Sonambulismo digital
Alguien se queja en Twitter del aguacate. Los cultivos de aguacate están provocando la deforestación ilegal de la zona de Michoacán en México. Alguien dice que la culpa la tienen los estúpidos millennials. Otro se ríe de él: ¿Millennials y aguacates? Esa broma dejó de tener gracia en 2016. Los millennials son ya tan pobres que no tienen ni para aguacates. Una cuarta persona indica a los que discuten que ambos tienen la fecha de nacimiento visible en su bio, que son millennials y que por favor dejen de hacer el ridículo. Una quinta persona señala que la culpa de la deforestación no es del aguacate sino del capitalismo. Una sexta persona pone una viñeta divertida de un aguacate hablando.
La viñeta es muy celebrada, pero alguien señala que no se ha citado al autor. Si no reconocemos a los artistas, ¿cómo van a seguir produciendo contenido? Otra persona se lamenta porque la viñeta es en realidad un plagio a otro dibujante. “Menudo zasca”, comentan algunos, pero alguien advierte de que es una falacia ad hóminem: que el artista citado sea un plagiador no significa que no deba citarse a los artistas. Alguien pide que lo saquen de las menciones porque en cuanto se empieza a hablar de “falacias” el debate ya no va a ningún lado. Otra persona le pide que argumente esta afirmaciónporque es una falacia en sí misma. El señor antifalacias contesta que no tiene la obligación de argumentar nada a desconocidos en Twitter.
Pienso en esto durante un segundo y dejo el móvil en la mesa. Me he quedado con mal cuerpo. La deforestación en Michoacán pone en peligro a la mariposa Monarca, que es una especie protegida, y seguramente a un montón de especies más. Estamos destruyendo el mundo. Vamos a extinguirnos. Aunque la gente que plagia, desde luego, se lo merece.
¿Pero qué hago en el salón, envuelta en una toalla y con el pelo mojado? Tengo el vago recuerdo de que había venido aquí por algo. Ah, sí, quería mirar en el móvil la temperatura que hará en Almería el fin de semana porque mi tren sale en dos horas y aún no he hecho la maleta. ¡No he hecho la maleta! Tengo un mensaje de mi hermana: “¿Has leído el mail que te reenvié? Tenemos que contestarles hoy”. No sé de qué me habla. No, no he leído su mail. ¿Acaso he tenido un minuto libre? Voy a mirar el correo, pero me salta una notificación. Mi novio ha compartido un tuit conmigo. Lo abro al instante porque sé que va a ser un perro. Es un perro envuelto en una manta. Sonrío. Menos mal que existen los perros. Debajo del tuit, la gente responde con fotos de sus perros en situaciones adorables. Vuelvo a perder la noción del tiempo hasta que despierto sobresaltada. La maleta.
Esto es un ejemplo de lo que yo llamo sonambulismo digital. Cuando una parte del cerebro va saltando de un enlace a otro, de una conversación a otra, sin que nuestra consciencia tome las riendas y se pregunte qué estamos haciendo. Sé que no soy la única que lo ha sufrido, porque al estar con más personas observo cómo, en cuanto la conversación decae, alguien echa un ojo a su móvil y el gesto se contagia. Veo la expresión confundida en sus rostros por un segundo cuando vuelven en sí. ¿De qué hablábamos?
Siempre me ha gustado poder abstraerme. Lo que me parece aterrador es no tener control sobre ello. Que ante la mínima dificultad, nuestra mente busque una forma rápida de evasión alargando la mano y viendo si hay notificaciones en la pantalla. Que nuestro móvil sea el agujero de una madriguera por el que extraviarnos cien mil veces al día.
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