Hablamos con Martina Jáudenes, la ahijada del rey Felipe VI que revolucionó a la prensa sin quererlo

La primera vez que Martina Jáudenes Gómez (Madrid, 1991) protagonizó la portada de un periódico fue el 10 de septiembre de 2017 en Mallorca. El día anterior, la hija menor del comandante de Iberia ya jubilado Eugenio Jáudenes Montaner y su segunda esposa, Chusa Gómez de Diego —antes ama de casa y ahora empresaria—, se casó en la iglesia de San Nicolás de Palma (Mallorca) con el banquero Luis Abascal Alía. Un enlace que suscitó el interés de periodistas y fotógrafos. ¿La razón? Entre los más de 200 invitados se encontraba Felipe VI. El monarca asistió a la ceremonia y posterior convite en el castillo de San Carlos. Hasta la fecha no había trascendido que hace 28 años el actual rey había apadrinado en secreto a esta joven debido a la amistad que mantiene con su padre, regatista, patrón de barcos y toda una personalidad en la élite naval de las Baleares.

La segunda aparición estelar de Martina en la prensa se produjo el pasado verano. El 1 de agosto se disponía a navegar por la costa de Mallorca con su marido y su familia cuando, saliendo del puerto de Palma, coincidió con don Felipe y el resto de la tripulación del Aifos, que se preparaban para competir en la Copa del Rey de vela. La imagen de Martina tapándose el biquini con una toalla mientras lo saludaba desde la proa de la embarcación revolucionó a la prensa. El Mundo, entre otros periódicos, llevó la imagen a su portada y algunos medios internacionales se llegaron a preguntar: “Who is that girl?”. “Recuerdo cuando regresé a tierra después de haber estado todo el día en el barco. Empezaron a contarme la que se había liado en los medios con la foto. No entendía nada. ¡Fue un gesto absolutamente espontáneo!”, confiesa Martina antes de dar inicio a la sesión fotográfica que realizamos en el Retiro de Madrid. Cuando le pregunto por su relación con él, Martina se tensa. No quiere entrar en detalles y huye de preguntas “incómodas”. Don Felipe tiene 11 ahijados más. Entre ellos: su sobrina Victoria Federica Marichalar o Ingrid Alejandra, la hija de Haakon y Mette-Marit de Noruega.

Aunque nació en Madrid, esta joven ha pasado todos sus veranos en la residencia que sus padres tienen en Mallorca. Está muy unida a la isla. Su hermano mayor, Javier, fruto del primer matrimonio de su progenitor, es uno de los ingenieros navales más prestigiosos y laureados de las Baleares. Desde muy joven, se forjó como patrón del barco La Casera, junto a otros ilustres regatistas como Luis Alfonso de Borbón. Entre 1997 y 2001, antes de montar su propio estudio de arquitectura naval en 2012, logró todo un hito: formar parte del equipo que diseñó el yate Tueq para el fallecido rey Salmán de Arabia Saudí. Martina tiene otra hermana, Itziar, profesora y residente en el País Vasco.

El abuelo de Martina, Eugenio Jáudenes Agacino, miembro de una saga de marineros de Ferrol (A Coruña), se instaló en Palma alrededor de los años cuarenta. Allí, donde llegó destinado como militar, conoció a su esposa, la mallorquina Concepción Montaner, hermana del conde de Perelada. Con ella tuvo tres hijos: Concepción, Eugenio y Ángel. En 1968, fue uno los primeros regatistas olímpicos en los Juegos de México. Muy querido en la isla, fue presidente del Real Club Náutico y ejerció de comodoro del Club de Mar, el famoso puerto dentro del cual estaba Mar Salada, la mítica discoteca a la que el joven príncipe de Asturias solía ir junto con su hermana, la infanta Cristina, o sus primos Pablo y Alexia de Grecia.

Educada pero firme, Martina insiste en que quiere que enfoquemos la entrevista en Mumdose, la firma de cosmética natural que fundó a principios de 2018 con su madre. “Tras sufrir ella un problema de piel hace seis años, y viendo que no encontraba en el mercado nada compatible, se puso a buscar los ingredientes naturales para crear una fórmula a su gusto. Comenzó primero con una crema hidratante y luego con un jabón. Lo creó en un pequeño laboratorio experimental en casa. Hasta que un día le dije que quería montar un negocio. Ella me animó a que lanzara esta marca. Tardamos años en hacerlo. Ha sido un proceso largo, en cuanto a permisos y controles de sanidad”, cuenta.

Chusa Gómez de Diego es una de las mujeres más distinguidas y discretas de la sociedad española. Tan solo se conoce una foto de ella, del día de la boda de don Felipe y doña Letizia en 2004, en la que aparece entrando en la catedral de la Almudena junto a su marido y el capitán de fragata Juan Carlos Rodríguez-Toubes, quien fuera instructor del entonces príncipe de Asturias en el buque-escuela Juan Sebastián Elcano y buen amigo de los Jáudenes. Sus amistades la definen como “una autodidacta nata”. Y así lo confirma su hija. “Se pasaba horas leyendo hasta dar con la mejor combinación. Hemos probado cada producto unas 300 veces, pero creo que lo que hemos conseguido es la pera. Nos dirigimos a un consumidor exigente y consciente de lo importante que es la salud de la piel”, cuenta.

A pesar de su juventud, Martina es un ejemplo para muchas jóvenes. Habla tres idiomas y cuenta con una formación en los mejores centros educativos de Madrid. Estudió Administración y Dirección de Empresas en CUNEF y, cuando finalizó en 2014, realizó un curso avanzado en Banca Privada y Asesoramiento Financiero en el IEB de la capital. Entre sus cualidades, destaca una gran determinación. “Hace un año sacamos al mercado tres productos: un jabón limpiador, un tónico y una crema hidratante. Ahora, saldrá un sérum y un bálsamo superhidratante”, prosigue ilusionada. Martina combina esta faceta de empresaria con su puesto de asesora patrimonial de Mutuactivos, gestora de fondos de inversiones y pensiones de Mutua Madrileña. “Estoy trabajando todo el día y siempre busco huecos para llegar a todo. Gracias a mi marido, es más llevadero”, confiesa.

Cuando se encontraba en el ecuador de la carrera, ella y otros compañeros de universidad viajaron a Cancún. Allí conoció a Luis Abascal Alía, quien, además de dedicarse a la gestión de patrimonio, es socio fundador del grupo de restauración Lalala. Su flechazo fue instantáneo. En 2016, volvieron a la Riviera Maya para disfrutar de unas vacaciones. “Fue cuando me pidió matrimonio. No se puso de rodillas porque estaba agobiado. Había llevado el anillo de pedida en el zapato durante el viaje para que no se lo descubrieran en la revisión de equipaje y pudiera estropearse la sorpresa. No me lo esperaba. ¡Solo teníamos 25 años!”, nos cuenta la joven, que pronto será madre.

La repercusión mediática de la boda, a causa de la presencia del monarca, les pilló de luna de miel en Japón y Maldivas. “¡Qué locura!”, finaliza esquivando con elegancia pronunciarse sobre su padrino.

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