Pongamos que hablamos de Carmela y Rocío, las hijas de Joaquín Sabina

“La verdad es que no entiendo por qué tenemos que ser personajes”, afirma Carmela Martínez Oliart, hija mayor de Joaquín Sabina. “Desde muy pequeñas nuestro padre ha intentado protegernos de la prensa y aunque es cierto que nuestra vida profesional se ha cruzado en algún momento, el importante es él y sus conciertos, no nosotras”.

El cantautor, poeta y dibujante ocasional actuará esta noche al lado de Serrat en el WiZink Center de Madrid, un evento en el que una vez más, sus hijas preferirán pasar desapercibidas. Ciertamente, tanto Carmela, de 29 años, como Rocío, de 27, ambas fruto de la relación del cantante con Isabel Oliart –hija de Alberto Oliart, ministro de Industria con UCD–, han mantenido un perfil bajo alejado, salvo contadas excepciones, del foco de atención de la prensa. Sin embargo, su padre, eterno inquilino de la Calle Relatores, en pleno corazón de Madrid, se ha mostrado bastante más lenguaraz que sus hijas respecto a su intimidad a lo largo del tiempo.

Según el libro Pongamos que hablo de Joaquín. Una mirada personal a Joaquín Sabina (Zeta Bosillo, 2011) , escrito por el poeta y cantautor Joaquín Carbonell, circulan dos versiones contrapuestas de cómo se conocieron Isabel y Joaquín. Una es idílica, en la que hablaron por azar y ninguno de los dos sabía quién era el otro ni a qué se dedicaba. Y otra, acreditada por el periodista Javier Menéndez Flores, autor de Sabina: No amanece jamás (Blume, 2017) , en la que se cuenta que Isabel apareció en el bar Elígeme de Madrid acompañada de un “putón verbenero de la high society” y Joaquín e Isabel acabaron la noche juntos. Al parecer, cuando el cantante se enteró de que era hija de un ministro no le pareció mal, a pesar de que por aquel entonces las prefería peluqueras.

Aunque la cosa siguió adelante y tuvieron dos hijas, desde un principio quedó claro que lo de cambiar pañales no era lo suyo. “Digamos que yo no empecé a hablar con mis hijas hasta que tuvieron edad de hablar conmigo. También es verdad que aquella época yo daba 120 conciertos al año y ellas cuando veían un avión decían: ‘Adiós, Papa”.

Sin embargo, en la actualidad tanto Carmela como Rocío junto a su actual pareja, la peruana Jimena Coronado –hija también de una personalidad política, el ex presidente del Banco Central de Reserva del Perú–, forman parte del núcleo duro del cantante, y no dudan en calificarle como “un padrazo de mayor”.

Una de las pocas veces en que se les ha podido ver juntos en público a toda la familia fue durante la presentación del cortometraje Epitafios, producido por Carmela, y en el que su padre participó con una canción. “El corto es tan bonito”, declaró entonces a la prensa, “que me inspiró mucho a la hora de escribirle un tema. Y ha sido satisfactorio trabajar en una producción de mi hija Carmela". En el pasado Festival de San Sebastián recorrieron juntos la alfombra roja en la presentación de la comedia de José Luis Cuerda, Tiempo después. Carmela era la directora de producción de la película, para la que Joaquín, fan confeso del cineasta, había compuesto la canción original de la banda sonora.

De Rocío, la pequeña, poco ha trascendido: solo se sabe que escribe poesía y practica yoga. A ambas se las puede hablar de su padre en este vídeo a partir del 1’20".

Pero quizá el mensaje más importante que Joaquín Sabina les ha dejado a sus hijas está encerrado en una de sus canciones, A mis cuarenta y diez, incluida en su mítico álbum 19 días y 500 noches.

"Para que mis allegados, condenados
a un ingrato futuro,
no sufran lo que he sufrido, he decidido
no dejarles ni un duro,
sólo derechos de amor, (…)
Y, cuando, a mi Rocio,
le escueza el alma y pase la varicela,
y, un rojo escalofrío,
marque la edad del pavo de mi Carmela,
tendrán un mal ejemplo, un hula hop
y un D’Artacán que les ladre,
por cada beso que les regateó
el fanfarrón de su padre".

Artículo publicado originalmente en febrero de 2019 y actualizado.

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