Gloria Estefan: Mi abuelo me llevaba a ver las películas de Joselito. Me enamoré de él, era mi ídolo
Es muy exótico “meter” en casa a la persona que se va a entrevistar por Zoom porque, de algún modo, no deja de ser una invitada. Vermú o vino blanco para brindar, aunque sea a distancia. “Toda la familia está bien de salud, que es lo que más importa. He estado muy ocupada con Brazil305 y acabamos de terminar tres semanas de grabaciones de Red Table Talk: The Estefans, un show que voy a hacer con mi sobrina Lili y mi hija Emily. Ha quedado muy emotivo y mejor de lo que habíamos soñado”. Al habla Gloria Estefan (La Habana, 1957) desde su casa de Miami. Allí, son las doce del mediodía pasadas. En Madrid, seis horas más.
Artistas comoEstefan bajan a la tierra y tiran de raíces para encontrar una lengua común. Sabe de lo que habla cuando le recuerdo el 7 de octubre de 1968, día en el que el puertorriqueño José Feliciano cantó el himno nacional de los Estados Unidos de América en el Tiger Stadium antes del quinto juego de la Serie Mundial entre St. Louis Cardinals y los Detroit Tigers. En plena guerra con Vietnam, un latino se arrancó a cantar Barras y estrellasy fue considerado como un insulto. “Estaba tratando de ser un patriota agradecido. Estaba expresando mis sentimientos por EEUU cuando hice el himno a mi manera en lugar de simplemente cantarlo con una orquesta”, declaró Feliciano.
¿Qué crees que significó para EEUU que José Feliciano cantara el himno nacional en esa época?
Fue muy grande, pero a él se le formó tremendo rollo con eso. ¡Dios mío, cómo la gente lo atacaba por haber cambiado y hacer a su estilo el himno nacional! Yo lo encontré increíble. Cuando lo vi en los Grammy de 1969, me daba un orgullo especial; no había cambiado su nombre, seguía cantando en español y tenía su sabor, como cuando agarró “Light my fire” de los Doors. Yo era muy fanática de los Doors, pero esa versión me llegó al alma y era como ver una posibilidad en la cara de José Feliciano, un latino cantando el himno nacional en el estadio de uno de los deportes más americanos ¡y cubano! Marcó una pauta, aunque para él fuera muy difícil, porque lo tomaron como un insulto, cuando en realidad era al contrario, porque lo hizo con mucho respeto. Y lo sé porque he tenido miles de oportunidades de hablar con José de eso. Somos amigos y hemos hecho un sinfín de colaboraciones. ¡Y, fíjate! Hoy en día es más importante que un artista le ponga su toque, ya nadie lo ve como algo extraño.
¿Cómo recuerdas haber salido de Cuba?
Cuando salimos de Cuba mi madre y yo, mi padre ya había salido por el ferry a Key West meses antes. Estaba buscando un apartamento y terminamos viviendo con su hermana por unas semanas. Sólo nos dejaron llevar una maleta. Cuando mi madre salía, se la revisaron. Llevaba todos sus credenciales –tenía un doctorado en pedagogía– y se los rompieron ahí mismo. Le dijeron: "Tú no te llevas de Cuba tu educación”. ¡Es absurdo! La educación uno la lleva dentro. Después, ella tuvo que revalidar todos esos credenciales que ya no existían. No había forma de probar en Miami que ella tenía esa acreditación, entonces regresó a la Universidad eventualmente. Al principio, vivíamos en un apartamento que ella encontró y que le pusimos El cuartelito, porque eran seis apartamentos de un lado y seis del otro, todos nuevos, algo que para ella fue muy lindo. Mudó a todas sus amigas que tenían a sus esposos en Bahía de Cochinos y niños chiquitos. Así que me crié como en una especiede comuna de mujeres.
Tu abuela, por cierto, creo que era quien os enviaba discos a Miami desde Cuba…
Recuerdo que sólo comía compota de mango, y eso que en EEUU no la vendían. Mi abuela se las arreglaba para ir al aeropuerto, en Cuba, con una caja de compota de mango en la que ponía los discos de mi madre. Y no iba a una azafata, sino a un piloto, que yo no sé cómo lo convencía. De pronto, tocaban en la puerta del apartamento y este piloto le decía a mi madre: “Esto lo envía su madre desde Cuba”. Así fue cómo, poco a poco, le iba enviando sus discos. Por muy difícil que fuera nuestra vida, el apartamento estaba lleno de música en todo momento. Compró un tocadiscos chiquitico y me hizo una escuela, un kindergarten, en el apartamento. También me compró una mesita y una silla. Me enseñaba a mí y a alguno de los otros niños, hijos de sus amigas, y nos ponía música a todas horas. Incluso he tenido discos de Joselito, que esos sí que los conseguí aquí, porque mi abuelo me llevaba al Cine Tower a ver las películas de Joselito. Me enamoré de él, era mi ídolo, y me aprendía sus canciones para cantárselas a mi madre y a sus amigas. Luego estaban los discos brasileros. Le encantaban y en Cuba tenía discos de Carmen Miranda y veía sus películas. Así fue como yo me crié escuchando esos discos de [Antônio Carlos] Jobim, Elis Regina… ¡Y los discos de Celia Cruz!
¿Qué canciones dirías que te representarían a ti si tuvieras que recordar a Cuba?
No puedo recordar a la Cuba física, porque tenía dos años, pero, por ejemplo, diría “Miénteme”, de Olga Guillot, que mi madre tocaba constantemente. “Quimabara”, de Celia Cruz, y sus discos tempranos, también los de Cachao [López], que acabo de escuchar de nuevo. Eran más bien cosas rítmicas. Canciones de Los Panchos, de Javier Solís… Había una canción, “Ausencia”, que me recuerda a Cuba muchísimo. También canciones de los mambises de Cuba que yo me aprendía para mi abuela. Recuerdo “Sabor a mí”, “Nosotros", “Tú me acostumbraste”… Canté dos de esos temas –"Sabor a mí" y "Tú me acostumbraste"– en la famosa boda donde Emilio me pidió que cantara, porque él se los sabía y yo también. Me dijo: «¿Por qué no cantas con nosotros. No tengo cantante en el grupo». Y así empezó todo.
De hecho, y ya que hablamos de Miami Sound Machine, en 1982 se publicó Rio, en clara referencia a Brasil. Además, creo que os metió en un mercado que, aunque estaba en Sudamérica, no era hispanohablante.
Es interesante, porque en Latinoamérica, cada país tenía sus propios artistas y raramente cruzaban de un país a otro. Y Miami Sound Machine fue el primer grupo que logró cruzar a todos los países. Nos veían como un grupo norteamericano que cantaba en español. Y es más: en el primer disco que hicimos, titulado Live again (Renacer), hicimos una canción brasilera llamada “Malvina", que le había escrito la letra en español Tomás Fundora, el fundador de la disquera que nos firmó en ese momento [Audio Latino / Audiofon]. Cuando entré al grupo, yo les hice aprender “Corcovado", “Desafinado", “Chica de Ipanema”… y lo cantaba en portugués. Con Rio usamos canciones de Wilson Simonal, que fue el primer afrobrasilero que se hizo estrella de pop (la “Dingui-Li-Bangue” que grabamos era como una canción de rap). Hice letras en español a esa canción, a “Perfume lança”… La idea entonces era grabar estos temas de Brasil con sonido de pop y hacerlos en nuestro idioma, aunque estaban en portugués. Grabamos “Usted abusó también”, que Celia Cruz le había hecho letra en español, pero la grabamos a nuestro estilo. Siempre nos fascinó la música brasilera. Yo en realidad no sé, incluso, si nuestras versiones fueron exitosas en Brasil, porque en realidad yo nunca seguí lo que estaba pasando; yo hacía la música, la grababa e iba donde me mandaban en promoción y en concierto.
Cuentas que, en Latinoamérica, cada país tenía sus propios artistas. ¿No resulta curioso que un grupo como Miami Sound Machine, que venía de EEUU, fuera quien unificara todos esos sonidos?
Sí. Pero al mismo tiempo el producto musical de EEUU, como el rock and roll, se consumía en todas partes y llegaban en inglés a esos países, entonces a ellos les parecíamos que éramos un grupo norteamericano que cantaba en un idioma que entendían. Es verdad que también cantábamos en inglés, porque el primer disco nuestro [Live again (Renacer)] lo hicimos mitad español, mitad inglés, en 1976, aunque creo que fue un poco temprano para esa idea. ¡Pero Mocedades había llegado desde España con Eres tú a la radio americana, que era una cosa extrañísima! Cuando nosotros grabamos el disco Mi Tierra, nos dijeron que en España jamás se tocaría esa música, porque España no toca música caribeña y no tocaba música latinoamericana. Y fue por un señor de la Cadena SER que se hizo buen amigo nuestro, Luis Merino, que ese disco rompió en España.
Amor de madre
Gloria sigue explicando a Vanity Fair que en eso años, su marido Emilio Estefan, estaba promoviendo el disco de Jon Secada en inglés en España cuando se encontraron fuera de la cabina de la radio: “¡Emilio! ¿Qué es lo que tú haces aquí?”. “Yo había sido popular con Conga y con mis canciones en inglés allá, pero en las radios nos decían que esto no iba a funcionar en España. Entonces, Emilio habló con Luis y le invitó a nuestro estudio de Miami para enseñarle lo que estábamos haciendo. Luis escuchó antes que nadie el disco Mi tierra. Después se convirtió en el disco más vendido en la historia.”
Hay un momento de "Rhythm is gonna get you" en el que parece que vas a arrancarte con el estribillo de "Conga", que a su vez es un tema del disco Let it loose (Miami Sound Machine), pero que en Brazil305 se llama "Samba".
Sí. El ritmo original de "Rhythm is gonna get you" y de "Conga" era música afrocubana espiritual en la percusión. En realidad, es música africana, pero se llama afrocubana porque se mezcló después con la de los europeos que había en Cuba: los franceses primero, luego los ingleses y finalmente los españoles, que se llevaron forzosamente como esclavos a la tribu Yoruba a Cuba y Brasil. Y aunque en Brasil estaban los portugueses, esos ritmos africanos eran iguales en Cuba, aunque después los toques culturales cambiaron. Esa era la propuesta de este disco. En la raíces musicales de ambos países (Cuba y Brasil) está África presente. Lo que se convirtió en Conga en Cuba se convirtió en Samba en Brasil.
¿Tenías que grabar Brazil305 sí o sí con músicos brasileños?
Absolutamente. Fuimos a Brasil y lo grabamos allá, y escogimos músicos brasileros porque quería que tuviera esa autenticidad. Al pie estaba Afo Verde, que vivió gran parte de su vida en Brasil, uno de los más grandes de Sony, pero tremendo músico, productor también. Me vino en el 2015 a proponérmelo, porque él sabía cómo yo adoraba la música brasilera y pensó que esto podría funcionar. Le dije que me encantaría, pero siempre pudiera hacer también por lo menos cuatro canciones nuevas.
Como el blues, mucha de esta música partía del sufrimiento. ¿Crees que habrían existido todos estos sonidos sin la esclavitud?
Yo creo que sí, porque, en su base, la música siempre fue parte de algo religioso y de reuniones de personas. Mira la alegría de la música gospel, la música que los afroamericanos celebraban en la Iglesia, porque allí se sentían libres y muy unidos a Dios. Pero es lógico que la música sea mucho más fácil componer cuando uno está en un estado de dolor emotivo que cuando uno está feliz, porque está más cerca de las emociones sin que tenga que ser por la esclavitud. Es más fácil para mí, como compositora, componer cuando tengo un dolor muy grande.
¿Qué canciones has escrito en ese estado?
En esta pandemia yo escribí una canción que se llama "We needed time”, que fue inspirada por mi hijo, que me dijo: “Mamá, aunque he estado aquí encerrado con la familia, he encontrado algo muy bello en eso y también el tiempo que no tenía para hacer muchas cosas que en realidad tiene valor y que no había podido hacer”. De esa inspiración de estar encerrada, de estar separada de mi familia, de no poder abrazar a mis hijos, de estar pasando algo a nivel mundial… surgió la canción. La escribí en un día y la grabé.
Este disco tenía que haber salido en 2017. Lamentablemente, tu madre falleció y el proyecto tuvo que detenerse. ¿Qué hay más grande que una madre?
Mira, no es que haya alguien más grande, es que nadie va a tomar su lugar. Uno tiene nuevos amores que son tan grandes en el amor como ella: mi nieto, mis hijos, Emilio, sus padres, que son como mis padres… Yo quería a su madre como he querido la mía, que sigue enviándome mensajes; se hace notar a todos los de la familia en diferentes formas. No se reemplaza nunca a la madre y es un dolor muy grande cuando se pierde. Mi madre fue una madre increíble, una mujer fuerte, un ejemplo espectacular. Pero en cuanto al amor, no tenemos una capacidad que se acabe; podemos amar igualmente a una madre que a un padre, a un ex esposo o a un hijo… En diferentes formas, pero con la misma capacidad y con el mismo tamaño de amor.
Había una letra de Los Panchos, "Madre, bendita seas", que decía: «Hoy se adornan los cielos de colores / y desatan su voz para cantar / porque me diste tú la vida entera / y me enseñaste a amar y a creer en Dios». ¿Quién te enseñó a creer a ti?
Primero, mi abuela. Era una mujer muy adelantada e increíblemente buena en el negocio, positiva y muy espiritual. No seguía la religión organizada, pero era una persona que cada día de su vida hacía el bien. Su ejemplo me enseñó muchísimo, tanto como el de mi madre. Después, Emilio [Estefan], es uno de los hombres más motivadores que yo he encontrado en mi vida. Todos los días se despierta con una actitud completamente positiva y con la energía de un niño de 18 años. Yo le miro, y me dice: «Me parezco a Santi Cruz». Para mí luce igualito que cuando le conocí a los 22 años, porque esa es mi imagen de él. Mis hijos también me han enseñado mucho a creer. Mi nieto, que me tiene babeada completamente… Las personas más cercanas en mi vida, mi familia… siempre han sido mi ancla y los que más me han enseñado.
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