Grace Kelly y la broma que mantuvo 26 años con Alec Guinness, su ‘príncipe’ antes de casarse con Rainiero
Alec Guinnes (Londres, 1914) fue uno de los pocos actores capaces de abordar brillantemente a Shakespeare en los teatros y a la vez, triunfar en Hollywod. Es lo que le llevó a interpretar a Hamlet en el Old Vic de Londres y a Obi-Wan Kenobi en la primera entrega de La guerra de las Galaxias.
Su vis cómica la exhibió en cintas como Oro en barras o El quinteto de la muerte, ambas estrenadas mientras tuvo contrato con Ealing, la productora británica que se especializó en comedias y de la que no seríaexagerado decir que construyó la idea que tenemos de cómo es el carácter británico.
A difundirlo también Guiness, que dejó muestras de su propio humor en sus memorias, publicadas en 1986. Es en esas páginas donde recoge la broma que mantuvo con Grace Kelly durante 26 años, una gamberrada entre amigos que sólo acabó cuando la princesa de Mónaco murió en 1982 en un accidente de coche.
La chanza empezó en 1955, durante el rodaje de El cisne, donde Guiness interpretaba al príncipe Alberto, un joven que acude a visitar a su prima casadera, también princesa, interpretada por Kelly. La historia de amor era la primera que Alec rodaba en Hollywood pero la penúltima para Grace, que ya estaba prometida con Rainiero de Mónaco. El rodaje acabó tocando a la Navidad de 1955, y de enero a marzo de 1956, la estadounidense rodó Alta suciedad, año en el que también se casó con Rainiero.
Eran por tanto sus últimos días en el cine. El director de El cisne lo sabía, por esoCharles Vidor (Gilda, La dama en cuestión, Adiós a las armas) quiso que Grace se llevara un buen recuerdo. Y Guiness ejerció encantado su papel en el plan de Vidor."Uno de los exteriores era en Carolina del Norte y un grupo de indios norteamericanos llegó al pueblo. Uno de los del equipo les compró un tomahawk y me lo regaló. Cuando fui a pasar una semana de vacaciones a Nueva Orleans , decidí que pesaba demasiado para llevarlo, de modo que le di un dólar al portero del hotel, pidiéndole que lo pusiera en la cama de Grace".
Así empezó la broma que acompañó a Kelly en toda su vida como princesa, a la que llegó con un vestido de novia hecho por la misma mujer que le hizo los suntuosos vestidos que lució en El cisne, la diseñadora Helen Rose.
Nadie comentó el suceso del hacha en la cama de Grace hasta unos años más tarde, cuando la joven ya era princesa e inició una gira de lecturas por Estados Unidos acompañada del actor John Westbrook.
Una de las paradas de esa gira fue Michigan. Guinness se enteró y a través de un amigo común le mandó el tomahwak a Westbrook, que le hizo el favor de colarse en la habitación de Kelly y metérselo en la cama. Al día siguiente, en el desayuno, la princesa dejó caer el nombre de Guinness como quien no quería la cosa, pero Westbrook no hizo ni caso. La princesa probó de una forma más directa: preguntándole a su amigo si conocía a Guinness. Pero éste respondió que no –era verdad, Guinness lo había hecho todo a través de otro amigo– y ella no sacó más el tema y se llevó el hacha a Mónaco.
Allí la guardó hasta que en 1979, Alec Guinness fue reconocido por la Academia de Cine con el Oscar honorífico. Alojado en el Beverly Wilshire Hotel de Los Ángeles, no dio crédito cuando al volver a su habitación tras la gala, él y su esposa encontraron entre las sábanas el dichoso tomahawk. No sería la última vez que el hacha viajaba entre los dos amigos: en 1982, Grace recaló en Chichester para hacer otra de sus lecturas públicas y Westbrook volvió a ejercer de cómplice de Guinness pero como la princesa se acostó aquella tarde a hacer una siesta sin quitar ni la colcha de la cama, no vio el tomahwak.
Su compañero, sorprendido de que no le hiciera ni un comentario al respecto, llamó a Guinness y éste le dijo que se la metiera en la maleta. Como la única que encontró abierta Westbrook era una donde Kelly guardaba pijamas, camisones y ropa íntima, el hacha acabó escondida entre la lencería de la princesa de Mónaco.
Y allí se acabó la broma, pues poco después Grace murió en un accidente de coche y nunca más se supo de aquel hacha. Según explicó Guinness en su libro, "algún estúpido" que conocía el juego que compartían sugirió que la enterraran con el tomahwak en la tumba de la Catedral de San Nicolás, en Mónaco, donde descansarían para siempre sus restos. Nadie secundó ese plan. Tampoco Guinness, que resumió así lo que le pareció la idea: "Nadie quiere ser enterrado con una broma".
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