‘Dawson crece’, la serie que marcó un antes y un después en el retrato de las emociones adolescentes

En 1998, Kevin Williamson estaba en la cima del mundo. A pesar de ser el guionista más buscado de Hollywood gracias a Scream y Sé lo que hicistéis el último verano (dos fenómenos que devolvieron el maltrecho cine de terror a la primera plana de la industria), el escritor decidió dar el salto a la televisión para escribir una serie inspirada en su adolescencia en la pacífica Carolina del Norte. La primera escena de Dawson crece fue toda una declaración de intenciones. Antes de que aparezca la cabecera de la serie, conocemos a Dawson y Joey, dos quinceañeros que acaban de ver E.T. El extraterrestre por enésima vez y que están a punto de meterse en la cama cuando ella, para sorpresa de su mejor amigo, anuncia que se va a su casa. “Dormir juntos en la misma cama estaba bien cuando éramos niños, pero ahora tenemos 15 años. El lunes empezamos el instituto. Ahora tengo tetas. Y tú tienes genitales. Tengo que irme”. En un solo diálogo, Williamson hace una presentación genuina y memorable de lo que Dawson crece sería a lo largo de las seis temporadas y los 128 episodios que estuvo en emisión: un drama intenso y verborreico en el que sus protagonistas jamás tenían miedo a hablar de sus emociones. Por primera vez en la historia de la televisión, los adolescentes eran personas inteligentes e intensas. Muy intensas.

En los años 90, los chicos más populares del instituto habían extendido su reinado a la pequeña pantalla. Las series de la época rellenaban la cuota ‘nerd’ con personajes como Andrea Zuckerman (la mejor estudiante y editora del periódico del instituto en el que desarrollan las tramas de Sensación de vivir) y Screech (el torpe empollón que nunca consigue a la chica en Salvados por la campana) , pero los reyes de la función siempre eran los Zach Morris y Brenda Walsh de turno. Con Dawson crece todo cambió de la noche a la mañana. Williamson dejó de lado el sarcasmo y la autoconsciencia que había caracterizado a sus películas de terror para permitir que los perdedores y sus emociones se apoderaran del relato. Los revolucionarios traumas de los protagonistas del clásico El club de los cinco se habían convertido en una serie de la televisión que abrazaba de lleno la angustia adolescente.

El grupo de amigos estaba compuesto íntegramente por los ‘rara avis’ de otras series: Dawson, un buen chico obsesionado con convertirse en el nuevo Steven Spielberg que ve como los cimientos de su vida se derrumban con la separación de sus padres; Joey, la vecina brillante y a veces hostil, marcada por los escasos recursos económicos de su familia y por el fantasma de un padre recluido en prisión; Pacey, el mejor amigo del protagonista, un estudiante mediocre pero afable con un complejo de inferioridad que le convierte en su peor enemigo; y Jen, la seductora chica de Nueva York que es enviada a vivir con su conservadora abuela tras el hartazgo de sus padres. "La sala de guionistas se convirtió en una sesión de terapia en la que hablábamos de lo que nos había pasado en nuestros días de instituto. Éramos un grupo de empollones y fanáticos del teatro a los que les hicieron bullying y de los que se rieron durante toda nuestra vida, así que transformamos esos sentimientos y emociones en tramas para la serie ", confesó Williamson a _ The Hollywood Reporteren 2018.

Las hormonas (y los conflictos generados por ellas) estuvieron ancladas en el corazón de la serie desde el principio. Nunca, nadie, jamás, ha hablado tanto de la pérdida de la virginidad como Dawson. Jen se encontraba en las antípodas de su vecino cinéfilo. Antes de llegar a la ingenua Capeside, había vivido más cosas de las que debería y, en realidad, quería. Pacey, como casi siempre, era el más espabilado del grupo, llegando a vivir un escandaloso romance con una de sus profesoras. “Esa fue la única trama por la que nos dieron un toque de atención en la cadena. No nos dijeron que no podíamos hacerla, pero sí nos preguntaron cuánto iba a durar”, explicaba Williamson. La serie nunca evitó el melodrama en sus tramas pero, a diferencia de Sensación de vivir, el anterior gran fenómeno adolescente, su aproximación a estos conflictos nunca era superficial y siempre estaba al servicio de sus personajes.

Dawson crece había nacido como la historia de amor (o no) de dos almas gemelas, Dawson y Joey, pero la química que surgió entre Joshua Jackson y Katie Holmes en uno de los episodios de la primera temporada (Science Project) hizo que los guionistas decidieran unir sentimentalmente a los dos mejores amigos del protagonista, para desgracia del propio creador de la serie. “Aunque yo fui el que escribió que al final Joey acababa con Pacey, soy 100% Team Dawson”. El triángulo sentimental dio pie al momento más recordado de toda la serie: el protagonista se echa a llorar en el muelle después de decirle al amor de su vida que es libre de estar con su mejor amigo. Las lágrimas de James Van der Beek se convirtieron en meme antes de que los memes existieran. Bromas aparte, la relación a tres entre Dawson, Joey y Pacey es una de las pocas veces en las que la televisión ha sabido utilizar de verdad un triángulo sentimental: todos los personajes tenían sentimientos genuinos por los demás y el dilema de la chica era real. La gran víctima de esta trama fue Jen, un personaje que la serie nunca supo aprovechar y que, finalmente, se convirtió en un recurso de guion para obligar al resto de personajes a enfrentarse a la vida adulta. Años después, el cine se encargaría de hacer justicia con Michelle Williams.

Lejos del cuarteto protagonista, las emociones también se vivían a flor de piel. En la segunda temporada de la serie, el círculo de amigos se amplió con la incorporación de los (también sensibles e inteligentes) hermanos McPhee. Sobre el papel, Jack y Andie parecían los típicos fichajes destinados a dar vida a los nuevos intereses sentimentales de Joey y Pacey, pero en el melodramático universo de Dawson crece las cosas bonitas siempre tenían fecha de caducidad. Andie, la estudiante perfecta en la que todo el mundo puede confiar, sufre una grave recaída por culpa de los problemas psicológicos provocados por la muerte del tercer hermano de la familia. Jack, por su parte, descubre que se siente atraído por las personas de su mismo sexo después de que le pidan leer en clase un poema en el que, sin pretenderlo, revela unos sentimientos que hasta entonces permanecían enterrados.

Dos años antes del estreno de la serie, Ellen DeGeneres había dado un histórico paso adelante en la representación LGBT+ en televisión. El movimiento fue recibido con doble rasero por la conservadora industria de Hollywood: la humorista ocupó las portadas de los medios más importantes de América, pero el gesto se acabó volviendo en contra de todos los involucrados y Ellen, la serie, fue cancelada por la cadena ABC un año después. El creador y productor ejecutivo de Dawson crece, una de las primeras figuras de poder de Hollywood en vivir públicamente su homosexualidad, insistió en enseñar al mundo lo que significaba para un adolescente contarle a su entorno que su orientación sexual no era normativa. En un histórico doble episodio de la segunda temporada llamado “Ser o no ser…esa es la cuestión”, Williamson abordó por primera vez en televisión las consecuencias de una salida del armario de un adolescente ante sus compañeros de clase, su padre y su novia.

Aunque el clásico generacional Esta es mi vida había incluido ya a un chico gay entre sus protagonistas, este proceso interno tan importante en la vida de una persona homosexual nunca había sido explorado en una serie para adolescentes. Según el guionista, la cadena WB les apoyó desde el primer momento. “La única petición de la cadena fue que no ignorásemos el punto de vista de Joey [la novia de Jack en ese momento de la serie] y que contáramos cuál era su reacción. Decía que había conocido a muchas chicas que se habían enfrentado a algo así y quería reflejarlo”. Casi seis millones de personas, muchas de ellas de la edad de los protagonistas, fueron testigos de este histórico momento. Un año más tarde, la serie volvió a dominar la conversación cultural cuando, durante el final de su tercera temporada, Kerr Smith y Adam Kaufman se dieron el primer beso gay de la televisión generalista en Estados Unidos . Era el 20 de mayo de 2000.

Ninguna serie del género se había preocupado antes por tomarse en serio a su público. Los protagonistas de Dawson crece eran personas inteligentes y reflexivas, y sus responsables fueron los primeros en darse cuenta de que sus potenciales espectadores también lo eran. Sin los soliloquios de Dawson Leery y Joey Potter, la ficción adolescente posterior hubiera sido muy diferente. The O.C., One Tree Hill, Glee, e incluso Riverdale son algunas de las series que deben parte de su ADN a la melodramática intensidad de los habitantes de Capeside. Incluso Las chicas Gilmore y las series de Aaron Sorkin llegaron a la televisión después que los largos monólogos de Williamson y compañía. El cliché del adolescente descerebrado ya no tenía lugar en la televisión. Las ganas de amar, sentir, llorar, disfrutar de sus pasiones y, en definitiva, nutrirse de experiencias ocuparon su lugar. 22 años después de su estreno, el legado de Dawson crece sigue vivo.

Artículo publicado originalmente el 20 de enero de 2018 y actualizado.

Fuente: Leer Artículo Completo