vivo por siempre, especialmente cuidado por tu hijo querido Alejandro. Él sí que ha seguido tus pasos y ha conseguido relevarte de tus genialidades. Debes de estar muy orgulloso de él, como estamos todos. Quédate tranquilo. Hemos sido tus aprendices números uno, incluida tus cuatro nietas que son muy listas”, escribía Pepa pocos días después de la muerte de su padre en una preciosa carta en la web de la Academia de Televisión. Un legado, el de Chicho Ibáñez-Serrador, que hoy continúa en la figura de su hijo.
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