El príncipe Andrés, acusado y hundido
Virginia Giuffre tenía 17 años cuando la obligaron a mantener un sexo breve y desagradable con el príncipe Andrés de Inglaterra. Así lo relató ella misma en una entrevista que la BBC ha emitido en su programa de investigación Panorama, en horario de máxima audiencia: «No me esperaba algo así de un miembro de la realeza. No me lo esperaba de alguien al que se supone que la gente debe respetar y admirar por pertenecer a la familia real. No puedo comprender cómo las más altas instituciones del gobierno, la gente más poderosa, no solo consienta sino que participe de algo como lo que yo sufrí«.
Giuffre, que ahora tiene 35 años y vive junto a su marido en Australia, añadía entre lágrimas: «Esta no es una sórdida historia de sexo. Esta es una historia de tráfico de mujeres. Esta es una historia de abuso y es una historia de vuestra familia real. […] Le imploro a la gente del Reino Unido que se ponga de mi lado, que me ayude, que no acepte estas cosas».
La acusación era conocida desde hacía tiempo y forma parte de la extensa investigación del FBI sobre el fallecido Jeffrey Epstein, el multimillonario pedófilo que reclutaba a adolescentes para satisfacer sus deseos y los de sus poderosas amistades. Virginia fue una de esas chicas.
Escuchar su relato en primera persona, con detalles tan obscenos como desgarradores, ha provocado una conmoción en la opinión pública británica y ha terminado por hacer pedazos la reputación del príncipe Andrés (59 años), ya muy maltrecha tras la desastrosa entrevista televisiva que concedió hace unas semanas en las que contestó a su incriminación en la trama con evasivas y una absoluta frialdad hacia las víctimas de su amigo Epstein.
Giuffre explicó cómo Ghislaine Maxwell, pareja de Epstein y quien le proporcionaba la chicas, la convirtió en una esclava sexual. En marzo de 2001 la llevaron en un vuelo privado de Estados Unidos a Londres como parte del entretenimiento de un viaje en el que se reunirían con el hijo de la reina, al que conoció en la zona VIP del exclusivo club Tramp. «Me invitó a bailar. Es el bailarín más horrible que he visto en mi vida —recordaba—. Fue horrible. Su sudor se esparcía como lluvia cayendo sobre mí. Me daba asco. Pero sabía que tenía que conseguir que se lo pasara bien porque es lo que Jeffrey y Ghislaine esperaban de mí».
Fue esa noche cuando les tomaron la foto en la que se ve a Virginia junto al príncipe, una evidencia que durante un tiempo el FBI procuró no hacer pública y que arroja dudas sobre la mala memoria de Andrés, quien sostiene no recordar haber conocido a aquella chica. «No sé… Es una fotografía, de una fotografía, de una fotografía», declaró el príncipe insinuando que podría tratarse de un montaje. «Él sabe lo que pasó. Yo sé lo que pasó. Solo uno de nosotros dice la verdad y sé que soy yo», le respondía la víctima.
A la salida del club, mientras se dirigían a la casa que Maxwell tenía en Belgravia, uno de los barrios más lujosos de la capital, recibió sus instrucciones: «Me dijeron que tenía que hacer con Andrés lo que hacía con Jeffrey. Eso me enfermó». No fue capaz de negarse: «Empezó en el baño, continuó en la habitación y bueno… No duró mucho. No fue malo conmigo ni nada de eso. Tan solo se levantó, dijo gracias y se fue. Me quedé sentada en la cama, horrorizada, avergonzada. Me sentía sucia. Después me di una ducha y al día siguiente Epstein me dijo que había hecho un gran trabajo, que le había hecho muy feliz». Aquel fue el primero de los tres encuentros sexuales que, según Virginia, mantuvo con él.
La reacción del palacio de Buckingham al testimonio de Giuffre fue casi inmediata, con un comunicado en la que de nuevo se niega «de manera enfática que el duque de York haya tenido algún tipo de contacto sexual o relación con Virginia Roberts (el apellido de soltera de la víctima). Cualquier afirmación en contra de esto es falsa y carece de fundamento. […] El duque ya ha declarado que no vio, presenció o sospechó ningún comportamiento similar al que condujo al arresto y condena de Jeffrey Epstein».
Los correos electrónicos
La declaración recalca además la disposición del hijo de Isabel II a colaborar con las investigaciones abiertas en Estados Unidos sobre el caso. Sin embargo, el programa Panorama aportaba unos correos electrónicos de hace unos meses, cuando saltó el escándalo, en los que se lee cómo el príncipe Andrés pide ayuda a Maxwell para hacer frente a las acusaciones de Virginia: «Avísame cuándo podemos hablar. Tengo algunas preguntas específicas que hacerte sobre Virginia Roberts». A lo que Maxwell respondió: «Tengo información. Llámame cuando tengas un momento».
Las evidencias podrían hacer que el FBI solicitara formalmente interrogar al príncipe, a pesar de que la policía británica ha decidido no investigar la trama Epstein sobre explotación sexual de menores ya que, según declaró un portavoz de Scotland Yard, el caso se centra en actividades fuera del Reino Unido. Aún así, es probable que Andrés se vea forzado a realizar una declaración judicial, aunque en ningún caso sería imputado al contar con inmunidad diplomática.
Su retiro de la vida pública desde la lamentable entrevista que concedió en televisión no ha amortiguado la tormenta que se ha llevado por delante al hijo preferido de la reina. Antes al contrario, el temporal arrecia sobre la institución monárquica. Algunos medios ya especulan sobre la posibilidad de que Isabel II se retire delegando sus funciones en el príncipe Carlos. No sería una abdicación formal, pero le permitiría descargarse de la responsabilidad que asume ante cada escándalo que protagoniza su familia.
Un nuevo huracán
A un escándalo se suma otro, este financiero. El diario ‘The Mail on Sunday’ ha tenido acceso a una serie de correos electrónicos que probarían la implicación del príncipe Andrés de Inglaterra en un feo asunto de tráfico de influencias.
El beneficiario sería el Banque Havilland, entidad luxemburguesa propiedad del multimillonario David Rowland, un íntimo amigo desde la infancia. El príncipe inglés habría utilizado su cargo como representante del comercio exterior británico y su condición de hijo de la reina Isabel para vincular a poderosos financieros con el banco, que invertía sus fondos en paraísos fiscales.
El diario también asegura que Andrés habría facilitado a Rowland documentos confidenciales del Gobierno británico y que hasta marzo mantuvo con él una sociedad en las Islas Vírgenes Británicas, uno de los paraísos fiscales. El estallido del caso Epstein aconsejó disolver la sociedad y eliminar rastros de los negocios que tenían en común, aunque Rowland, como se lee en uno de los correos, le propuso que continuaran su actividad ‘bajo cuerda’. «Me gusta tu forma de pensar», le contestó Andrés.
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