Anna Shay, la multimillonaria rusa a la que nadie conocía y que Netflix ha descubierto en el reality El imperio de la ostentación
Netflix ha estrenado otro reality/placer culpable, El imperio de la ostentación, que es una suerte de Crazy Rich Asians en la vida real. Sigue las vidas de un puñado de asiáticos mega ricos que residen en Los Ángeles y se preguntan los unos a los otros si ese collar de Cartier es nuevo o se invitan al spa que han montado en su casa con un tropel de masajistas, manicuristas y empleados de catering. Entre todos estos personajes, destaca Anna Shay. Una multimillonaria (los demás miembros del reality la envidian porque es la más rica) de ascendencia rusa y japonesa, sexagenaria, excéntrica y casi desconocida de no ser por el productor del programa, que es el mismo que el de Keeping up with the Kardashians.
¿De dónde viene la fortuna de Anna Shay? Ella, a diferencia de otros protagonistas, nació siendo multimillonaria. Su madre, Ai Ouzimi, era nieta de un conde ruso, embajador del zar Nicolás en Japón. Su padre, Edward A. Shay, era un norteamericano que fundó a mediados de los 50 Pacific Architects and Ingeneers, una compañía armamentística que trabaja para el gobierno de Estados Unidos, Naciones Unidas y otros gobiernos.
Anna nació en 1960 y tiene un hermano, Allen. Ambos vendieron en 2006 la empresa fundada por su padre por unos 1.200 millones de dólares, que se repartieron entre los dos. Aunque su hermano ejerció durante unos años de CEO de la compañía, Anna nunca ha trabajado (su padre, Edwuard, no quería). Sin embargo, sí que se ha colaborado con algunas organizaciones caritativas y se encarga de la Fundación Shay, creada por sus difuntos progenitores.
Esta mujer divorciada cuatro veces y con un hijo de 27 años que colecciona cosas relacionadas con la marihuana tiene una fortuna caculada en 600 millones de dólares (unos 495,4 millones de euros). Para ponerla en contexto, Amancio Ortega, que ha caído del top 10 de milmillonarios, ahora mismo cuenta con un patrimonio de 70.300 millones de dólares (alrededor de 58.000 millones de euros).
Visto así no parece tan rica, y sin embargo puede hacer cosas como invitar a su mejor amiga (y a su novio tóxico) a un viaje de lujo a París por su cumpleaños o regalarle, en un arranque de generosidad, 5.000 dólares en ropa de Dior a su amigo ‘pobre’.
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Shay destaca en el show por ser la más veterana, la más acaudalada y también por tener una archienemiga: Christine Chiu. Chiu está casada con un cirujano estético, Gabriel Chu, descendiente de una dinastía imperial china. Las peleas entre ambas son muy satisfactorias: ver a multimillonarios tener disputas como si fueran niños de parvulario es el consuelo que los espectadores necesitan después de contemplar tanta riqueza desaprovechada.
La heredera, sorprendidísima por el éxito del programa y porque la reconozcan por la calle, asegura que no se esperaba esto «y menos con la edad que tengo». Sabemos por entrevistas concedidas a medios como Town and Country que se le olvidó cobrar el cheque de Netflix por su participación en el reality (al final lo ingresó y dice que lo va a compartir con el equipo de grabación), que va a vender su mansión de Beverly Hills por 16 millones de dólores y que se está preparando para obtener una licencia de contratista de obras. ¿Quizá le ha picado el gusanillo de los realities y ahora quiere hacerle competencia a los gemelos decoradores? ¡Ojalá!
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