Qué hacer si tu pareja quiere tener hijos y tú no quieres

La maternidad, así como el rechazo de la misma, es un tema en el punto de mira. En los últimos años estamos viviendo una proliferación de mujeres que han estado silenciadas por una sociedad que ha crecido educada, sembrada y acompañada de unos tópicos que no permitían que ellas alzasen la voz para decir: «No queremos tener hijos». Son las No madres, como las llama María Fernández Miranda; nomenclatura que da título, además, a su recién estrenado libro, en el que habla de su no maternidad, y de la de otras diez mujeres que, por diferentes causas, no han podido o no han querido tener descendencia.

En este particular testimonio que Fernández Miranda utiliza como medio para dar visibilidad a una convicción, decisión o forma de vida de la que cada vez forman parte más mujeres, la periodista reconoce haber tenido, en todo momento, el apoyo de su marido. De hecho, en las primeras páginas del libro, cuenta cómo hubo un momento en el que él le pidió parar con los procesos de fecundación in vitro (se sometió a siete, todos ellos fallidos): «Quiero tener una vida contigo, con hijos o sin hijos, y con toda sinceridad te digo que creo que puede ser una vida muy feliz. Lo que no quiero es tener una vida con alguien así de triste. Tú eliges».

Todas las mujeres que hablan en el libro de María Fernández Miranda hablan de una vida plena y feliz sin hijos. No han necesitado ser madres para sentirse completas, no se consideran menos mujeres por no haber dado a luz. Pero, ¿qué ocurre cuando la otra parte de la pareja no concibe esa familia de dos? O, dicho de otra manera, ¿qué ocurre si él quiere tener hijos y tú no? Al fin y al cabo, son dos personas quienes toman esa decisión de concebir hijos o no y la polémica surge ahora, porque en los últimos años era casi inconcebible que una mujer se negase a tener hijos por decisión propia.

Algunas de las protagonistas (todas ellas con historias reales) del libro No madres, reconocen haber tenido algún enfrentamiento de este tipo por su decisión de renunciar a la maternidad. La periodista Mamen Mendizábal, por ejemplo, cuenta que al romper con su exmarido, fue una de las cuestiones que éste le reprochó: «En realidad nunca he querido ser madre a toda costa, era más un deseo de mi exmarido. De hecho, cuando nos separamos (tras cinco años de matrimonio y once de relación) y llegó ese instante en el que ya te sueltas todo sin paños calientes, él me recriminó que nunca había pretendido en verdad tener hijos, que por una cosa u otra siempre había estado escaqueándome y, para ser honesta, creo que no me faltaba razón…». Maribel Verdú, otra de las No madres de María Fernández Miranda, también hace referencia al enfrentamiento con algunas exparejas en este ámbito, aunque ella siempre lo tuvo muy claro. «He tenido parejas que querían ser padres a toda costa, así que tanto ellos como yo sabíamos que nuestra relación iba a acabar en cuanto pusiéramos el tema sobre la mesa», relata la actriz a lo largo de su testimonio.

Entonces, ¿es el tema más trivial que puede plantearse una pareja? ¿Es la paternidad esa fuerza cuyo deseo o rechazo puede acabar con todo lo demás? Según la psicóloga Júlia Pascual, el quid de la cuestión reside en esa libertad que hemos adquirido las mujeres a la hora de decidir, algo que plasman a la perfección las diez protagonistas del libro ya mencionado. Tal y como nos explica la especialista, «en la actualidad las mujeres tienen cada vez más claro que pueden elegir ser madres o no ser madres, con pareja o sin pareja en ambos casos. Es decir, encontramos mujeres con pareja que quieren tener hijos y otras que no lo desean, así como mujeres solteras que quieren tener hijos y van a por ellos sin necesidad de pareja y otras que no quieren”. Julia Pascual incide en la importancia de mantener esa autonomía e independencia por parte de la mujer, sin verse obligada a tener hijos por el simple hecho de serlo. «Es muy importante que la mujer se sienta libre a la hora de elegir, jamás condenada a nada, porque si esto sucede, entraría en el papel de víctima y crearía un círculo vicioso muy agresivo con su pareja. Cada uno debe asumir su responsabilidad en la vida, tanto consigo mismo como con los demás (en este caso con la pareja) y ese proceso supone tomar decisiones, aunque estas impliquen renuncias muy importantes«.

Según indica la especialista, la clave (o solución, según se prefiera) está en equilibrar la balanza, y saber qué compensa más. ¿Son firmes ambas posturas y no hay posibilidad de ceder? En ese caso, la pareja acabará rompiendo. Lo importante es que ninguna de las dos partes se vea obligada a hacer algo de lo que vaya a arrepentirse el resto de su vida. Eso sí, la pareja puede pasar por una fase de comunicación y adaptación a la situación, que probablemente le haga encontrar una solución sin tener que romper de forma definitiva. «El principal problema suele ser la comunicación. Es importante que exista un traspaso de opiniones y convicciones entre ambas partes, para saber si podemos construir nuestra pareja en la misma dirección. Cuando falla el diálogo, es cuando confundimos las expectativas del otro e incluso nos sentimos defraudados. Uno de los errores más comunes que nos encontramos en una pareja es que el hombre quiera tener una familia y dé por hecho que ella siempre va a satisfacer sus necesidades. Seguramente ella nunca se haya manifestado al respecto y, cuando el tema se pone sobre la mesa y ella se niega, la pareja se rompe. Todo se basa en un problema de comunicación», explica a la perfección la doctora Pascual.

En este sentido, la experta nos propone dos soluciones posibles al conflicto, que pasan por acudir a un psicólogo especialista que les dará el espacio y las herramientas para reflexionar al respecto sin que se generen discusiones: «Si finalmente, uno de los miembros no cambia su postura, entonces lo más sano es que la pareja rompa pues estar sola también tiene sus beneficios. Si, por el contrario, uno de los dos cambia su postura, ambos podrán adaptarse a la nueva situación. Eso sí, quien cambie de opinión tiene que tener claro que ha sido una decisión propia y sin coaccionamiento, para evitar reproches o posicionarse como víctima, ya que eso sería letal para la pareja«.




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