Tres cajones
Tres. Tres cajones tengo en mi armario llenos de juguetes sexuales (efectos colaterales de escribir sobre sexo). No están escondidos, pero sí a salvo de miradas indiscretas y fuera del alcance de mi hijo. No porque me avergüence, sino porque pertenecen a mi intimidad. Algunas veces los uso yo sola y otras veces con Amante. son un complemento.
Todo el verano llevo debatiendo y hasta publicando algún artículo sobre los succionadores. Es la revolución en la industria, y parece que su probada efectividad está levantando ampollas, y no por el uso descontrolado, precisamente.
Algo que funciona, que no es excesivamente caro (más barato que una Nintendo, por ejemplo), y que aumenta el grado de satisfacción sexual en las mujeres, demonizado por quién aventura que no es más que otro producto del capitalismo que, escudado en el muy respetable afán de autocontrol del placer femenino, nos vende otra necesidad para que las mujeres gastemos en algo que nos produce satisfacción en poco tiempo, de manera autónoma, con el propósito de que podamos seguir con nuestra vida de estrés productivo.
¿Rebuscado? Joder, y tanto. Porque en esencia es lo mismo que un secador de pelo que promete dejarte lista en dos minutos en vez de en quince, publicado en la misma tribuna que ahora demoniza los cacharrines que te llevan al nirvana en un pis pas. Y quien dice secador de pelo dice el nuevo labial X o el nuevo perfume Z, que al parecer no son -para nada- productos de consumo de la sociedad capitalista. Rebuscado sí, pero cínico mucho más.
Porque, ya que estamos, hablemos de la auténtica necesidad: ¿sabéis cuántas mujeres no llegan al orgasmo en sus relaciones sexuales? Muchas. Yo misma, no siempre llego al orgasmo. Y me ha resultado mucho más fácil con la edad y la experiencia, pero ha costado. La desinhibición y la autoexploración me han ayudado.
Ahora, también soy capaz de llegar al orgasmo en un par de minutos con mis propias manos si estoy lo suficientemente excitada. A veces es lo que quiero. Otras quiero recrearme más. Pero no por eso me gusta menos interactuar con otra persona, los hombres o la penetración. La sexualidad la componen muchas capas, tus deseos, tus gustos, las personas, el momento vital… Etiquetar, excluir y, sobre todo, demonizar, nos hace más limitados, más incompletos, nos castra.
¿Me gusta que mi pelo se seque al aire libre? Mucho. Pero cuando es necesario uso el secador. Y no pasa nada.
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