Rosa Montero: «Me pareció poco serio que tardaran semanas en confirmar que (don Juan Carlos) se había ido»

Rosa Montero, vitalista y muy activa, no sólo es una de las periodistas más prestigiosas de nuestro país, también una novelista de éxito, traducida a numerosos idiomas. Premio Nacional de las Letras y de la Asociación de la prensa de Madrid a toda una vida, Rosa vuelve con una nueva novela, ‘La buena suerte’, que terminó de escribir antes de que nos confinaran. Una historia en la que el protagonista, un arquitecto de prestigio internacional, decide confinarse en un pueblo abandonado, Pozonegro, en el que intenta pasar desapercibido, hasta que…

Rosa, me ha sorprendido el título de su novela, ‘La buena suerte’, en los tiempos que corren.
¿Sí? ¿Por qué? Creo que es un título muy verdadero, no es mío, es de la coprotagonista, de Raluca, que al inicio de la novela no tenía un gran papel pero según transcurre la historia entra como un elefante en una cacharrería, y arrasa con todo porque es quien trae la alegría que Pablo había perdido.

¿Raluca es quien le muestra a Pablo la luz al final del túnel?
Sí, de ahí el título, porque la mala suerte existe, yo conozco gente que han hecho todo lo que tenían que hacer, gente con talento, disposición, trabajo, y han salido a la calle y les ha atropellado un coche.

¿La buena suerte hay que ganársela?
La buena suerte es tu manera de ver el mundo, es lo que te ayuda a sobrevivir. En cambio, Pablo es un hombre que va en un tren, bien vestido, del que nada se sabe… Y que en un determinado momento ve un paisaje horroroso, urbano, en una zona industrial en decadencia y una casa de pisos, donde hay un cartel que pone: se vende.

Hay mucho misterio en esas páginas.
No es un trailer, aunque hay policías, delincuentes y delitos, pero sí hay misterio, que vas descubriendo según avanza la historia. Por ejemplo, la profesión del protagonista no se descubre hasta el sexto capítulo.

Pero no es la historia de un fracasado.
No, pero sí la derrota de una persona que huye de algo o de sí mismo, que es muy parecido a lo que le está pasando a mucha gente con esta pandemia.

¿Por qué hay gente que al igual que Pablo opta por desaparecer?
Porque todos en algún momento de nuestra vida queremos desaparecer, es un sentimiento muy humano, porque venimos al mundo con montones de posibilidades, para tener muchas vidas, pero el tiempo las va reduciendo.

¿Es casual que termine de escribir la novela cuando empieza elconfinamiento?
Lo es, pero tiene mucho de lo que nos ha ocurrido en estos últimos meses porque Pablo de alguna manera se confina en Pozonegro, y utiliza toallitas desinfectantes…

¿Diría que el COVID-19 supera la ficción?
Indudablemente, aunque no seré yo quien escriba sobre esta pandemia porque no me gusta la literatura autobiográfica ni la pegada a la realidad.

Con esta novela y, aunque no intencionadamente, rompe esa norma.
Yo necesito digerir las historias, poner distancia, pero de lo que sí estoy segura es de que de esta pandemia tiene que salir un tipo de literatura, como salió del final de la Guerra Mundial, en la que se tendrán que referir al aislamiento que estamos sufriendo.

Que nos está afectando a todos, de una u otra manera.
Así es, porque de entrada es una herida, es un trauma que estamos atravesando clarísimamente, un trauma que esta provocando una serie de trastornos psicológicos y provocando una tristeza enorme.

Lo peor es no saber cuánto puede durar esta situación.
Hay que hacerse a la idea de que nos queda muchísimo hasta que lleguemos a una normalidad con el virus, no menos de un año o dos, y después nos queda la resaca de la crisis económica que va a ser como una posguerra. Nos queda mucho.

¿La esperanza es a lo único que podemos aferrarnos?
La esperanza y la capacidad increíble del ser humano para resistir. Tenemos una fuerza, que ni siquiera sospechamos, para reinventarnos, para sobrevivir, que es lo que ha posibilitado que la especie tenga este éxito.

Dicen que la fe mueve montañas.
Sí, lo que ocurre es que en estos momentos es muy difícil tener fe porque la gente está angustiada, y la angustia genera ira. Es por lo que hay que intentar sacar lo mejor de nosotros, debemos luchar contra esa tendencia al odio, a la violencia, hacia la rabia.

«En estos momentos es difícil tener fe porque la gente está angustiada, y la angustia genera ira»

¿Algún consejo para los que peor lo están pasando?
Generosidad, e intentar sacar lo mejor de nosotros.

Como periodista, ¿cree que la prensa está a la altura de las circunstancias?
Vamos dando palos de ciego. Yo creo que se debería hacer un esfuerzo grande, tanto los periodistas como los políticos para estar todos unidos, como han hecho en Portugal. Envidio a los portugueses, un ejemplo muy cercano del que algo deberíamos aprender. Pero no hemos aprendido nada de ellos, quizá porque somos un país muy sectario y la sociedad lo es también, de ahí que los políticos tampoco estén a la altura.

¿Le recuerda a sus años de adolescente?
Cuando yo tenía 16, 17 años empezaba el deterioro del franquismo, y había dos tipos de país, el real y el oficial; yo vivía en el real, y eso me permitió hacer clandestinamente de todo: fumar porros, tomar la píldora que comprábamos en la trastienda. Yo me llevaba cinco años con mi hermano y mientras que él no podía llevar a su novia cogida por el hombro porque les multaban, yo me besaba por la calle y no pasaba nada.

¿Cómo recuerda esos años, en blanco o en negro?
La dictadura es una aberración política, social, cultural, emocional y ética. El tiempo consigue que se nos olvide el dolor que causó; para evitar que eso ocurra hay que estar atentos y recordar hasta qué punto era insoportable, embrutecedora. Porque he crecido en una dictadura sé bien que cualquier democracia, por mala que sea, es infinitamente mejor que una dictadura.

¿Por qué cree que los jóvenes tienen tan mala imagen de la Transición?
Porque son unos ignorantes y no leen la Historia. La Transición fue un momento de absoluta gloria en donde por primera y última vez en nuestra historia decidimos dejar de matarnos unos a otros. El acuerdo al que se llegó entre todas las fuerzas políticas, sindicales y empresariales, salvo un porcentaje muy pequeño de la extrema izquierda y la extrema derecha, todos se pusieron a remar en la misma dirección.

Un hito en la historia de nuestro país.
Aunque no podemos olvidar que en esos cinco años mataron a 59 manifestantes. Pasamos miedo, hubo un golpe de estado, y otros intentos, pero, finalmente, cuando estábamos al borde del abismo, conseguimos que España fuera una democracia.

¿Cómo es posible que los grandes partidos no lleguen a acuerdos?
Todavía hoy arrastramos problemas de los gobiernos posteriores a la Transición, que se deberían haber solucionado ya y no estaríamos como estamos.

Escándalos como los presuntos dineros del Rey Juan Carlos ayudan poco.
Cuando se dice que había un cordón sanitario para proteger al Rey, no es verdad, lo del Rey Juan Carlos se publicó, lo que ocurre es que la gente no quería saberlo. Salió en Interviú, Tiempo, Tribuna, pero esos temas no interesaban, entre otras razones porque ETA mataba a unas 90 personas al año, la mayoría militares, y los periódicos no investigaban como se investigan hoy esos temas.

¿Qué sintió al saber que el emérito se había ido a Abu Dabi?
Me pareció poco serio que tardaran tres semanas en confirmar que se había ido. Yo llevo más de veinte años pidiendo que se haga un referéndum sobre el sistema de Estado que queremos.

¿Qué ventajas tendría una república que no tenga una monarquía parlamentaria?
No lo sé, es algo que no tengo muy claro porque hay monarquías como las nórdicas que son bastante envidiables. Sería interesante saber qué quieren los españoles.

¿Cómo se puede erradicar la violencia contra las mujeres en nuestro país?
Con educación, evitando las raíces de la violencia, que el hombre por el hecho de serlo se sienta superior porque así le han educado. Eso se cura educando en la igualdad.

En poco tiempo hemos avanzado mucho.
España está entre los países menos sexistas de Europa, y eso desde el punto de vista histórico está siendo vertiginoso.

Su madre murió en marzo.
El mismo día que se declaró el Estado de alarma, no murió del virus, murió de viejecita, aunque la muerte de una madre es una catástrofe en muchos sentidos, porque cuando a mi madre la llevaron al hospital yo estaba confinada porque me habían contagiado el virus. Antes del confinamiento, ya había pasado la cuarentena sin poder ver a mi madre, y la terminé dos días antes de que muriera.

¿No pudo despedirse de ella?
Sí, pero ya no era ella, cuando murió no pudimos abrazarnos mi hermano y yo, ni hacer un velatorio, porque enseguida se llevaron el cuerpo los de la funeraria y hasta que le dieron las cenizas a mi hermano no volvimos a saber más de ella. Tengo la sensación de que no he hecho el duelo, porque el cerebro es inteligente y dosifica las cosas.

Hay gente que con los años se radicaliza, otros se vuelven más vulnerables, ¿entre cuales está usted?
Hay una frase de Horacio que popularizó Kant y que dice: Atrévete a saber. Yo aspiro a ser más reflexiva, a saber más, incluso de las cosas que van en contra de mis principios.

¿Ha llegado donde quería?
Nunca me planteé llegar a ningún sitio: por temperamento y por generación, he sido muy de vivir el momento de la manera más intensa y más feliz. Y así sigo, yo ahora me siento como si tuviera catorce años.

No suele aparecer en televisión…
No me gusta, me gusta verla, soy tímida, he aprendido a hablar en público y hablo bien, pero en la tele lo paso mal, y tampoco me gusta la visibilidad que da la televisión.

«He aprendido a hablar en público y hablo bien, pero en la tele lo paso mal»

Si volviera a empezar, ¿qué cambiaría?
Hay cantidad de cosas que he hecho que no me gustan, pero las asumo todas.

Pablo Lizcano ha sido su gran amor.
Y porque se murió, si no, seguiríamos juntos.

¿Qué es el amor?
El amor verdadero es el que consigue que seas capaz de amar al otro con sus defectos. Llegar a ese amor se puede, yo lo he conseguido, me lo he trabajado.

¿Cómo?
Aprendiendo a dejar esa pasión loca.

¿Quién es Rosa Montero?

Nació en Madrid en 1951.
Estudió
en la Escuela Superior de Periodismo de Madrid y cursó cuatro cursos de Psicología en la Complutense.
Trayectoria. Trabajó en grupos de teatro independiente hasta que empieza a colaborar en el ‘Diario Pueblo’, ‘Fotogramas’, ‘Hermano Lobo’ y en el dominical de ‘El País’, donde sigue. Ha sido profesora en varias universidades americanas, inglesas y alemanas. En España ha dado clases de Literatura y Periodismo en la Universidad Carlos III. Guionista de la serie ‘Media naranja’ y coguionista del documental ‘Dictadoras’. Ha recibido el premio Nacional de Periodismo Literario, el Nacional de las Letras, el de Periodismo Manuel Alcántara o el de la Asociación de la Prensa de Madrid a toda una vida. Ha publicado un libro de relatos, ‘Amantes y enemigos’, dos ensayos y otro de cuentos. Su última novela, ‘La buena suerte’, ha sido publicada por Alfaguara. Doctora Honoris Causa por la Universidad de Puerto Rico, es miembro de honor de la Universidad de Málaga.
Familia.
Casada con el periodista Pablo Lizcano, enviudó en 2009.

Breves respuestas a grandes preguntas

¿Cómo se cuida?
Voy caminando a todas partes y hago hora y media de ejercicio en casa.

¿Víctima de la moda?
No, de la moda no, pero de comprarme demasiadas cosas, sí.

¿Qué no falta en su armario?
Desde que me vine a vivir a Madrid sólo utilizo zapatillas de deporte.

La foto favorita de Rosa Montero

«Estoy con mi madre, Amalia, y mis primas, Virginia e Ingrid. Un viaje inolvidable con mi madre al pueblo de su padre, Brañas de Arriba», explica la escritora.

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