20 años de la boda de Haakon y Mette-Marit: el vestido de novia que resumió toda la moda nupcial de los dosmiles
El 25 de agosto de hace dos décadas, la noruega Mette-Marit Tjessem se convirtió en princesa consorte de su país al contraer matrimonio con el heredero del trono, Haakon Magnus, en la catedral de Nuestro Salvador de Oslo. La plebeya dio el salto a royal vestida con una pieza que resume el espíritu nupcial de la época –la de los primeros 2000– mejor que ningún otro vestido de sus homólogas coetáneas. Máxima de Holanda, Matilde de Bélgica, Mary de Dinamarca o Letizia de España prefirieron ataviarse, en sus bodas con los reyes del hoy y del mañana, con modelos clásicos y atemporales que podrían pertenecer a cualquier año de los últimos siete decenios.
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Del diseño y la elaboración del vestido de Mette-Marit se ocupó su compatriota Ove Harder Finseth. La estructura principal consta de un cuerpo con escote barco –tanto delantero como trasero– y corte en la cadera recto del que nacía un par de mangas largas ajustadísimas y una falda que gana volumen hacia los pies y que se extingue en una cola que roza el par de metros. Gracias al crepé de seda natural en color marfil con el que está cosida toda la pieza el modelo resulta volátil, pese a los metros de tela que exige su elaboración para conseguir la estructura acampanada de la base y el corpiño mediante pliegues. Según reconoce en su propio sitio online, Harder Finseth adora procesar las telas para que las prendas resulten únicas. La otra especialidad del creador es el bordado, una técnica romántica de la que abusan los miembros de las familias reales en sus nupcias y a la que también renunció la sencilla Mette-Marit. La falsa (o no) apariencia de ligereza es una de las principales características de la moda nupcial de la primera década del siglo XXI.
El dibujo del vestido de la mujer que está llamada a ser la próxima reina consorte de los noruegos está inspirado en la silueta del que lució la bisabuela de Haakon, la reina Maud, cuando se casó el 22 de junio de 1896 en Londres con Haakon VII, primer soberano electo de la Noruega independiente. La fiebre por la moda del pasado (vintage o añeja) es otra de las particulares de las novias de los primeros 2000.
El maestro de la confección a medida en exclusiva bajo pedido era el favorito en todas las quinielas sobre quién sería el elegido por la futura princesa para cubrirla en su gran día. Uno oficializado nueves meses antes, cuando se anunció el compromiso de Tjessem con el hijo de Harald y Sonia de Noruega. El nombre de la soberana, futura suegra de la prometida, fue otro de los que sonó con fuerza en las tradicionales porras. La reina tiene formación en diseño, y ella misma se había dibujado la especie de hábito de corte A en seda blanca, con aplicaciones de pedrería en el cuello chimenea y en los puños acampanados, con el que se casó el 29 de agosto de 1968.
Como velo, Mette-Marit eligió un sencillo tul de seda de seis metros que nacía de la parte superior del moño bajo en el que le habían recogido su pelo rubísimo. La joven se coronó, tras un flequillo peinado con raya a un lado, con la liviana diadema de 23 margaritas de diamantes elaborada en 1910 que le habían regalado los soberanos noruegos, tras anunciarse el primer enlace real del nuevo milenio. La novia, en vez de prender de su cuello y de sus orejas el aparatoso aderezo de pendientes y collar de la citada reina Maud (que también había recibido de manos de sus suegros), eligió un par de dormilonas de diamantes y una cadena de oro blanco con un brillante. Un sencillo detalle muy típico de las casaderas dosmileras. Eran las mismas alhajas que Mette-Marti había utilizado para el posado fotográfico en el Palacio Real de Oslo con el que los tórtolos habían inaugurado, tres días antes, los fastos con motivo de su futura unión.
En el dedo anular de su mano izquierda, la noruega presumía de su anillo de compromiso; un solitario de oro amarillo engastado con diamantes y rubíes. El mismo con el que el rey Olav le declaró su amor a la princesa Marta de Suecia en 1929 y el rey Harald V el suyo a Sonia Harldsen en 1968. Una joya que permaneció oculta prácticamente toda la ceremonia bajo el ramo de novia, que también era de lo más original. Mette-Marit se escoltó tras una larga guirnalda trenzada con hojas verdes y flores moradas, su color favorito, y níveas. Las novias del nuevo siglo huían de los aburridos bouquets de rosas, que recordaban a los antiguos matrimonios reales por intereses políticos.
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