En la mansión de Epstein había un retrato de Bill Clinton con vestido tacones
Ahora ya sabemos que Jeffrey Epstein, acusado de abusos a menores y fallecido en prisión en circunstancias todavía sin aclarar, tenía en su mansión del Upper East Side neoyorquino un cuadro de Bill Clinton en el que aparecía llevando un vestido azul y tacones. Se trata de una obra de la pintora Petrina Ryan-Kleid, una retratista satírica que trabaja mayormente con óleos, titulada Parsing Bill, y que realizó cuando aún era una estudiante de Bellas Artes en Nueva York. La pieza fue subastada en una gala de la Academia de Arte realiza habitualmente en Tribeca, allá por 2012, aunque no está claro si fue entonces cuando Epstein la adquirió.
Es sin duda una imagen especialmente perturbadora dado el cariz que ha tomado la investigación alrededor de Epstein. Clinton era amigo suyo y recientemente se han conocido registros de vuelos privados que demuestran que viajó en el jet privado de Epstein. El vestido azul podría ser una obvia referencia al polémico vestido de Monica Lewinsky, o podría ser el vestido azul que Hillary Clinton lució en el 2009 durante la entrega de los premios Kennedy Center Honors. ¡Incluso las dos cosas! El arte maneja habitualmente lecturas a varios niveles y establece un juego de referencias. Si por alguna razón, le parece una obra interesante, en la actualidad hay reproducciones por el precio de 40 dólares, sin incluir impuestos ni gastos de envío.
Las otras cosas en la casa de Epstein son más difíciles de obtener, y puede ser que estén también malditas. Esta mansión, a la que los investigadores federales han entrado buscando nuevas pruebas sobre una red de prostitución de jóvenes menores de edad, se encuentra en la calle East 71 entre la Avenida Madison y la Quinta Avenida, a una manzana del Central Park. Es una de las más grandes que hay en Manhattan, y fue en origen una escuela privada que compró el mentor de Epstein y dueño de Victoria’s Secret, Leslie Wexner. Epstein lo llenó de cosas soberanamente aterradoras, como hileras de globos oculares enmarcados en el hall de entrada, que Vicky Ward describió en su artículo del año 2003 para Vanity Fair y que "había traído desde Inglaterra”. También en la entrada de la mansión tenía un tablero de ajedrez con figurines modelados con la imagen de sus colaboradores más cercanos, como contó el New York Times. Estaban vestidos con una ropa "sugerente”, por decirlo de algún modo. También había un perro de peluche en su estudio sentado en un piano, detallaba Ward. Al referirse al perro, le diría a sus visitas, “Ningún decorador te dirá jamás que hagas eso. Pero quiero que la gente piense en lo que significa rellenar un perro de peluche". Se trataba de un caniche negro.
R.Couri Hay, un veterano doctor que ha trabajado con varios personajes de Nueva York, y de quien el Times dijo “que aprendió de los grandes relaciones públicos del mundo” en un perfil que se hizo en el 2014, les dijo recientemente que en el segundo piso había un mural que Epstein encargó. Recreaba una escena en prisión en la que Epstein se encontraba en el centro de la imagen rodeado de alambres de espino y guardias. Hay le dijo al Times que Epstein lo había invitado a la mansión de la Quinta Avenida para ver el mural. “Me dijo: ‘El de ahí soy yo, e hice pintar ese cuadro porque siempre está la posibilidad de que pueda acabar siendo el de ahí’”.
Epstein no tenía ordenadores en su estudio, al menos hasta la historia de Ward en el 2003, pero mantenía los computadores en su propio “cuarto de computadores”.Tenía un “cuarto de cuero”, una habitación recubierta en este material. También poseía “una escultura que medía dos veces el tamaño real de un guerrero africano desnudo”. Había una muñeca de tamaño real colgando de un candelabro, como dijo una vezal Times otro visitante anónimo, y un "muro de la deshonra" en el que había colgadas fotografías de Mohammed bin Salman y Woody Allen. Retratos malditos, perros raros, probablemente fantasmas, la vida entera de un siniestro hombre de las finanzas, mientras tanto la extensión de sus abusos todavía está dictaminándose. Las razones para no comprar esta mansión, son, al parecer, interminables.
Artículo publicado originalmente en la edición de Vanity Fair USA.
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