Jean Christophe Bonaparte y Olympia von und zu Arco-Zinneberg
Esta semana, dos jóvenes de ojos azules y apellidos regios, Jean Christophe Napoléon y Olympia von und zu Arco-Zinneberg, posaban en la foto junto a Alberto y Carolina de Mónaco en el Principado, descubriendo un busto dedicado a la emperatriz Eugenia en los Jardins Saint-Martin. Quizás sus rostros no sean muy conocidos pero, en otros tiempos, su boda habría sido de esas que dejaban satisfechas a las familias reales, deseosas de emparentar y establecer lazos para fortalecer su poder.
Jean Christophe Bonaparte es, ni más ni menos, que el jefe de la Casa Bonaparte y eterno aspirante al trono francés. Y ella, Olympia von und zu Arco-Zinneberg, bisnieta del último emperador de Austria, Carlos I, por parte de madre, y tataranieta del último rey de Baviera, Luis III, por parte de padre. Con semejante árbol genealógico, Jean Christophe y Olympia habrían sido, hace varias generaciones, una pareja capaz de construir un gran imperio, uniendo (de nuevo) a la Casa de Habsburgo y la Casa de Bonaparte.
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Lejos de las obligaciones reales de las casas reinantes, ellos han disfrutado de la libertad y el anonimato que otros royals no tienen, sin tener que renunciar a ese mundo aristocrático que les unió desde pequeños. Olympia nació en Múnich pero ha vivido gran parte de su vida en Estados Unidos. En Yale se licenció en Ciencias Políticas y fue durante un semestre de estudios en París donde su relación con Jean Christophe empezó a tomar forma. Ambos se habían conocido en la fiesta de cumpleaños del príncipe Félix de Luxemburgo y no es de extrañar que Jean Christophe se fijase en esa chica de apellido impronunciable, ojos azules y vida cosmopolita que terminaría llevándole al altar en la mismísima Catedral de Saint-Louis des Invalides, en París.
La pareja se comprometió en Suiza, donde él le regaló a ella un anillo que llevaba engarzado un diamante que formaba parte de una de las diademas de la emperatriz Eugenia de Montijo. Un anillo que ocupó muchos titulares porque fue robado del coche de la pareja mientras esta almorzaba con sus padres y que, afortunadamente, fue recuperado para seguir formando parte del joyero particular de Olympia.
La boda fue el 19 de octubre de 2019, cuando ambas familias reunieron a una lista de invitados en la que no faltaron miembros de todas las casas reales, desde la de Luxemburgo a la griega, pasando por la británica o la de Lichtenstein. Allí estaban, también, algunas de las jóvenes y mediáticas parejas de la realeza con las que comparten amistad, desde Beatriz de York y Edoardo Mapelli a Sassa de Osma y Christian de Hannover.
Ese día, Olympia estaba espectacular con un vestido de Oscar de la Renta, un diseño palabra de honor con grandes hojas cosidas sobre tul, una minicapa a juego y un gran velo ribeteado por las mismas grandes hojas. Sobre su cabeza, la espectacular tiara Savoy Aosta Bandeau, con la que se casó la princesa Hélène de Orleans, esposa del segundo duque de Aosta, y que también lució como gargantilla la archiduquesa Isabel de Austria.
Verles a ellos en el altar suponía rememorar la boda de Napoleón I y María Luisa de Austria, su segunda esposa, una boda con la que se quería poner fin a los conflictos entre Francia y Austria. Dos siglos después, de nuevo un enlace unía a los Napoleón y los Habsburgo.
La pareja vive en Londres, y se codean con la alta sociedad británica. Él, graduado en Harvard y experto en finanzas, ha sido descrito por Tarik Bougherira, un experto en arte especializado en Napoleón, en The Times como «un príncipe moderno que comprende los problemas de hoy y está desempeñando un papel acorde con nuestra era». Jean Christophe es la cara visible de todos los homenajes en honor a Napoleón y sigue reivindicando el trono de Francia. Jean Christophe y Olympia representan a la perfección el paradigma de las nuevas generaciones de la nobleza: herederos de un linaje cargado de historia pero dispuestos a vivir una vida alejada de las convenciones y dedicados a triunfar en sus respectivas carreras profesionales.
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