El nuevo armario de la Casa Blanca: firmas emergentes, moda nacional y algo de lujo con Rodarte, Ralph Lauren o Gabriela Hearst
Solo echar un vistazo a los titulares de la prensa estadounidense sobre el estilo y la forma de vestir de Jill Biden basta para darse cuenta de cuánto ha cambiado el panorama ahora que el puesto de primera dama no lo ocupa Melania Trump. La mujer del expresidente solo se dedicó a vestir grandes firmas como Hermès, Chanel, Valentino o Dolce & Gabbana, que dejaban claro su estatus de elevada riqueza y poder, y que combinaba de vez en cuando con prendas de Zara. Melania, además, usó la moda -o así se interpretó- para generar controversia y, en ocasiones, lanzar mensajes contradictorios. Con Jill Biden como la mujer más visible de la Casa Blanca, el juego y los estilismos intencionados continúan, aunque de manera muy diferente a como lo hizo Melania.
La forma de entender la moda de los Biden
Jill Biden es, a menudo y a diferencia de Melania, aplaudida entre la prensa nacional por no destacar especialmente por las prendas de ropa que escoge. Cuando era viceprimera dama, ya trazó su propio estilo a la hora de vestir demostrando su predilección por colores llamativos como el rojo, los estampados florales y, sobre todo, por las firmas estadounidenses que más encajaban con su personalidad, como Fleurette. Unos pasos con los que hoy continúa pisando firme como primera dama, posición desde la que tampoco se olvida de entrar en el debate político.
Biden nunca se olvida de sus orígenes como profesora, gracias a lo que tiene una perspectiva diferente a la de una mujer que ha nacido en una posición privilegiada y continúa mirando la etiqueta de cada prenda que compra. Algo que nos recuerda a aquellos estilismos que elegía Michelle Obama mezclando prendas asequibles con otras de lujo, en un momento delicado en el que la crisis económica azotaba al país. Jill también es una maestra en este arte y consigue combinar collares de 50 euros con vestidos de Vera Wang de forma envidiable, algo por lo que Ivanka o Melania Trump nunca se preocuparon. Con esos pequeños gestos, ya comunica un mensaje muy claro.
Pero el mejor ejemplo de una Jill Biden que quiere expresarse a través de la moda, lo vimos el día de la investidura de Joe Biden como presidente. Una fecha más que señalada en la agenda de los estadounidenses, en la que cada gesto de los nuevos mandatarios es estudiado al milímetro. El pasado 20 de enero, Jill Biden lució tres estilismos, cada cual con más significado que el anterior. El primero fue un abrigo púrpura firmado por Jonathan Cohen que, si bien fue el que pasó más desapercibido por lucirlo la noche previa, no carece de significado. El morado, junto con el blanco, es el color de las sufragistas, un tono por el que Kamala Harris también ha demostrado devoción en momentos importantes, mostrándose aliada del movimiento feminista.
Para el acto de investidura propiamente dicho, Jill Biden apostó por un tono azul aguamarina que ha repetido infinitamente a lo largo de su carrera política al lado de Joe. (También otros tonos de azul, como el marino -muy elegante, por cierto- son recurrentes en su armario). Con ese color, que en un tono más oscuro y marino es el que representa al partido demócrata, quiso transmitir confianza y estabilidad. Con el abrigo con cuello y puños en terciopelo en azul oscuro, la primera dama volvía a darle visibilidad a otra casi desconocida firma estadounidense. En este caso, Markarian, la neoyorquina liderada por Alexandra O’Neill que también le confeccionó una mascarilla a juego. Debajo del abrigo, Jill llevaba un vestido a juego con falda festoneada y corpiño de gasa decorado con perlas y cristales de Swarovski en el escote. Un diseño digno de una primera dama.
El colofón final fue el vestido de Gabriela Hearst que lució en el evento nocturno, un diseño de lujo procedente de una firma adorada por figuras como Meghan Markle. Gracias al conjunto se dio a conocer el nombre de Laura Weber, la irlandesa detrás de los bordados con más significado de Jill Biden. La diseñadora creó un traje de seda con tul en el pecho y un abrigo de cachemira blanco que Weber -experta en adornar prendas de celebridades como Lady Gaga, Anna Wintour o Beyoncé– bordó delicadamente con las flores estatales del país. Las diseñó el mismo equipo, que estuvo trabajando en él desde diciembre. El conjunto, según se ha comentado en muchos medios, podría estar inspirado en el velo del vestido de novia de Meghan Markle, de Claire Waight Keller para Givenchy, que llevaba bordadas las flores representativas de los 53 países de la Commonwealth.
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Jill homenajeó a su país una y otra vez en un día muy especial, pero no era la primera vez que lo hacía. Muy significativa fue, también, su primera aparición como primera dama en noviembre de 2020, en Delaware, cuando Biden escogió un cuidado vestido asimétrico de estampado floral firmado por Oscar de la Renta. El estampado de flores es parte de su estilo y con él transmite un mensaje de total seguridad. Especialmente protagonista durante esta campaña de Joe Biden ha sido otro vestido floreado. La actual primera dama lo lució en el primer debate presidencial, después de haberlo llevado en diferentes ocasiones. En este caso, lo firmaba Dolce & Gabbana, que si bien se sale de su tónica de apostar por firmas nacionales, se puede excusar porque encaja a la perfección con su estilo. Y no descartamos volver a verla con él.
No era la primera vez que Jill repetía una prenda. También lo hizo con un vestido verde de satén fruncido firmado por Gabriela Hearst que no puede ser más elegante y que tiene desde hace más de tres años. Con él, de forma intencionada o no, el mensaje era aún más contundente: reivindicaba la moda sostenible y no solo el consumismo frenético. Ralph Lauren, Brandon Maxwell, Veronica Beard, Christian Siriano… todas estadounidenses, han estado entre sus marcas predilectas. Con ellas, ha emulado el estilo y el mensaje de grandes primeras damas en la historia de Estados Unidos.
No podemos olvidarnos del momento de la votación. Ella la realizó en Wilmington, Delaware, junto a su marido, y decidió calzarse las botas más virales de Stuart Weitzman. Una edición limitada en la que la palabra ‘VOTE’ adquiere total protagonismo y recorre la prenda de forma vertical. Apuesta estilística que eligieron, por cierto, celebridades como Karlie Kloss, Selma Blair o Amber Valletta, concienciadas en términos políticos.
Joe Biden, por su parte, se ha involucrado en el mundo de la moda más que Donald Trump. En los actos de inauguración rindió homenaje a Estados Unidos con traje de Ralph Lauren, la firma americana por antonomasia. Pero durante su campaña también corroboró la creencia popular de que la moda es política.
El presidente fue objeto de titulares por Believe in Better, estrategia que llevó a cabo de forma conjunta con 19 de los diseñadores estadounidenses más aplaudidos y en la que tanto Anna Wintour como Jill Biden ejercieron un papel importante. Gabriela Hearst, Vera Wang, Joseph Altuzarra, Victor Glemaud, Tory Burch, Jason Wu o Prabal Gurung estuvieron entre los diseñadores encargados de confeccionar objetos de merchandising como camisetas, bandanas (con un largo significado en la historia de Estados Unidos) e incluso collares en apoyo al demócrata. Valerie Biden, hermana del presidente y la persona que ha estado presente en todas sus campañas, se implicó en la iniciativa.
La presión de Kamala Harris
Kamala es la primera vicepresidenta mujer, negra y de origen sudasiático de Estados Unidos y, como tal, no puede ignorar su legado. Tampoco es que el público le deje elección. Acaba de ser criticada por vestir ropa de Dolce & Gabbana, una firma italiana que ha estado recientemente en el centro de la polémica no solo por su falta de diversidad, sino también por ser ofensiva con determinados colectivos. Kamala llevó un jersey-polo de la firma durante una comida con el presidente en su primera semana en el poder, un traje gris de cuadros sutiles y otro jersey de chevron amarillo en un lapso muy corto de tiempo.
La firma se decantó por vestir a Melania Trump durante toda la cumbre del G7, mientras que marcas como Tom Ford o Marc Jacobs evitaron hacerlo. “Alguien debería contarle a su equipo (de Kamala) los serios problemas que tiene Dolce con la raza”, comentaban algunos usuarios en la cuenta de Instagram que analiza todo el armario de la vicepresidenta y que ahora se encuentra desactivada. Su propia creadora, Vittoria Vignone, también se manifestó enfadada por las últimas elecciones de Harris.
Sin embargo, las razones por las que el público no ha sido tan indulgente con ella como con Jill Biden al vestir Dolce no están del todo claras. Tal vez, el hecho de que sus sus elecciones hayan sido más reiteradas, en momentos menos adecuados o menos justificadas, haya avivado el fuego. También puede ser por que de ella se espere, como primera vicepresidenta del país, una conciencia mayor con los derechos civiles a la hora de vestir. La forma de comunicarse con la ropa de la vicepresidenta y la primera dama está gravemente diferenciada: Harris debe centrarse en la política y sus decisiones estilísticas deben ser consecuentes con las promesas y los pasos que dé en el poder.
Una opinión pública muy diferente a la que generó el pasado 7 de noviembre, cuando supo que iba a ser vicepresidenta. Entonces, llevó un traje blanco firmado por Carolina Herrera y una camisa satinada de estilo pussybow, decidida a cambiar las reglas de empoderamiento femenino. El color blanco, como el morado, simbolizaba el movimiento sufragista del siglo XX. Kamala, además, abrazó el pantalón como símbolo de poder femenino, eligiéndolo en lugar de una falda en un momento tan simbólico: se estaba convirtiendo en la primera vicepresidenta de la historia de su país.
Las firmas que escogió el día de la inauguración de Biden también tuvieron todas sello estadounidense, pero esta vez con un perfil más bajo. Marcadas por el simbolismo, la más estética de todas fue la gabardina camel de Pyer Moss que combinó con un vestido de Oscar de la Renta la noche anterior a la investidura. “La onda simboliza una ‘nueva ola’”, confesaba el diseñador de la firma, Kerby Jean-Raymond, sobre la llegada de Harris al poder. La firma siempre ha actuado en pos de visibilizar la historia afroamericana, de la misma forma que Rogers y Hudson, dadas sus raíces. De Christopher John Rogers era el conjunto violeta que lució al día siguiente, en el acto principal, apoyando de nuevo al movimiento feminista.
Sergio Hudson, artífice el elegante traje de noche de Harris, también es uno de los diseñadores predilectos de Michelle Obama. La ex primera dama llevó un conjunto granate firmado por Hudson durante la inauguración de Biden. Todas ellas destacaron por ser firmas emergentes lideradas por afroamericanos a las que Kamala dio una gran visibilidad, utilizándolas como herramienta para transmitir su mensaje: el compromiso de la nueva administración con la diversidad.
Diseñadores nacionales y polémicas aparte, el verdadero sello de estilo de Kamala Harris son las perlas. Las lleva muy a menudo en todas sus formas y colores: negras de Tahití, blancas clásicas, de doble tira… incluso se las puso para vacunarse de la covid, a juego con un estilismo completo en negro. El diseñador puertorriqueño Wilfredo Rosado es el artífice de muchos de sus collares perlados, como el que escogió en el acto de inauguración para llevar junto al abrigo violeta de Rogers. Un diseño vanguardista, reflejo de la modernidad que también se puede transmitir llevando perlas.
Las lleva, dice, por la sororidad con las mujeres de Alpha Kappa Alpha, la primera hermandad afroamericana, cuyas fundadoras se conocen como ‘las 20 perlas’. Harris es fiel a la organización desde 1986, cuando se graduó en la Universidad de Howard luciendo, cómo no, un collar de perlas. Desde entonces, las ha lucido en todos sus actos públicos importantes. Símbolo de la mujer clásica y exitosa, pero también de la transgresión con esas apuestas en negro. Nancy Pelosi, Michelle Obama o Jacqueline Kennedy también utilizaron las perlas en reiteradas ocasiones. Elegancia, confianza, feminidad y sabiduría, como en el caso de Kamala, es lo que transmite el complemento de joyería más clásico de todos.
Todas las Biden
Si Jill Biden y Kamala Harris acaparon titulares de todo el mundo durante el día de la investidura, sus familiares más cercanas no fueron menos. La hija pequeña de los Biden, Ashley, además de sus nietas, fueron un soplo de aire fresco en los eventos de la inauguración convirtiéndose en absolutas protagonistas por la noche gracias a su buen gusto. Durante el evento ‘Celebrating America’, posaron delante del monumento a Lincoln con el presidente consiguiendo que la prensa de todo el mundo se fijara en sus estudiados conjuntos.
Ashley fue la más arriesgada de todas las Biden, pero también la más elegante: lució un muy favorecedor traje de chaqueta de pantalón negro de Ralph Lauren (la misma firma que también vistió Joe ese día) que lució con el pelo recogido en una coleta con la que recordaba Meghan Markle.
Firmas como la romántica Rodarte, en la que también han confiado recientemente celebridades como Selena Gómez en su último videoclip, marcarán las tendencias de la próxima primavera y los vestidos que llevaremos durante la temporada estival. Así lo confirmaba la nieta pequeña del presidente, Maisy Biden. Ella apostó por un vestido de la firma, con cuello Peter Pan -uno de los detalles imprescindibles del momento -, al que añadió frescura y restó solemnidad con unas sneakers abotinadas de Nike que pocos esperarían ver en un evento de tal envergadura.
Natalie, la Biden mejor vestida de todo el Lincoln Memorial, llevaba un vestido de la neoyorquina y -de nuevo- romántica firma Markarian, esa que Jill había escogido por la mañana. La prenda amarilla de lentejuelas pertenece a la temporada otoño-invierno 2020 ready to wear y tiene un corte parecido al vestido que llevó esa misma noche su prima Finnegan: escote abierto, tirante no muy fino y falda de gasa salpicada de lentejuelas con un ligero vuelo. Naomi, la nieta influencer, escogió el morado como Kamala esa misma mañana y su abuela Jill la noche anterior. No hace falta decir que fue un gesto más que intencionado.
La intención a la hora de vestir de todas las Biden estaba clara: homenajes a su abuela, apoyo a las firmas nacionales y conscientes con los valores que representa la nueva institución.
En el lado de Kamala
Su hijastra, Ella Emhoff -nacida en 1999 fruto del matrimonio de Douglas Emhoff, actual marido de Kamala, con su exmujer, Kerstin- acaparó de forma momentánea todo el protagonismo por su actualizada apuesta de Miu Miu. Fue muy aplaudida y atrevida, no solo por salirse de la tónica de llevar solo firmas nacionales, sino también por ese estilo calificado como ‘avant-garde’ para los estándares de Washington. Un título que se ganó gracias a la pedrería decorativa del abrigo, que no habría tenido tanto protagonismo de no ser por el cuello Peter Pan del vestido que Ella llevaba debajo, firmado por Batsheva. Sus gafas redondas con el pelo sujeto por una diadema en un favorecedor aspecto húmedo intencionado y pequeños rizos naturales, eran el colofón del estilismo más transgresor.
La sobrina de Kamala, Meena Harris, abogada famosa por sus cuentos para niños, lució un vestido firmado por Ulla Johnson y un abrigo de borrego de Coach; un conjunto que pasó bastante desapercibido a ojos del público y de la prensa en comparación con los del resto de familiares de los nuevos mandatarios.
La otra estrella del mandato Biden
Amanda Gorman es, tal vez, la mujer que más ha estado en boca de todos desde la inauguración de la presidencia de Biden. La joven poeta acaparó la atención de forma extraordinaria no solo por sus palabras, que también, sino por su conjunto de Prada formado por un abrigo de paño amarillo canario y una ancha diadema roja de satén. El último accesorio promete convertirse en el tocado de la temporada en los pocos eventos que se celebren. Pudimos verla luciendo el llamativo y acertado estilismo mientras leía su poema ‘The Hill We Climb’, con el que se convertía en la poeta inaugural más joven de la historia de Estados Unidos.
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