Joan Laporta, el regreso del gran seductor
"Acabó convenciendo a Isidre Fainé, ¿qué otra prueba quieres de su poder de seducción?", explica a Vanity Fair sobre Joan Laporta una empresaria próxima a los círculos sociales y económicos del Barça. El episodio al que se refiere se remonta a la primera presidencia de Laporta, la que ganó en 2003 junto a su entonces amigo Sandro Rosell, con quien hizo una campaña donde no escatimaron críticas a la entidad con la que el club tenía una deuda de 150 millones de euros. El ataque tenía su razón de ser (al menos en parte) en que el grupo rival (encabezado por el publicista Lluís Bassat) representaba de distintas formas y en distintos grados a ese banco. La prueba es que uno de sus miembros era Salvador Alemany, ex presidente de Abertis y hoy directivo de la Fundación CaixaBank.
Pero ya ganador, Laporta quiso sentarse a renegociar la deuda y Fainé, debido a los desplantes de la campaña, no quiso atenderlos. Según informa esa empresaria a esta revista, la puerta a ese encuentro la abrió un amigo del padre de Rosell, pero quien logró ablandar al banquero para negociar el pago de la deuda en siete años fueron Laporta "y su poder de convicción". El mismo que puso a funcionar para ganar las elecciones el pasado 7 de marzo y volver así al club de su vida.
Esta vez, como ocurrió en su primera candidatura, el descrédito de sus antecesores ha jugado a su favor. Si en 2003 fue el del todopoderoso José Luis Núñez, en 2021 ha sido el de Josep Maria Bertomeu, detenido e investigado en el "caso Barçagate", en el que se acusa a su directiva de administración desleal y corrupción. Además, se le considera responsable del malestar de la estrella del equipo, Leo Messi, que ha amenazado con irse en varias ocasiones.
Hay pocas dudas de que esa situación le allanó el camino a Laporta. "La gente recuerda con nostalgia el Barça que dirigió: uno con Pep Guardiola de entrenador; con un presidente que planteaba una gestión más moderna; Ronaldinho como estrella…", apunta Toni Padilla, periodista deportivo que cubre la información del equipo azulgrana en el diario Ara.
Los talentos que le han llevado a esta victoria son los mismos que demostró en la primera. Uno es, como indica Patricia Gabancho en Joan Laporta: de la presidència del Barça al Palau de la Generalitat (Edicions Columna, 2010), entender a la perfección el significado de la frase "el Barça és més que un club". Laporta comprendió que era un tejido social construido como vía de escape del franquismo, una red y unas emociones que el anterior presidente despreció y el joven Joan recuperó. "Demostraba que sabía sobre qué bestia cabalgaba", afirma Gabancho.
Por eso los socios le han dado de nuevo su confianza, olvidando incluso sus traspiés y su peor cara: la del hombre a quien el poder descontroló el carácter y era capaz de bajarse los pantalones ante las cámaras en un control aeroportuario ante el guardia civil que lo atendía o enfrentarse de forma agresiva a un socio que osó criticarlo. "Está claro que en su elección ha prevalecido el optimismo que transmite pues sin duda llevaba mejor programa, más estructurado y de futuro su rival, Víctor Font", afirma Padilla, que como el resto de entrevistados reconoce en Laporta un carisma y una habilidad para las relaciones públicas que le ha permitido aunar personas, situaciones y objetivos en principio irreconciliables. E incluso conseguir que gente con quien ha tenido disputas muy duras regrese, antes o después, a él: es el caso de Rosell, con quien rompió de manera traumática en 2005 y de quien su entorno confirma que vuelve a ser amigo.
Un presidente independentista
Esa capacidad para convencer también la puso en práctica en política, donde entró en 2010, tras abandonar el fútbol. Nunca escondió que iba a aprovechar el tirón de haber sido el presidente del Barça para contribuir a lograr un sueño que compartía: la independencia de Cataluña. Por eso en esta última candidatura a presidir el club recibió el apoyo de Carles Puigdemont, entre otros líderes catalanes afines a la secesión.
Cuando dio el paso a lo público, Laporta creó Democràcia Catalana (Dcat), formación con la que, gracias a una coalición de partidos, obtuvo un escaño en el Parlament. Apenas duró en él dos años, y el último además lo compatibilizó con el asiento de concejal en Barcelona que logró en las municipales de 2011 gracias a una alianza con ERC. Allí volvió a demostrar su punto fuerte: "El líder del partido en la ciudad, Jordi Portabella, se quedó devastado porque aquellas elecciones pasó de tener cinco a tener solo dos concejales y uno era Joan Laporta", cuenta a VF un periodista que cubre la información municipal en la capital catalana.
Para más inri, el culé no conocía la casa, ni los tiempos, ni la cantidad de trabajo que supone la política, lo que complicaba mucho el trabajo de su grupo municipal. Otros redactores confirman que hubo veces que Laporta olvidó acudir a citas con la prensa que había organizado ERC. "Pero lo curioso es que al final él y Portabella se llevaban la mar de bien", explica ese periodista recordando la forma en que una pareja atípica acabó convirtiéndose en una muy bien avenida. "Hasta el punto de que cuando Portabella dejó la política, lo fichó como director de su campaña para volver a presidir el Barça.
Una vida poco privada y muy variada
Que Joan Laporta se mueve como pez en el agua en cualquier ambiente y con cualquier persona lo demuestra también en su vida privada. Criado en Barcelona, en una familia de médicos en la que bebió y asumió el catalanismo, se casó en los años 80 con Constanza Echevarría, madre de sus tres hijos: Pol (27), futbolista en el CD Montcada, equipo de segunda división; Guim (23) lo hace en el UD Sant Julià, club andorrano de primera división y Jan es el pequeño y el que lleva el nombre y el diminutivo con el que también se conoce al padre en su círculo de amigos y familiares.
Constanza es hija de Juan Echevarría, que fue presidente de FECSA en los años 90 y estuvo en política al crear un partido en 1980 a cuatro manos con el ex presidente de la patronal, Joan Rosell, que acabó integrado en Alianza Popular. De derechas y españolista, las ideas del empresario chocaban con las del yerno, pero se necesitaban: Laporta, por sus contactos para llegar a presidir el Barça, donde a cambio, dio un puesto a su cuñado, Alejandro Echevarría, quien le ocasionaría uno de los problemas de imagen más sonados de su primer mandato. Sucedió al descubrirse que Alejandro mintió a la junta al negar que formara parte de la Fundación Francisco Franco, hecho que más tarde acabó confirmándose.
"No volverá a pisar el vestuario del Barça y si lo hace, hágamelo saber", dijo a la prensa cuando se conoció el caso. Los cuñados rompieron del todo en 2005, mismo año en que empezaron las tiranteces con Rosell, pues los problemas del club se intensificaban con tensiones personales y familiares entre las que se incluía que el matrimonio de Laporta hacía aguas. El divorcio se firmó en 2012, pero tres años después, Laporta volvía a mostrar su habilidad para limar asperezas y retomó la relación con su excuñado con una comida organizada por el ya expresidente y entonces político.
En 2005, echó del Barça a su cuñado, Alejandro Echevarría, tras conocerse que era miembro de la Fundación Francisco Franco
Mientras estuvo casado, Laporta mantuvo un poco las formas, pero tras el divorcio, relajó su estilo y demostró que su capacidad de adaptación también la aplicaba a sus relaciones sentimentales. La primera confirmada fue Flavia Masoli, camarera a la que conoció en un hotel y acabó contratando en el departamento de relaciones públicas del Barça. También hubo una periodista, la italiana Simona Ventura; una estrella del porno, María Lapiedra y una "princesa",Gulnara Karimova.
No lo era por título, sí por estilo de vida. La hija del ya fallecido dictador de Uzbekistán, Islam Karimov, fue quien más puertas le abrió a nivel internacional y también la que más problemas le ha dado. Empresaria y ex embajadora de su país en la ONU, entre otros cargos, hoy se encuentra en arresto domiciliario condenada por varios delitos fiscales que empezaron en 2012 en Suiza, donde los fiscales la acusaron de lavado de dinero. En su momento, a Laporta las relaciones con su familia le abrieron vías de negocios y clientes para su despacho de abogados, pero también una investigación de Hacienda que demostraba que el expresidente había dejado de pagar 10 millones de euros al fisco relacionados con un partido amistoso que firmó con el club de aquel país.
La última novia conocida de Laporta fue una joven 25 años menor que él, la marroquí Sana Khouja. Con ella se dejó ver en una de las poses que daba cuenta del Laporta que se había emborrachado de poder: en un yate, bebiendo champán, fumando un puro y siempre celebrando. Es un estilo que empezó a mostrar cuando aún estaba en el club e hizo populares frases como "¡Que aprendan!", que se le oye decir el documental Barça Confidencial presumiendo de haber cerrado el fichaje de un jugador, Edgar Davids, en unas pocas horas. "¡Al loro, que no estamos tan mal!", fue otro hit enunciado ante el Congreso Mundial de Peñas del Barcelona en 2008 cuando Laporta ya había convertido la discoteca Luz de Gas en uno de los puntos más frecuentados por él y su directiva.
Del Kennedy azulgrana a Berlusconi
Esa vena más espontánea, desacomplejada y fanfarrona lo fue equiparando, al menos mediáticamente, a su antecesor, el empresario inmobiliario Josep Lluis Núñez, que fue siempre carne muy propicia para parodias y humoristas. También lo ha convertido en blanco de muchas críticas, incluso por su físico: si engordaba, si adelgazaba o si se había operado, como ocurrió en la última campaña electoral, en la que presentó un aspecto rejuvenecido. Por todo eso también, si al inicio de su carrera en el mundo del deporte había quien se refería a él como el "Kennedy azulgrana", más tarde las comparaciones se hacían con Silvio Berlusconi: por el moreno excesivo, el exhibicionismo y la imagen que daba con las mujeres.
En este aspecto, del mismo modo que no oculta a sus novias, tampoco esconde que no tiene mucha idea de quiénes son las deportistas de los equipos femeninos del Barça. Criticado porque en su última lista electoral sólo había una mujer, aún no está claro que vaya a ocupar ningún cargo: "Él no oculta esas carencias que le vinieron bien en 2003, cuando en ese sentido, el mundo era de otra manera. Está por ver si será capaz de adaptarse a estos tiempos donde no se pueden permitir determinados comportamientos", añade Padilla.
En este asunto, sin embargo, juega que el mundo en general quizá esté más concienciado de que la igualdad entre hombres y mujeres no puede esperar más, pero el mundo del fútbol, aquí, en Japón como en Catar sigue siendo eminentemente masculino y machista.
El don de gentes
Con esas apariciones, Laporta se apartaba cada vez más del estilo de vida que aprende todo empresario catalán que se precie: perfil mediático bajo, discreción absoluta en cuestiones privadas y nada de ostentación. Pero es que, aunque emparentado con ese entorno, él venía de otro. Como explica la periodista Gabancho en su libro, la suya era la clase media barcelonesa "calladita y resistente" que le dice a sus hijos "cuando llegue el momento, ya harás lo que toca". Padilla describe bien ese enclave en el que nació, justo por debajo de la Diagonal, la arteria que en Barcelona separa la zona alta del barrio burgués: "Él sabe tratar y caer bien por igual a la clase alta y a la gente del mercado". Y es parte de la razón que llevo a "Jan" a ascender y colarse en todos los ambientes (empresariales, nocturnos, deportivos, políticos) sin dejar de ser él mismo.
Laporta sabe dirigirse a cualquier persona, pero también poner en letargo su personalidad si la situación lo requiere. Es lo que ha hecho en los últimos meses, cuando planeaba volver a ser presidente del Barça. Un ex colaborador de su antiguo bufete de abogados resume así su estrategia: "Hace tiempo que no escucha los consejos que se le dan, pero sabe ver lo que le conviene y si el beneficio que busca lo requiere, tiene la fuerza de voluntad para controlarse". Y es cierto, pues carácter, energía y tendencia a los excesos ha tenido desde chaval pero no siempre lo deja ver.
Lo demuestran algunos episodios de su biografía. Uno de los mas comentados, y del que no se conocen los detalles porque las versiones varían muchísimo, tiene que ver con la expulsión de los maristas que le obligó a acabar el instituto en una academia privada ubicada en La Pedrera, obra de Antoni Gaudí, ubicada en pleno Paseo de Gracia. Una cara muy distinta a la del joven abogado que entró a formar parte del Elefante Azul, grupo culé de opositores a Núñez que encabezó Ángel Fernández (Ferrovial), que perdió las elecciones.
El Elefante Azul lo intentó de nuevo. En una de sus reuniones, celebradas en el restaurante La Manduca de Barcelona, alguien dijo un día con media voz: "¿Por qué no soy yo el candidato?" A Laporta le respondieron algunos que era demasiado joven (tenía 38 años), pero al año siguiente el chico de Eixample barcelonés presidía el club, junto al Real Madrid, más importante del Estado y lo colocó en Europa. "No solo en lo deportivo: está claro que le dio peso al Barça en las instituciones europeas. Con España, ese trabajo lo había hecho antes Joan Gaspar, pero es que Laporta y su equipo hablaban inglés y aunque parece una tontería no lo era en 2003 cuando relevaron a la directiva de Nuñez", cuenta Padilla, que recuerda que fue en su mandato cuando el equipo acordó con la ONU llevar el logo de Unicef impreso en las camisetas en lugar del de cualquier marca.
Hoy, Laporta ha vuelto a seducir a los socios del club que presidirá los próximos cuatros años, pero no serán los últimos. Haciendo gala de su natural desparpajo, ya ha dicho que solo necesita "un asado" con Messi para convencerlo de que no se vaya. Toni Padilla, muy curtido en lides azulgranas, cree que la situación es algo más complicada: "Me parece que Leo ya ha tomado la decisión de marcharse, pero si se consigue el dinero… el único capaz de convencerlo sería Laporta". Hay quien va más allá. Por ejemplo, la empresaria catalana que conoce al presidente desde hace décadas y no descarta que haga volver a Guardiola: "Si se salió con la suya con Fainé, ¿por qué no iba a hacerlo con Pep?"
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