Ben Affleck: una infancia marcada por el alcoholismo y las enfermedades mentales que le llevaron a sus propias adicciones

Ben Affleck ha hablado con anterioridad de sus problemas con el alcohol. Lo reconoció públicamente. Incluso, llegó a escribir y difundir una nota pidiendo perdón a todo su entorno por el daño que sus errores y sus adicciones les habían causado. El actor ha vuelto a tocar el tema en una entrevista, pero ahondado hasta las raíces de lo que habría sido el origen de los demonios que han marcado y atormentado su vida.

Ha sido en ‘The New York Times’ donde se ha abierto de una manera desgarradora, hablando de cómo trataba de tapar sus problemas a base de atracones de lo que fuera, hasta caer en una espiral sin salida. «Estás tratando de sentirte mejor comiendo o bebiendo, teniendo sexo, jugando o comprando o lo que sea, pero eso termina empeorando tu vida. Luego haces más para que esa molestia desaparezca, entonces comienza el verdadero dolor, se convierte en un círculo vicioso que no puedes romper, eso es al menos lo que me pasó a mí», explica.

Si bien es cierto que es consciente de que llegó un punto en el que su matrimonio con Jennifer Garner no marchaba del todo bien, no lo es menos que la bebida fue el remate. Se habló también de una infidelidad con la niñera que nunca llegó a saberse si era del todo cierta, pero tanto una como otra han reconocido que los problemas con el alcohol fueron determinantes.

De lo que más me arrepiento en mi vida es de este divorcio»

«Bebía con relativa normalidad durante muchos años. Lo que pasó es que empecé a beber más y más conforme mi matrimonio con Jennifer Garner se fue rompiendo. Esto fue en torno a 2015 y 2016. Mi alcoholismo, por supuesto, creó más problemas matrimoniales», pronuncia como en una especie de catarsis de cara a los lectores que, seguidamente, pueden leer las palabras de arrepentimiento de Ben: «De lo que más me arrepiento en mi vida es de este divorcio. La vergüenza es realmente tóxica. No hay nada positivo que obtener de la vergüenza. Es solo una sensación tóxica y horrible de baja autoestima y autodesprecio».

Lastrado por la genética

Affleck, a corazón abierto, es consciente de que la negación de esa enfermedad hizo aún más profunda una herida cuyo sangrado sigue tratando de taponar: «No es particularmente saludable para mí obsesionarme con los fracasos, las recaídas, y golpearme. Ciertamente he cometido errores, ciertamente he hecho cosas de las que me arrepiento, pero tienes que levantarte, aprender de ello, aprender un poco más, intentar avanzar. Me costó mucho tiempo admitirme a mí mismo que soy alcohólico».

«La recaída es vergonzosa, obviamente. Desearía que no sucediera, realmente desearía que mis hijos no lo vieran en internet. Jen y yo hicimos todo lo posible para abordarlo y ser honestos«, explica sobre las tres veces que se ha visto obligado a entrar en rehabilitación en busca de ayuda profesional. La última, hace año y medio. Y espera que sea la definitiva, porque ha aprendido a lanzar esa llamada de SOS que, al principio, puede costar por negación o por vergüenza.

Me costó mucho tiempo admitirme a mí mismo que soy alcohólico»

Pero Ben está convencido de que esta tortura en la que se convirtió su transitar por la vida tiene sus orígenes en la más tierna infancia. Su hermano, Casey, tiene problemas con la bebida, como lo tenía su padre que, hasta que Affleck no tuvo 19 años, no los aceptó para poner remedio. Su tía era adicta a la heroína. Y su abuela paterna se suicidó en un motel de carretera cuando tan solo tenía 46 años y él apenas era un crío.

«Hay mucho alcoholismo y enfermedades mentales en mi familia. El legado de eso es poderoso y a veces difícil de olvidar», revela con un halo de tristeza que llega a producir ternura por alguien que se ha sentido desprotegido y que es consciente de que está pagando sus errores.

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