‘El vecino’, un superhéroe de barrio

Es un superhéroe, pero nada tiene que ver con las películas de superhéroes. ‘El vecino’ (Netflix) es costumbrismo, es gente sin dinero, con trabajos precarios, con casas feas (la dirección artística es extraordinaria). Igual que Jaime Rosales retrataba en ‘Hermosa juventud’ una España donde la gente joven no encontraba trabajo, aquí pasa lo mismo, pero con humor. “¿Te podrás creer que la gente me pide tostadas con aguacate?”, dice Aníbal Gómez, que tiene un bar. La adaptación del cómic de Santiago García y Pepo Pérez no provoca carcajadas, pero sí una sonrisa continua. Sus creadores y guionistas son Raúl Navarro y Miguel Esteban (‘El fin de la comedia’), que han adaptado el cómic de hace 15 años al tiempo actual, cambiando a los personajes femeninos y poniendo de supervillano a las casas de apuestas. También dando forma a lo de aprender a usar los poderes que de pronto recibe Quim Gutiérrez (Javier/Titán) de una figura interpretada por Jorge Sanz. Guiño a ‘El inquilino’, claro.

La gran película de la gran guerra

Christopher Nolan estaba harto de que toda la historia bélica en el cine la hubiera contado Hollywood. E hizo la majestuosa ‘Dunkerque’. Sam Mendes, también británico, ha seguido el camino con ‘1917’. Y lo ha hecho con virtuosismo técnico y una secuencia única (un plano secuencia falseado en algún momento) que sigue a dos soldados en la guerra y en la fina línea que cada momento los separa de la muerte. Tienen la misión de entregar una orden a un batallón que no sabe que el enemigo le ha tendido una trampa. El espectador sigue su itinerario de forma tan personal que casi puede oler los muertos y temer a las ratas. El abuelo de Mendes estuvo ahí y lo recordaba cada vez que se lavaba las manos. Muy a menudo, sintiendo la mugre de las trincheras. El horror de la Gran Guerra que ya retrató Stanley Kubrick en ‘Senderos de gloria’ y Peter Jackson en el documental ‘Ellos no envejecerán’. Sin épica. Para Mendes las guerras solo son caos.

Tusquets la de Lumen

Para celebrar los 60 años de Lumen, la editorial reedita ‘Confesiones de una editora poco mentirosa’, de Esther Tusquets (1936-2012), que transformó Lumen de sello franquista, católico y moralizante en sello literario de referencia. Fue Milena Busquets, su hija, quien la animó a escribirlo en 2005. No quería, claro, unas memorias solemnes sino lo pequeño que resultaba enorme y divertido cuando ella lo contaba. Su relación con Ana María Matute, su relación con Miguel Delibes y su extrañeza de que la perdiz roja interesara, su amistad con Ana María Moix, sus dos golpes de suerte (Mafalda y ‘El nombre de la rosa’), las cartas de Carmen Martín Gaite (a sus hijos les parecía un personaje de cuento) o que la mayoría de edad consistió en editar narrativa y conocer a Carmen Balcells. Recuerda que Lumen era una editorial de mujeres. «Es más fácil que escribamos un libro a que llevemos una editorial».

El conejo de Elena Fortún

Sigue Renacimiento editando la obra de Elena Fortún. También las rarezas. En este caso, ‘Lo que cuentan los niños. Entrevistas a niños trabajadores (1930-1931)’, a cargo de María Jesús Fraga. Nos ha dejado Fortún, además de ‘Celia’ y otras obras, esta valiosa aportación a la historia de la infancia trabajadora en España. Las entrevistas se publicaron en ‘Gente Menuda’ de ‘Blanco y negro’. La escritora se multiplicaba en el cuadernillo infantil con seudónimos. En este caso, el periodista interpuesto era el conejo Roenueces. En el libro hay una introducción histórica sobre el trabajo infantil y las entrevistas con foto. Un aprendiz de cajista, un trompeta en el regimiento de Húsares de Pavía, un botones, una modistilla, un cocinero… Hasta los niños de ‘La pandilla’ (¡Jackie Cooper!), pero María Jesús Fraga supone que esas entrevistas las pudo hacer José López Rubio en Hollywood.

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