8 de marzo: ¿dónde está nuestra Jane Fonda?

A Jane Fonda le costó 30 años entender y aceptar el feminismo. El motivo lo explicó en un artículo: "Me parecía que había cosas más importantes que atender". Entre aquellas "cosas" que le preocupaban más en los años 60 y 70 estaba la guerra de Vietnam y los derechos civiles. A Fonda, a quien su madrastra –enviada por su padre– ponía a dieta y le alargaba las faldas para que no enseñara demasiada carne, no le parecía que el machismo tuviera nada que ver con ella, pero a los 33 años abrió los ojos y desde entonces, no hubo reivindicación feminista a la que la intérprete de La jauría humana no se sumara.

En España no tenemos una Jane Fonda. "Haber tenido una dictadura tantos años hizo que las artistas de su misma edad no tuvieran margen ni opción para ser tan activistas como ella. No podían posicionarse públicamente, pues hay que recordar que las mujeres hasta no hace tanto no podían comprar ni una lavadora sin el consentimiento del marido". Habla Itziar Castro, una de las artistas que aquí toma la palabra por ese feminismo por el que Fonda es aplaudida. Para Castro, la más parecida en España a la actriz estadounidense sería Concha Velasco. "Por trayectoria, porque siempre ha dicho lo que piensa y por luchadora", opina la intérprete de Vis a vis.

Itziar, además de palabras, pone su cuerpo en esa reivindicación. "Por primera vez en 20 años de carrera me ofrecen un personaje que no tiene la palabra ‘gorda’ en ningún lado", dijo en El Español a propósito de Matar a Dios, película de Caye Casas y Albert Pintó. La exposición normaliza cuerpos y maneras de vivir que se salen de lo considerado "correcto". Y aunque lentamente, generan cambios. Cuando Itziar fue nominada en los Goya 2018 como mejor actriz revelación por Pieles, de Eduardo Casanova, no encontró firma que la vistiera pero hoy aparece en algunas listas de las mejor vestidas junto a compañeras a las que admira también por su estilo y muy distintas a ella físicamente: Paz Vega o Aura Garrido.

Seso y candilejas

Estar, aparecer, hablar. De eso va un cambio que se da poco a poco pero que no admite pausa y por eso Castro toma la palabra cada vez que puede, una que a partir del 17 de marzo rimará pues publica Con el corazón por delante, su primer libro de poemas. Por eso su figura es tan interesante, porque también forma parte de ese grupo de creadoras que hoy viaja entre la alta, la mal llamada baja cultura y el entretenimiento. En el caso de Castro, de las candilejas al escritorio, viaje inverso al que hacen escritoras como Elizabeth Duval, autora trans de 20 años con tres libros publicados: Excepción (poesía); Reina (novela) y el ensayo Después de lo trans. Disputaciones y disquisiciones desde la apatía.

Sus referentes son sólidos y de toda la vida –Rousseau, Marx– y como dijo en una entrevista condedida a Vogue, "hay que abandonar la autoyuda y volver a la filosofía". Su propuesta no es gaseosa, su poso es profundo pero sabe hacerse entender gracias en parte al manejo de las redes sociales y el dominio de todos los escenarios. Por eso para ella no es incompatible escribir sobre la filósofa Judith Butler y acudir a First Dates. "Son los medios de mayor calado dentro de las masas. Además, se hace así de ácido sulfúrico desde dentro", contó en El País.

Esa precocidad es algo que admira Castro, no tanto en la creación pues por más que ahora se elogie o denoste una obra empleando como argumento la poca edad de su autora, siempre hubo gente que hizo obras relevantes antes de cumplir los 30: Mary Shelley presentó Frankestein a los 26.A lo que se refiere Castro es a la valentía: "No tienen miedo", dice comparándolas con las pocas opciones que tuvieron las más mayores y el temor que aún tienen muchas de mediana edad.

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El segundo despertar de Jane Fonda

Cada cual tiene su ritmo y su circunstancia, y si en EEUU a ese momento de darse cuenta de que hombres y mujeres no son tratados por igual lo llaman "despertar" –cogiendo el término del movimiento de derechos civiles–, aquí la escritora Lucía Lijtmaer lo llamó "el golpe en la cabeza" en su libro Yo también soy una chica lista. Ese golpe fueron varios y progresivos en el caso de Irene Vallejo: "Mis primeros cuentos, garabateados en cuadernos de espiral, los narraba siempre una voz masculina. Así estaban contados los libros que leía: Dumas, Stevenson, Dickens, Verne, Salgari, London. Más tarde, llegaron otras lecturas y, sobre todo, mis profesoras en el instituto, que me impulsaron a cuestionar quién decidía las reglas, por qué en el repertorio faltaban tantas canciones".

La autora del fenómeno literario El infinito en un junco y Premio Nacional de Ensayo 2020 explica a Vanity Fair que fue de ese modo como reparó en las anomalías que hasta ese momento le habían parecido normales. "Recuerdo maravillosas sacudidas en las clases de mis maestras de literatura, filosofía y griego: Carmen, Inocencia y Pilar. Gracias a ellas, empecé a leer preguntando, en lugar de limitarme a aceptar las reglas del juego. El vuelco fue paulatino. Conocer en persona a escritoras, creadoras visuales y editoras fue un enorme impacto: gracias a ellas me atreví a buscar una voz propia", explica la doctora en Filología Clásica que en su bestseller quiso investigar la aportación intelectual de las mujeres desde la invención de la escritura. "Era consciente, además, de que el ensayo es un territorio tradicionalmente masculino, y me adentré en él con sed de experimentación, con voluntad de mestizaje".

Jane Fonda sí pudo expresarse abiertamente y por su posición, tuvo todas las plataformas para hacerlo. Pero eso no impidió que después de su primer "despertar" tardara 30 años más en "tener una voz completa como mujer", como ella misma ha reconocido. Era exitosa, guapa, tenía dinero y defendía la causa feminista pero aún actuaba "buscando la aprobación de los hombres". Al cumplir 60 años la cosa cambió: "Todo lo que hacía era teórico", comentó en referencia a los manifiestos que firmaba o las manifestaciones y actos a los que acudía. Para pasar a la acción, hizo dos cosas: una iniciar proyectos como el de abrir un centro de salud sexual para jóvenes y otra, vivir para ella, no buscando convencer siempre a los hombres.

Gracias a la educación y a la labor de muchas de las mujeres que en España toman la voz y los espacios para hablar de sus derechos, ese planteamiento lo tienen las nuevas generaciones más claro desde edad más temprana. De ahí nace una de las novelas más interesantes de los últimos tiempo, Listas, guapas, limpias, de la periodista Anna Pacheco, especializada en género: “Algún día fantasearemos con empapar de sangre a los inventores de la píldora. Todavía no. Estamos demasiado ocupadas tomándola cada mes y explorando todas las formas posibles de satisfacer a un hombre”, dice en un libro que la catalana publicó cuando tenía 40 años menos de los que tenía Fonda en su segundo despertar feminista.

Impacto y profundidad

"No hay nadie en España como Jane Fonda porque tiene muchas facetas, como la de gran icono estadounidense", comenta Lijtmaer a Vanity Fair. Pero aunque los destellos de la actriz lleguen a todo el planeta y sea capaz de escribir unas memorias comprometidas y repletas de anécdotas con la que nadie puede competir, la protagonista de Descalzos en el parque no entraría –o a duras penas– en el catálogo de un sello editorial como Anagrama. Sí lo hizo Lijtmaer, autora de Ofendiditos con la editoral de Jorge Herralde pero también escribe, dirige y conduce con Isa Calderón Deforme Semanal, el primer late-night español hecho íntegramente por mujeres.

El show de Lijtmaer y Calderón bebe de los programas nocturnos hechos en clave de humor, principalmente americanos, donde la primera mujer en presentar uno fue Joan Rivers., en 1986, y le costó duras críticas, la mayoría iniciadas por su jefe en el late night donde había empezado, el de Johnny Carson, que no escatimó ni un esfuerzo en presentarla como una traidora por querer tener su propia carrera y su propio espacio. Calderón y Lijtmaer llenan teatros y cada vez ocupan más espacios, pero al principio, la resistencia que ponen los medios tradicionales y mayoritarios en romper el discurso hegemónico las empujó a producirse y gestionarse. Eso tuvo su parte buena: alas y libertad creativa y no les ha ido mal: han sido las últimas –y aplaudidas- guionistas de la gala de los Premio Feroz. Pero aún hay trabajo que hacer: un vistazo a la programación actual confirma que el humor sigue siendo masculino singular en las principales cadenas y emisores del país.

Qué pasa con las minorías

La tarea de estas creadoras también es derribar puertas, abrir espacios y tomar la palabra."Tomarla, exactamente, no pedirla", dice Silvia Agüero que algo sabe del esfuerzo extra que tienen que hacer las minorías en este ámbito. Por eso decidió hablar y subir el volumen y además del libro Resistencias gitanas, publicado a cuatro manos con su pareja, Nicolás Jiménez, acaba de editar la revista Pretendemos gitanizar el mundo. Con enfoque antirracista y feminista, Agüero pretende que se reconozca la diversidad cercana, pues los medios no España tienenproblema en hablar y abordar el Black Lives Matter de EEUU pero cuesta más hablar del racismo que sufren los gitanos.

La situación la explicó perfectamente la ensayista Brigitte Vasallo al poner de manifiesto que el mismo otoño de 2017 que Angela Davis llegó a Barcelona a dar una charla sobre racismo y feminismo, las entradas volaron, pero que en la rueda de prensa organizada por la familia de Manuel Fernández Jiménez apenas tuvo eco en los medios. Manuel murió en la prisión de Albocàsser (Castellón II) mientras estaba en régimen de aislamiento. "La noticia de su muerte y las peticiones de su madre, Antonia, apenas circulan por las redes (…) no despega a nivel mediático y no despega a nivel emocional", decía la escritora en la revista Pikara pidiendo un "despertar" y asegurando que "nuestra Angela Davis será gitana".

Irene Vallejo insiste en la necesidad de sacar a flote los referentes: "En la historia, hay un esquema que se repite: algunas mujeres brillantes consiguen reconocimientos en vida, pero cuando mueren ya casi nadie las reivindica. Esa amnesia empequeñece nuestro mundo, el de todos. Es importante recordar a las que nos abrieron paso, para que las mujeres de hoy no seamos el olvido de mañana". Esa necesidad se hace imperiosa en el caso de las minorías. Por eso uno de los empeños de Agüero es que se conozcan las vidas y los logros las gitanas y así, ampliar y diversificarel catálogo de referentes: "Hay gitanas deslumbrantes, por ejemplo, La Paquera de Jerez", dice nombrando a una de las grandes del flamenco que Silvia describe como "una gitana que vivió como le dio la gana".

Lo hace también porque cree que aportar otros testimonios y otros modelos–también físicos porque otra de las luchas de las gitanas feministas es que se rompa lo que Agüero llama "la belleza hegemónica"– ayuda a que las mujeres se unan y conozcan cómo han resistido y reclamado su espacio mujeres de culturas distintas . "Las gitanas han encontrado su manera de resistir y salir adelante durante 600 años en España, seis siglos donde también se han enfrentado a un Estado patriarcal, católico y racista. De esa experiencia y de esa historia, desconocida para la mayoría, también pueden aprender otras mujeres".

Un ejemplo es la mujer que aparece en el primer número de su revista: Katerina Taikon, conocida en su país como la Martin Luther King sueca. Que en Suecia ha habido episodios de racismo contra la población gitana y abusos policiales daría para un artículo aparte, pero también es cierto que la vida de esta escritora y actriz fue recogida en un documental en 2015 y que ella misma, en vida, fue autora de una serie de relatos que hablaban de la situación de los niños gitanos en orfanatos que tituló Katitzi y fueron un éxito editorial y también en formato televisivo.

Aquí, el referente con más repercusión es la nieta de Lola Flores: "Creo que Alba Flores es un modelo porque es una mujer comprometida, cercana y una figura que representa la diversidad gitana", cuenta Agüero sobre la protagonista de La casa de papel. Efectivamente, Alba Flores siente ese compromiso, tal como demostró en la entrevista que concedió en 2018 a Vanity Fair, donde se lamentaba de que en muchas ocasiones los guionistas aún se manejaran con tópicos a la hora de retratar a los gitanos en la ficción. Otro modelo sería Mala Rodríguez, mestiza como Alba, y reconocida en 2019 con el Premio Nacional de Músicas actuales y una pionera del rap no sólo en España, pues la jerezana criada en Sevilla, exportó su talento a Sudamérica donde sigue siendo un referente para todas las raperas que empezaron mirándose en ella en los años 90.

Pero tanto Mala como Alba, que así lo expresó en VF,sienten reparos en hablar en nombre de las gitanas por una razón: se sienten privilegiadas. "Tengo claro que mi madre es paya y mi educación, privilegiada; así que no puedo reivindicar una lucha que no me pertenece de primera mano. Pero puedo colaborar”, dijo la nieta de La Faraona en estas páginas tocando el espinoso asunto de la representatividad.

El feminismo de las reinas

La clase de feminismo que la periodista Anna Pacheco dio los alumnos de la academia de Operación Triunfo abordó ese asunto. Cuando puso en duda que el feminismo liberal –que defienden partidos como Ciudadanos– fuera feminismo, Inés Arrimadas salió a defenderse. Para Pacheco, el feminismo es también una lucha de clases y por tanto, no tiene sentido que se lo apropien las clases privilegiadas. No es un planteamieno minoritario, pero incluso entre mucha gente que lo defiende tiene Jane Fonda aceptación a pesar de ser rica, blanca y privilegiadísima. La clave está en que su compromiso con las causas que ha abrazado y abraza no son flor de un día ni solamente pose para una foto. "Por su trayectoria política, por ejemplo esa foto icónica durante su viaje a Vietnam, que para la opinión pública estadounidense imagino que generó el mismo estupor que aquí cuando Marisol se definió comunista", opina Lijtmaer que coincide con Castro en que quizá sea Concha Velasco la más parecida en algunos aspectos pero sin alcanzar el grado de complejidad y matices que tiene Fonda.

Es evidente que el perfil de Fonda obedece a otra tradición y otro star system y que su origen le ha facilitado las cosas, pero también que ella tiene una personalidad que ha marcado su vida y su modo de estar en ella. Por ejemplo, no promulga el feminismo solo para reclamar que las mujeres sean emprendedoras, presidentas de Gobierno o directivas. Ella lo hace para que puedan elegir en todos los ámbitos de su vida, no para que perpetuen un sistema, el capitalista, que Fonda ha seguido por voluntad propia. Y porque ha tenido la oportunidad, claro, pues quienes enarbolan la causa feminisa solo para alcanzar las cimas del poder a veces ignoran –o simplemente obvian– que todas las mujeres no arrancan en el mismo punto del camino. Quizá esa sea otra diferencia entre la privilegiada Jane y otras que desde España lanzan mensajes parecidos pero con menos perspectiva: ella parece tener claro que puede ser inspiración, no modelo, porque su biografía y sus recursos son la excepción.

Muchas Jane Fonda… en la cultura

En España, figuras con ese poder económico y mediático no están en la cultura sino en la empresa o la banca, y no hay ninguna figura que, como Fonda, vaya a manifestaciones, la detengan y haga declaraciones en tono contundente sobre cambio climático, racismo o feminismo. Por eso, cuando sucede, aparece enseguida la sombra del purple washing, término que critica a quien se acuerda del feminismo cuando conviene incluso entrando en contradicción con otros principios que defienden.

La reina Letizia es un ejemplo. Cuando en 2019 el Consejo General del Poder Judicial le dio el premio a la personalidad que más había dado visibilidad a la violencia machista, las críticas se dirigieron al órgano que la premiaba –por reconocer a alguien que no trabaja sobre el terreno– y a la reina, a quien algunas entidades feministas la acusaban de estar defendiendo una postura indefendible al formar parte de una institución basada en los privilegios, es decir, no igualitaria. Y señalaban lo cómodo de su postura. Lo que reconocía el galardón era la visibilidad -algo que demuestra con cifras y análisis el estudio de la profesora Palma Peña, "Empoderamiento y discurso femenino: el caso de la Reina Letizia de España”– que da a los derechos o la falta de ellos de las mujeres, algo que puede parecer poco pero que no hace ninguna de las monarcas europeas ni futuras sucesoras como Kate Middleton.

A falta de poder medir el grado de compromiso real de quienes asumen el discurso feminista desde posiciones de privilegio, sí hay algo claro: el trabajo que hacen las mujeres creadoras que aparecen en este artículo junto a otras muchas han logrado que instituciones, medios y personalidades que nunca se habían mojado con el feminismo hayan reparado en él. Un ejemplo es que la Fundación Princesa de Girona acabe de premiar a la veterinaria y escritora María Sánchez por la reivindicación que hace en su trabajolas mujeres del mundo rural.

Algo en común

Si además de las cifras que hablan de desigualdad o violencia machista, hay algo que demuestra que aún queda mucho por hacer: los ataques que reciben estas creadoras por defender los principios del feminismo. También Jane Fonda tiene sus haters pero a nadie se le escapa que ser una estrella de Hollywood ayuda a que lo que diga y haga pase mejor. Entre otras cosas, al menos desde aquí, porque queda lejos. Y también ayuda que incluso cuando la detienen aparezca tan elegante.

Pero ni ella se libra del acoso que en redes sociales y determinados medios de comunicación se ejerce contra el feminismo. De esa realidad partióel manifiesto que en diciembre de 2020 firmaron un grupo de 250 mujeres, entre las que se encuentraban la directora de cine Isabel Coixet: "Las agresiones a feministas se han multiplicado hasta el punto de hacernos la vida insoportable, particularmente a aquellas que por razones profesionales o por nuestra lucha contra el machismo, tenemos una presencia pública constante". Por eso dicen Lijtmaer y Calderón que en las redes "hay que cuidarse", a propósito de esos canales masivos y efectivos pero también donde la violencia se ejerce de manera anónima, y si no anónima, a distancia y muchas veces, sin consecuencias.

Vallejo también los ha padecido, aunque de otra manera: "He sufrido mensajes violentos e insultantes en la vida y en las redes, sobre todo cuando reflexiono sobre feminismo, pero han sido esporádicos", dice con alivio. Muchas de ellas tienen que retirarse a veces de la exposición para evitar el desgaste que producen esos ataques. Para Vallejo, sin embargo, lo que alguna vez la ha hecho replanteárselo todo ha sido algo que nuestra sociedad aún tiene pendiente. "Lo que me ha llevado al borde de abandonar ha sido el precio personal que se paga por los cuidados y las dificultades para conciliar la maternidad y la escritura", explica la autora más sobresaliente de 2020 apuntando a un tema –otro más– que hacen tan pertinente la celebración del 8 de marzo todos los días del año.

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