Poty Castillo: "Me hablaron de la fundación Pablo Horstmann y surgió el flechazo"
La Fundación Pablo Horstmann nació en 2007. Ana Sendagorta y su marido, Peter Horstmann, la crearon en memoria de su hijo Pablo, para recordar la alegría que trajo a todos los que tuvieron ocasión de conocerle.
Hoy Corazón Es inevitable preguntarse cómo surge la necesidad de crear algo bonito y solidario, desde la pérdida y la tristeza…
Ana Sendagorta Esa necesidad de hacer cosas bonitas y volcarnos en ayudar a los más necesitados, la sentí antes. Yo era oftalmóloga. Ejercía como cirujana de retina en el hospital “Ramón y Cajal” y había tenido ocasión de viajar a África por la llamada de un misionero que nos hizo saber que había muchos ciegos en una región. Salir de tu círculo de bienestar y chocarte con una realidad, donde la extrema miseria es el modus vivendi de miles y miles de personas… es conmovedor. A partir de ese momento, me dediqué a organizar campañas contra la ceguera. Yendo a visitar un hospital, donde iniciamos una de las unidades de oftalmología, mi cuarto hijo murió en un accidente. Nosotros teníamos 5 hijos y vivíamos en una especie de carrusel de felicidad. Pablo, para nosotros, era un niño único, generoso, alegre, nunca se quejaba de nada, siempre quería echar una mano a todo el mundo… Esa mezcla de alegría y generosidad, que él nos regaló durante 12 años, se nos hizo la seña de identidad de Pablo y quisimos, en su nombre, que esa alegría llegara a más niños, focalizándolo en los más necesitados, aquellos que yo había conocido en África. Dejé mi cooperación en oftalmología y nació la idea de crear esta Fundación.
H.C. Por eso, su compromiso es, sobre todo, con los niños…
A.S. Son los grandes sufridores de las situaciones de extrema miseria y en los que más repercute la falta de desarrollo. Además, son las grandes promesas, a los que hay que formar para que las cosas cambien. Es cierto que, a lo largo de los años, entendimos que, tratándoles solo a ellos, evitábamos el 65% de las causas de mortalidad infantil prevenibles, pero el 35% restante se centra en el momento del parto y postparto inmediato, así que si no atiendes a las mujeres, tampoco llegas a esos niños. Las mujeres también son las grandes desfavorecidas en estos entornos. Por eso, una de las clínicas pediátricas la hemos reconvertido en hospital materno-infantil, para darles, también, asistencia a ellas.
H.C. Tienen varios frentes abiertos. Los objetivos son muchos: sanidad, nutrición, escolarización…
A.S. Lo que nos planteamos fue ofrecer condiciones de vida mejores y abrir oportunidades de futuro para que ellos se pudieran labrar una vida más digna. Lo primero que hicimos fue construir escuelitas, luego hospitales pediátricos, pero nos dimos cuenta de que, en esos entornos marginados, no basta con dar tratamiento a un niño enfermo, debes procurarle alimentos, vestirle, darle el material escolar, vacunarle… Por eso son proyectos muy integrales, porque tienen en cuenta todo el desarrollo que el niño requiere.
H.C. ¿Cree que somos conscientes de que cada día mueren en el mundo 15.000 niños, por causas tan evitables como poner una vacuna o tener acceso a agua potable?
A.S. Es increíble, porque vivimos en un mundo tan globalizado y con tanta información que me resulta impensable que hagamos como si eso no existiera, pero el hecho es que, entre tanta noticia, creo que nos resulta difícil focalizarnos en las más relevantes. Pensar que en el siglo XXI hay, todavía, 1.200 millones de personas viviendo en extrema miseria, me parece algo inasumible. Todos somos buenas personas, que queremos vivir en un mundo lo más justo y humano posible, pero nos pasamos la vida centrados en nimiedades y problemitas locales y se nos olvida que la humanidad está sufriendo, hoy, un drama.
H.C. Somos buenas personas, pero nos resulta muy cómodo pensar que, individualmente, no podemos hacer nada …
A.S. Creo que cuando vivimos de espaldas a este problema, no es porque seamos egoístas, sino porque no sabemos cómo hacerlo. A veces pensamos que las ONG pequeñas no ayudan tanto o que es un tema que debemos dejar a las grandes instituciones. Estas cumplen su labor, los gobiernos hacen lo que pueden y luego estamos esa enorme población de seres humanos responsables y libres que debemos cuidarnos entre nosotros. A poco que investiguemos, veremos que hay muchas organizaciones que están transformando la vida de esas personas que carecen de los servicios más básicos porque, de repente, esos niños pueden ir al colegio, se forman, se convierten en profesores y abren escuelas en esos pueblos donde, antes, ellos no tenían posibilidad de aprender.
«Mi cuarto hijo murió en un accidente cuando visitábamos un hospital en África», dice Ana Sendagorta
H.C. Y, ¿eso está ocurriendo?
A.S. Llevamos solo 13 años y en nuestros proyectos ya hemos contratado limpiadoras que ahora son profesoras, guardas de seguridad que ahora son médicos, niños que estaban en la calle y ahora son universitarios… Cada una de esas personas tiene nombre, apellidos, ojos, cara… Si lo multiplicas por los miles que han sido, te das cuenta de que eso ha tenido un impacto tremendo en sus comunidades.
H.C. Eso será lo prioritario, ¿no?
H.C. ¡Claro!, ayudarles a que ellos se desarrollen para que sean autónomos a la hora de gestionar y atender una escuela, un hospital… Además, están deseando aprender.
H.C. Dan mucha importancia a la formación del voluntariado…
H.C. El término “voluntario” se ha puesto de moda y no todo el mundo puede serlo. Es algo muy serio, porque hay que entender la actitud de las personas de allí y estar dispuesto a integrarse en su cultura. No sólo debe trabajar con profesionalidad, sino con ejemplaridad y vocación de servicio.
H.C. Y hablando de voluntarios, quiero saber cómo aterriza Poty en esta aventura…
Poty Castillo A mí es que me gusta tanto implicarme en este tipo de acciones que, a veces, me comen más tiempo que el propio trabajo. Me voy a tener que replantear esto (Risas). Resulta que conocí a Silvia y a su marido, José María Irisarri, Patrono de la Fundación, en una mesa redonda en Valladolid. Me hablaron de la Fundación y, rápidamente, surgió el flechazo.
H.C. ¿Qué es lo que le enamoró?
P.C. Si asistes a una reunión con ellos, caes rendido. Ya no puedes, ni sabes, decir “no”, a nada. Me gustó de ellos, ante todo, su pasión. Cuando vine surgió algo mágico, que no te puedo explicar. Lo que sí sé es que se generó un clima absolutamente entrañable.
H.C. El próximo 17 de abril celebran La voz solidaria, una fiesta, que le han encargado presentar.
A.S.¿Quién podía hacerlo mejor que él, si desde pequeño le llaman el “Quitapenas”? (Risas)
H.C. Eso no lo sabía yo, Poty… ¿Qué es ¿La voz solidaria”?
P.C. : La idea es súper bonita. Al principio pensé que sería algo así como un Festival de fin de curso, pero me he ido asustando del nivel que tiene la gente que viene a participar, de verdad.
A.S. Ya es la 4ª edición. Se celebrará en la Sala Esfera de Alcobendas e irá todo destinado al hospital pediátrico “Pablo Horstmann” de Lamu (Kenya), que presta asistencia de calidad gratuita a niños enfermos, que no tienen otra alternativa.
P.C. : Se ha hecho un “casting” súper potente y súper chulo, así que vamos a disfrutarlo y no solo por ser algo solidario, que también. ¡Os esperamos a todos el próximo 17 de abril! ¡No nos faltéis!
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