Entrevista con Mabel Lozano sobre el cáncer de mama

Mabel Lozano es el perfecto ejemplo de torbellino de energía. Su voz sacude, emociona y convence a partes iguales y antes de lanzarle la primera pregunta ella tiene claro el primer mensaje que quiere mandar: el cáncer de mama aún es un estigma. Y lo explica claramente: «Cuando publiqué un post en Instagram en el que decía que me habían intervenido de cáncer de mama y todo había salido bien, con la intención de decir ‘no te despistes que esto te toca’, pues la papeleta más grande es ser mujer y del primer mundo, no te puedes imaginar la cantidad de mujeres conocidas que me llamaron y me dijeron que lo habían pasado y no lo habían dicho».

Según ella, la reflexión que hay detrás no es la libertad de cada uno para decirlo o no sino el estigma que esta enfermedad arrastra. «La palabra en sí misma tiene estigma, a mí hay gente que me dice ‘qué tal vas de lo tuyo’ pero no dicen la palabra cáncer», asegura. La cineasta, a punto de estrenar mundialmente su docuserie sobre la pornografía y mientras rueda su próximo documental sobre explotación sexual a mujeres y niñas con discapacidad, nos habla con absoluta sinceridad de todos los aspectos que rodean al cáncer de mama, un tumor que según datos de la Sociedad Española de Oncología Médica fue el más detectado en el mundo en 202o.

Su diagnóstico llegó en plena pandemia, ¿cómo lo vivió?

Imagina lo que es tener un cáncer en plena pandemia, yo me operaba y el mundo estaba cerrado, entré a un hospital de donde salían cajas. Entraba sola, no podía venir nadie, y el cáncer es una enfermedad jodida, es ‘a ver cuando te abra qué encuentro’. Aquella noche estaba en el hospital a punto de operarme y era consciente de la cantidad de gente que estaba tan sola como yo y muriendo. Y como yo, tenían familia que les querían y querían estar con ellos. Probablemente fue el momento de más melancolía durante toda la enfermedad. Pensar en que todo lo que me rodeaba estaba igual que yo, a mí me habían dado una buena noticia, porque los ganglios no estaban contaminados, pero otros estaban muriendo. Después de operarme me hacía las curas, la radioterapia, y yo iba sola con mi coche y una carta por si me paraba la policía, en un mundo totalmente silente. Ni mi marido ni mis hijos podían acompañarme, pasé la enfermedad con mucha soledad. Yo estaba en una batalla diferente a la que vivía el mundo, pero también luchaba contra un bicho que era muy dañino. Sentí la fragilidad del ser humano, por mi carácter abierto y mi fuerza me creía inmortal y de repente me vino: yo soy mortal.

En aquel momento, ¿qué echó en falta saber de antemano para afrontar la enfermedad?

Todo. Leí todo lo que se había escrito y o era información muy técnica o con mucha oscuridad, yo necesitaba información de una persona como yo. No te quiero decir que estoy blanqueando el cáncer, para mí es una mierda, no se puede blanquear, pero es cierto que los libros de testimonios que yo leía tenían muchísima oscuridad, faltaba contar las cosas como hemos hecho Paka y yo con Te invito a un mojito. Contar nuestra experiencia personal sin callarnos nada, hasta donde puedes comprar el sujetador más barato cuando te operan, cómo es el marcaje del tumor, es un mundo complicado, nadie te dice cómo es cada paso que das, a qué te vas a enfrentar, y saberlo te hace estar más tranquila. Yo he tenido la suerte de tener a la periodista Paka Díaz, que lo pasó justo antes que yo, y ella fue la luz que iluminó el túnel. Nadie te cuenta qué pasa después, los tratamientos, que son cinco años de pastillas con una gran cantidad de efectos secundarios con los que tienes que aprender a convivir, te levantas y piensas ‘cómo es posible que se me olviden las cosas, la sequedad vaginal, que me duelan los huesos…’ Ninguna mujer las toma sin ninguna contraindicación, y nadie cuenta eso.

¿Qué se convirtió en su pequeña tabla de salvación para los días más duros de la enfermedad?

Yo he hablado mucho de la violencia de género en las mujeres con cáncer, y tener un entorno social y familiar que te ayude es importantísimo. De hecho hay estadísticas que dicen que las mujeres con cáncer de mama solteras en EE.UU. mueren más, por lo costosos que son los tratamientos y por la importancia de tener un entorno que te arrope.

Sentí la fragilidad del ser humano, por mi carácter abierto y mi fuerza me creía inmortal

¿Cuál era tu mayor miedo?

No ver a mis hijos crecer, terminar sus carreras, tener su propia familia, sentía esa melancolía de ‘me voy a perder esto de mis niños’, que no iba a estar ahí para hacer como mi madre ha hecho conmigo, me ha dado amor para tres vidas. Me daba pena pensar que yo podría no estar en la vida de mis hijos, no ser esa mano y ese consuelo.

Junto a Paka Díaz ha escrito el libro ‘Te invito a un mojito’, que es un manual maravilloso para toda mujer que se enfrente a un cáncer de mama. ¿Por qué sintió que tenía que escribir un libro así?

Paka me tendió la mano, me iba contando ‘ahora te van a operar y pasa esto, ahora te marcan el tumor, con la radioterapia ponte la crema por la noche, cómprate este sujetador, cuidado con el brazo y no hagas determinadas cosas…’ y yo pensaba, ‘Y una mujer que no tiene esto qué va a hacer, no tiene ni idea de a lo que se enfrenta’. A mí se me quedó el hombro congelado a consecuencia de la operación, y nadie te habla de eso. De tener inmóvil el brazo durante meses, después el hombro se congela y tienes que rehabilitarlo. Hay una cantidad de efectos secundarios que van apareciendo y, si no lo sabes, piensas que lo importante es que estás viva, pero no, hay que buscar calidad de vida, porque si ya vives para que quieres tener relaciones sexuales, para que quieres tener unas tetas estupendas… Pues porque sí, porque quiero vivir lo mejor que pueda. Voy a intentar currármelo a muerte.

Habla de ese hombro congelado, ¿le han quedado secuelas de la enfermedad? ¿Cómo se encuentra?

El hombro lo rehabilité pero tomo unas pastillas y me duelen todas las articulaciones del cuerpo, yo me levanto por la noche para ir al baño, pongo los pies en el suelo y digo ‘venga, despacito’. Soy consciente de que tengo que caminar muchísimo, fortalecer huesos y articulaciones, y eso son secuelas con las que he aprendido a vivir. También la sequedad vaginal, algo de lo que nadie habla. Va con la edad y la menopausia, pero si le añades las pastillas es un cóctel perfecto que te puede generar una atrofia vaginal. Y esto cuando le pasa a una mujer de 30 años pobrecita mía, ¿qué hace? La sexualidad femenina sigue siendo un tabú.

El lenguaje y muchas frases hechas pueden herir a alguien enfermo de cáncer. ¿Qué no deberíamos decir nunca a alguien que tenemos cerca y padece la enfermedad?

Hay que obviar los términos bélicos: valiente, esta batalla la ganas, tú puedes… porque las mujeres con cáncer de mama metastásico que mueren ¿es que no han luchado? No soy una guerrera y esto no es una batalla, yo soy una enferma oncológica y esto no es una guerra, es una enfermedad. Esto es importante erradicarlo, todo el mundo te lo dice. A mí cuando me decían valiente yo decía ‘qué dices, si tengo un miedo que me muero’. Yo he pasado mucho miedo, y esto no es una batalla, es una enfermedad.

Hay que obviar los términos bélicos cuando hablas con alguien que tiene cáncer de mama

¿Qué mensaje mandaría a todas aquellas mujeres que han sido diagnosticadas de cáncer de mama y están en tratamiento?

¡Qué les voy a decir! Que es un camino largo, pero decirlas que afortunadamente para nosotras hoy en día la ciencia hace maravillas y el índice de mortalidad ha descendido notablemente gracias a todos los esfuerzos. Y que no estén solas, que si están solas en su entorno busquen y se relacionen con otras mujeres. Y que hagan lo que hice yo. Como soy deportista pensé ‘Tienes que subir el Mulhacén y es por etapas’. Y no hay que pensar en la siguiente etapa, sino cómo voy a llegar al final de esta etapa, poco a poco, rodearte de gente con empatía, que te quiera y les quieras. Yo que ahora ya bajo la pendiente con el pelo suelto y las manos abiertas, pues es una maravilla.

¿Cree que es importante que haya un día dedicado a esta enfermedad?

Desde luego. Antes del cáncer no veía más allá de todos esos lacitos rosas, pero todo eso visibiliza y provoca investigación, investigación e investigación, sacar nuevos fármacos, todos los tratamientos son tan bestias que tiene que tener una investigación, visibilizarlo es pensar en ello. Y es un mensaje a las demás mujeres, no te saltes las revisiones, que todos tenemos una vida complicada, pero no lo dejes. Lo que te salva la vida es la detección precoz, no es lo mismo un dragón con una cabeza que con cinco.

¿Qué diría que le ha enseñado el cáncer?

Un cáncer no te hace más buena o más guapa, cada uno es como es, a mí me ha enseñado a vivir el presente. Un presente es un regalo, y me ha enseñado eso, no soy más solidaria, soy más disfrutona. No sé qué va a pasar dentro de cinco meses, tengo que vivir el presente, fíjate lo que tiene la palabra presente, lo pensé mucho durante la enfermedad, vivir es un éxito. Vivo el presente como un regalo. Si me dices que voy a hacer dentro de diez años te digo que no tengo ni idea, pero esta tarde me voy a ir a caminar con mi amiga Rossy de Palma. Vivo eso, el presente.




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