Con ustedes, Alejandro Askari Roig, el sobrino aplicado y cañón del dueño de Mercadona

Lo que más me gusta de venir a España es ver a mi abuelo Paco y acompañarlo al fútbol. Le encanta hacer favores, es generoso y la persona más creativa que conozco”, me dice AlejandroAskari Roig (Nueva York, 1998) un día antes de tomar un AVE a Valencia. Allí disfrutará de, entre otras cosas, un encuentro de la UEFA Champions League entre sus clubes favoritos: el Chelsea y el Valencia F.C. Alo, como lo llaman sus íntimos, reserva la mayor parte de sus afectos para el Villareal, el equipo que preside su tío abuelo, el empresario Fernando Roig.

El joven pertenece a una saga de emprendedores, su otro tío abuelo es Juan Roig, el presidente de Mercadona. Por sus venas corre sangre española y kurdo-iraquí, aunque nació en Nueva York y residía en Londres hasta que, hace dos años, se matriculó en la Universidad de Georgetown y se trasladó a Washington D. C. Allí, Felipe VI superó con éxito un máster en Relaciones Internacionales. El rey fue compañero de habitación de Pablo de Grecia, amigo de la familia Askari-Roig. De hecho, su ahijado Constantino, el segundo de los cinco hijos del príncipe y de la millonaria Marie-Chantal Miller, estudia con Alo. “Nos conocimos en el jardín de infancia. Antes de Georgetown coincidimos en el internado de Wellington, en el Reino Unido”, me cuenta. “Tener cerca a alguien que conoces de toda tu vida hace todo más fácil, dice mi amigo Tino. Y lleva razón”.

También reconoce que Georgetown, donde profundiza en Historia y Español, es más duro de lo que pensaba. “Llegué confiado. Una seguridad que se ha revelado falsa”, me comenta entre risas mientras da buena cuenta de un steak tartar. Lleva una camiseta del grupo musical The Roots. “Me encanta el hip hop, especialmente el de los noventa, que tenía más mensaje que el de hoy. Si escuchas a Mos Def, es muy político”, explica ante su madre, Emma Roig, que almuerza con nosotros.

Hijo de la asesora de la casa de subastas Christie’s en Arte y colaboradora de Vanity Fair y del financiero Mamoun Askari, Alo ha heredado el sentido de la familia de los Roig. “Los españoles, y en especial mi madre, sienten un apego casi agresivo por los suyos y sus raíces. El sentido de la familia es muy importante en España. Lo noto especialmente cuando voy a partidos de fútbol. ¡Entre los hinchas hay hasta bebés! Esa pasión natural y pura por la familia no la hay en Estados Unidos o en Inglaterra”.

Su madre recuerda cómo de niño, en sus visitas a Valencia en Navidad o durante el verano, siempre le preguntaba por qué en España vivimos tan bien. “Y eso que venía del Reino Unido, donde hay muchas mansiones y castillos, pero de niño intuyó que aunque vivas en un apartamento la calidad de vida te puede hacer más feliz que las posesiones”, me dice Emma entre risas. Su tía paterna, Maya, por ejemplo, vive entre Madrid y la campiña inglesa, a cuatro horas de Londres. “Es una persona increíble con una historia única. Pasó de ser una joven cool de la escena londinense a convertirse en una devota de Jesucristo. Es muy espiritual. Yo no tanto, pero ella me ha abierto la mente en ese sentido”, cuenta sobre su tía, la princesa que publicó en 2014 La protección, una invitación a los ángeles (Tejuelo) y está casada con el archiduque Maximiliano de Habsburgo.

Alo es el mayor de tres hermanos —Clara, que estudia Historia del Arte en Nueva York, y el “pequeñín”, Paquito, que estudia en Londres, son los otros dos—. Por parte de padre desciende del general iraquí Jafar Al-Askari. “Un hombre increíble. Hablaba 12 idiomas. Combatió en la I Guerra Mundial y fue el único militar condecorado por los dos bandos, el otomano y el británico, al que se pasó cuando el imperio del sultán Mehmet VI se desintegraba. Fue amigo de Winston Churchill y de Lawrence de Arabia”, relata. “En la batalla de Agagia lo apresaron los británicos y lo confinaron en un torreón. Se escapó como en las películas, atando unas sábanas a modo de cuerda, que se resquebrajaron con su peso. Cuando lo pillaron, dijo a sus guardianes: ‘No os preocupéis, muchachos, yo las pago”. Pasha Al-Askari murió asesinado en 1936 en una emboscada, cuando acudía sin escolta a una reunión con un insurgente. “Es un héroe en Irak, pero nunca se supo dónde lo enterraron”, lamenta su tataranieto, que ha heredado de él su afición por la historia y la geopolítica. Es más, estudia esas disciplinas en Georgetown.

Durante la entrevista, Askari me habla de uno de sus autores favoritos, Yuval Noah Harari. “Leí Sapiens gracias a mi padre y aprendí que uno de los grandes errores de las sociedades actuales es la nostalgia por la época anterior a la globalización. De ahí proclamas como Make America great again… Eso no va a pasar. Da igual lo mucho que grite Trump, los trabajos no volverán a Ohio. El populismoes un paso atrás”.

—¿Le gustaría dedicarse a la política?
—Aún no tengo mujer e hijos, y no puedo imaginar algo peor para tu familia que ser político. Pierdes tu vida privada. Aunque tal vez algún día… Está bien señalar lo que está mal, pero uno debe entrar en acción. Si trabajo duro y alcanzo una posición desde la que influir, entraré en política. Tengo fe en mi generación, en que cambiaremos las cosas.

La tarde de nuestro encuentro, Alo insiste en visitar el Prado. Quiere ver una muestra de dibujos de Goya sobre la convulsionada sociedad española de la época. Sus clases favoritas en Georgetown son las que imparte el donostiarra Alejandro Yarza. “Es inteligente, divertido… Nos ha explicado qué temas sociales y políticos podemos aprender en la obra de Goya. Trata la historia y la cultura españolas de forma holística, es una pasada”. Su madre nos ha dejado un instante y aprovecho para preguntarle por su estadosentimental. “Ahora no tengo novia. Quiero divertirme”.

—¿Le gustaría que fuese española?
—No estaría mal.

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