Así nos han cambiado la vida (y la cara) 10 años de Instagram: cómo es ligar, trabajar, viajar o comprar en la era de la influencia

Fue un 6 de octubre de 2010 cuando Kevin Systrom y Mike Krieger publicaron su primera foto en Instagram, la red social que dio alas a los millennials y a su manera de ver el mundo. Y también la plataforma que más ha influido en la sociedad actual. Resulta increíble cómo nos ha cambiado la vida en solo 10 años de existencia. Se ha instalado tan naturalmente en nuestra normalidad, que parece que llevamos toda la vida con Instagram en el smartphone.

Más aún: probablemente no tendríamos una relación tan, tan estrecha con el móvil si este lno fuera nuestra la puerta de e mundo a través d enuestros feeds. Hoy, Instagram tiene más de 1,000 millones de usuarios activos cada mes y es la red social con mayor crecimiento y la más utilizada después de Facebook y Youtube (la sexta si se tienen en cuenta los servicios de mensajería de WhatsApp, Faceboook Messenger y Wechat). La mayoría de sus usuarios (el 65 %) tienen entre 18 y 34 años. Tiene (casi) todo el futuro por delante. Repasamos todas las formas en las que ha cambiado nuestras vidas

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La explosión del selfie

Imposible entender nuestra presencia digital sin los selfies, empezando por nuestra foto de perfil, ese selfie que customizamos cuidadosamente para que represente un destilado de cómo queremos que nos vean. Lo que mostramos en el selfie es tan importante como lo que no mostramos. Por eso, casi siempre revelan más de lo que quisiéramos enseñar.

No sin mi filtro de Instagram

Probablemente no seríamos tan adictas a fotografiarnos a nosotras mismas si Instagram no hubiera nacido cargado de filtros, esos embellecedores automáticos que modifican nuestras facciones hasta convertirlas en un sueño manga. Y qué decir de los que nos quitan o ponen centímetros, intensifican los colores o borran las imperfecciones. La vida siempre es bella en Instagram.

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La cara de Instagram

Inevitablemente queremos que esa belleza encontrada en la pantalla sea posible también en la vida real. Eso ha impulsado increíblemente la industria de la estética, capaz de ofertar hoy tratamientos baratos y rápidos para lograr los rasgos deseados: pómulos marcados, labios gruesos, narices armónicas, cejas perfectamente dibujadas y pecas. Muchas pecas.

El boom de las ‘instagirls’

Con la irrupción de esta nueva generación de personalidades digitales, capaces de reunir audiencias millonarias en torno a sus looks sin ser exactamente modelos, se rompió el reclutamiento habitual de tops en la industria. Las agencias perdieron el poder de la contratación: las instagirls (Kendall Jenner, Bella y Gigi Hadid, Emily Ratajkowski…) fueron de cero a cien con las marcas gracias al poder de sus fans y sin sufrir años de castings y desfiles en pasarelas serie b.

El influencer se convierte en industria

Si las ‘instagirls’ saltaron rápidamente del espacio digital a la industria convencional, las influencers avanzaron en su negocia hasta convertir sus perfiles en auténticas máquinas de hacer dinero, ya fuera mediante la recomendación de productos o la comercialización de marcas propias. El imperio Kardashian o el éxito de Chiara Ferragni es incontestable.

Instagram como escaparate

Lo que queremos comprar en moda, cosméticos o decoración ya no solo aparece en las revistas. Lo vemos más fácil y directamente, en los perfiles de Instagram de las influencers. Si a ellas les queda bien, a nosotras también. Clonamos su estilo, sus cortes de pelo y hasta sus rutinas fitness. De hecho, aunque el alcance publicitario de Instagram es de un 15 %, en países de habla hispanase dobla y triplica: México tiene un 24%, Colombia un 29%, España un 39% y Argentina, un 48%. En 2018, el 83 % de los usuarios admitía haber descubierto nuevos productos o servicios gracias a Instagram.

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The flower cake ?

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Todos somos famosos en Instagram

La vida digital ha superado, y con mucho, los 15 minutos de fama que la cultura pop de la televisión prometía al común de los mortales. Ahora todos somos estrellas con público que nos sigue, pone likes a nuestros fotos y admira nuestras publicaciones. Lo único que tenemos que hacer es convertirnos en fans de nuestra propia audiencia y ‘likear’ sus posts. Es una ficción de fama que se puede retroalimentar hasta el infinito. Y que las industrias premian: tener muchos ‘followers’ puede ayudar a que nos contraten.

El peligro de la sobreexposición

El deseo de lograr más y más ‘likes’ produce todo tipo de desequilibrios, incluido el impulso de compartir compulsivamente momentos íntimos cuidadosamente estilizados para lograr esos corazones tranquilizadores. No solo podemos pecar de indiscreción, sino que la ansiedad por la perfección (incluso de la perfección por comparación con los perfiles de otras personas) puede llegar a desencadenar trastornos mentales como la ansiedad o la depresión.

El efecto contagio de la foto perfecta

La incesante búsqueda de las imágenes más seductoras nos han traído obsesiones muy sintomáticas, como la incomprensible manía de fotografiar piernas desnudas desplegadas sobre la arena con el mar (y los pies) de fondo. Tampoco cesan las fotos de mascotas, cuanto más peludas mejor; los retratos de recetas, caseras o deconstruidas, con quinoa o aguacate; las escenas con inflables de piscina o los rincones vacacionales especialmente ‘instagrameables’, como los bancos con vistas de A Coruña o la Rue Cremieux de París.

La adicción de las ‘stories’

En agosto de 2016 aparecieron las ‘stories’, un nuevo espacio que las influencers pudieron monetizar, con recomendaciones que no permanecen en los perfiles, sino que desaparecen en menos de 24 horas. Estas publicaciones efímeras se convirtieron en favoritas rápidamente: permiten compartir contenidos más espontáneos, que no tienen porqué cumplir al milímetros los parámetros estéticos que se fijan para los muros. Son adictivas: suponen la parte más ‘viva’, por así decirlo, de Instagram.

La fiebre de los challenges

Los retos movilizan Instagram casi tanto como la moda, sobre todo cuando se unen personajes populares. De hecho, influencers y famosas suelen aprovecharlos para viralizar sus propias imágenes y reforzar el peso de su presencia digital. Pueden inmortalizarse vestidas con un cojín, proponer coreografías o sacar del baúl de los recuerdos retratos de la infancia.

Ligar en Instagram

Antes de Tinder, Instagram ya servía de catálogo de posibles conquistas a tiro de ‘like’. Ponerle corazones a las fotos más sugerentes de un perfil solo puede significar una cosa: me gustas. Si te corresponde con los mismos ‘likes’ estratégicos, está hecho el ‘match’. Existen estrategias más directas: ‘likear’ una foto muy antigua (prueba de que se ha repasado todo el perfil) o enviar, directamente, un mensaje privado. Por supuesto, Instagram también sirve para dejarlo: un ‘unfollow’ puede ser el equivalente a una ruptura sentimental que se hace pública.

La irrupción de la apropiación cultural

La viralización de las imágenes, sobre todo de las fotos de moda de las influencers, hicieron luz sobre dos fenómenos nacidos en Instagram: la necesidad de buscar inspiración en elementos cada vez más exóticos para lograr interés y la utilización por parte de la industria del Primer Mundo de señas de identidad de culturas subalternizadas (afroamericanas o del Sur Global) con fines comerciales. Nace así la creciente conciencia sobre la llamada apropiación cultural, una acusación resbaladiza que llevó a prohibir el uso de tocados inspirados en la cultura de los indios estadounidenses en el festival de Coachella.

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La cultura de la cancelación

Otro fenómeno que ha nacido al calor de las polémicas virales de Instagram: las campañas de cancelación de un famoso o una marca a la luz de alguna incorrección o metedura de pata puntual o repetida en el tiempo. Así labraron su reputación perfiles como Diet Prada, especialistas en señalar las fallas de diseñadores y firmas hasta el punto de la cancelación. En 2018, llegaron a obligar a la cancelación del desfile de Dolce & Gabbana en Shanghai, tras revelar unos post de la marca en los que Stefano Gabbana realizaba comentarios que denigraban la cultura china.

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