Andoni Ferreño: "Si Ana Obregón decide reincorporarse, la recibiré con los brazos abiertos"
Habíamos quedado en vernos para recordar los 30 años que Telecinco cumplió en marzo. La COVID-19 hizo que tuviéramos que posponer el encuentro.
Hoy Corazón ¿Todos bien?
Andoni Ferreño La familia cercana, bien. Con algunos amigos sí ha habido algún problema, pero la vida es así.
H.C. Nos conocimos en los comienzos de Telecinco, cuando presentaba, junto a Silvia Marsó, el ‘Telecupón’.
A.F. Éramos tan jóvenes… Hablo poco de aquellos tiempos, solo cuando me reúno con amigos de esa época. Siempre tengo una sensación extraña, como si no hubiera ocurrido. Cuando veo imágenes nuestras en estos programas de relleno, en los que éramos insultantemente jóvenes, pienso: «¡Ah!, pero ¿ese era yo?». Es como si me lo hubieran contado, no vivido.
H.C. ¿Borraría algo de aquello?
A.F. No, solo que ha pasado mucho tiempo y no me veo reflejado. Todo está difuminado.
H.C. Ha cambiado mucho la tele.
A.F. La tele y nosotros. Yo solo tenía 24 años y recuerdo que todo fue a una velocidad escandalosa. No nos dio tiempo a disfrutar de la experiencia de haber conocido a tanta gente interesante y haber visitado sitios impensables para mí en aquel momento.
H.C. Tan joven, sería complicado digerir la popularidad.
A.F. Nunca sentí lo de la fama, tú me conoces y siempre he sido muy discreto fuera de los platós. Yo tenía mi vida que era la que me mantenía los pies en el suelo. Es cierto que cuando ibas a un restaurante, te pedían autógrafos, pero no estaba pendiente de eso. Además, el hecho de tener maestros como Sebastián Junyent o Pepe Azpiroz, que nos decían: «Tranquilos, que esto llega y se va», hizo que tomáramos decisiones acertadas. Asumí la fama con normalidad.
H.C. Y le sirvió para liderar y colaborar con acciones solidarias…
A.F. Para eso es para lo que tiene que servir. Mañana mismo me voy a Illana, el pueblo de mi madre. Me ha llamado el alcalde para hacer un homenaje a las personas que han perdido la vida por esta pandemia, a la Policía Municipal, Guardia Civil, sanitarios… Siempre que se me reclama, intento estar.
H.C. ¿Es una obligación?
A.F. Efectivamente. Había un futbolista que se quedaba siempre firmando autógrafos tras los entrenamientos y los compañeros se lo recriminaban, porque se veían obligados a hacerlo. Él siempre decía: «Esto nos va en el sueldo». A nosotros, que hemos tenido la suerte de salir en televisión, de que la gente te quiera ver, cuando nos llaman para este tipo de iniciativas hay que estar, sí o sí. Y me preocupan muchas cosas. Ahora mismo, lo que ha ocurrido y me temo que va a volver, porque sigue ahí. Somos un país con memoria de pez y creemos que el virus ha desaparecido, que es tiempo de ir a la playa a tomar cañas como si nada. Pues no, ¡cuidadito! Yo no soy un tío especial, me inquieta lo que a todo el mundo y lo que me gusta es agarrar los problemas y enfrentarme a ellos como pueda. Acudo allí donde me llaman. Lo que me preocupa, ahora, es el futuro de la gente joven, de mis hijos. Es tremendo lo que se nos viene encima.
H.C. Dos hijos y ambos quieren dedicarse a la interpretación. A Gonzalo ya le ha dirigido en una obra, junto a Ramón Robles, el hijo de mi amiga Marta…
A.F. Y Adriana está empezando. Es fantástico que quieran dedicarse a esto, pero no saben dónde se han metido. Es una profesión bellísima, pero te crea más insatisfacciones que otra cosa. Se han criado entre platós, camerinos de teatro y, lógicamente, ingenieros agrónomos no me iban a salir.
H.C. En marzo estaba a punto de estrenar una obra junto a Gonzalo.
A.F. Falso directo, una comedia crítica sobre el mundo de la tele, con un sabor agridulce. Cuando leí el texto, me encantó, porque mi personaje era totalmente identificable y necesitaba a alguien también reconocible para el personaje femenino, alguien que tuviera ese conocimiento de la tele. Un papel que iba a interpretar Anita Obregón.
H.C. ¿Cómo está Ana?
A.F. Soy discreto, sobre todo cuando ocurre algo tan duro. No habíamos coincidido tan estrechamente como en los meses anteriores al confinamiento, antes de que ella se fuera a Barcelona con Álex. Descubrí un ser maravilloso, muy profesional. Le mando algún mensaje, de vez en cuando, pero respeto este proceso de dolor. No sé si decidirá reincorporarse, si es así, la recibiremos con los brazos abiertos.
H.C. ¿Llegará la nueva normalidad al teatro?
A.F. De momento, intentar sentar a la gente en un sitio cerrado, durante hora y media es complicado. No me planteo volver al teatro antes de octubre o noviembre.
H.C. ¿Qué le pide a la vida?
A.F. Salud, nada más. Porque, como decía Woody Allen, pensaba que las dos palabras más bonitas eran te quiero, hasta que me he dado cuenta de que suenan mejor: «Es benigno», o «estás limpio». Habiendo salud, no tengo ninguna otra pretensión
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