Así se convirtió Charo López en la actriz más deseada de los 80, a pesar del escándalo sexual más polémico de la época y de atreverse a rechazar a Almodóvar

Pocas, poquísimas actrices españolas han llegado a la categoría de mito, icono y musa total que ostenta Charo López (Salamanca, 1943), la más salvajemente guapa en los años 80, ‘la Ava Gardner española’, protagonista de más de 60 películas y 40 series. El domingo, en televisión, en el programa ‘Salvados’, volvió a deslumbrar con un comentario que puso en pie al público de la televisión y las redes: mientras que Manuela Carmena defendió la posibilidad de seguir trabajando a partir de los 70, Charo López puso el foco en la mayoría. «El trabajo no es para todo el mundo tan agradable como para nosotras”, dijo. “La gran aspiración del ser humano es haber trabajado toda una vida, poder retirarse dignamente y no trabajar más”. Enumeró las cosas que nos merecemos en la jubilación: leer, dormir mucho, comer rico. Charo López lo ha tenido y lo tiene muy claro.

En los 70 y, sobre todo, en los 80, Charo López fue “la luz al final del túnel del franquismo” (dijo Manuel Vicent), y un tipo de mujer que cada vez escasea más en el ‘star system’ nacional: de físico rotundo, siempre ha tenido una presencia fuerte, carismática y, a la vez, sentimental, además de un discurso muy articulado y hasta intelectual (estudió Filosofía y Letras). Una serie de televisión dirigida por Gonzalo Suárez supo sacar partido de toda su complejidad (y de su tristeza, que la rodó tras un fracaso amoroso), para convertirla en una estrella: ‘Los Gozos y las Sombras’, basada en la obra de Gonzalo Torrente Ballester.

Estrenada en 1982, ‘Los gozos y las sombras’ batió récords de audiencia en España y Latinoamérica, arrastrada tanto por la calidad del proyecto como por el alto voltaje sexual de la historia, ambientada en un pueblo gallego en los prolegómenos de la II República. La serie paralizaba el país durante su emisión en la que fue la edad de oro de la televisión en España, con títulos como ‘Anillos de oro’, ‘Delirios de amor’ o ‘Fortunata y Jacinta’. Coincidió con una década espectacularmente creativa en el cine, en la que toda la ficción española estaba en efervescencia. Se trataba de superar el facilón destape y subir el nivel, también en la manera de mostrar el sexo. Charo López, la musa inteligente de la ‘intelligentsia’ del cine de la época, filmó escenas eróticas jamás vistas. Entre ellas, una masturbación que entró a formar parte de la (paupérrima) educación sexual de varias generaciones.

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Charo López interpretaba a Clara Aldán, una mujer asediada por el deseo de los demás. “Clara es una perdedora, una belleza maldita, una mujer deseada por todos en el pueblo y especialmente por el cacique, que es el personaje que hacía Carlos Larrañaga”, explicó la actriz recientemente, con motivo de la entrada de la serie en el archivo online de RTVE. “Pero ella no está dispuesta a entregarse físicamente porque quiere ser virgen, quiere ser virgen porque en el pueblo si deja de serlo sería algo terrible, sería una mancha imposible de superar, porque además ella es una mujer humilde. Ella es muy joven, muy guapa, tiene necesidad de tener una relación sexual, pero el negársela le hace sufrir y padecer mucho”.

El rodaje de la escena de la masturbación produjo más de un quebradero de cabeza en la productora, Televisión Española, y en el equipo. “Televisión Española dijo que prohibía absolutamente la escena y que si se hacía, solo podía ser a condición de que los niños creyeran que tenía un dolor de estómago y los mayores la vieran, pero en plano general”, ha explicado Charo López a RTVE. “Como yo no quería perder esa escena, el director, Rafael Moreno de Alba, buscó una solución óptima: rodarla en planos cortos, con una cama que tenía unos pomos de acero a los que yo me agarraba y hacía gestos. Ahí se producía la metáfora: gritaba y gesticulaba y, en efecto, podía parecer que tenía un dolor de estómago. Quedó absolutamente maravillosa”. Y no empañó su carrera, sino todo lo contrario: la propulsó como la gran actriz dramática de la época.

Dos años antes, Charo López ya había destacado en otra grandísima serie literaria, “Fortunata y Jacinta”, donde en principio iba a interpretar a la protagonista (Ana Belén ‘le robó’ el personaje) pero se quedó con un secundario de impacto: Mauricia la Dura, borracha, monja ocasional y ‘corredora’ (traficante) de mantones y alhajas. Su interpretación arrasó y le sirvió en bandeja a Clara Aldán. Pero, además, su currículum contaba ya con más de 30 películas, entre ellas ‘Ditirambo’ (1969), o ‘La Regenta’. Después de ‘Los Gozos y las Sombras’ rodaría ‘La Colmena’ (1982), ‘Epílogo’ (1984), ‘Últimas tardes con Teresa’ (1984), Tiempo de silencio’ (1986), ‘Don Juan en los infiernos’ (1991), ‘Kika’ (1993), ‘El detective y la muerte’ (1994) o ‘Plenilunio’ (1999).

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Cuando estaba en lo más alto de su carrera profesional, en 1986, Pedro Almodóvar la llamó a para ofrecerle un papel en la que se convertiría en una de sus películas de culto y favorita absoluta de su fans: ‘Matador’. Charo López reconoció muy posteriormente que el reto le dio cierto miedo y lo rechazó. “Fue el segundo golpe duro en mi carrera tras lo de Buñuel [Buñuel la llamó para protagonizar ‘La Vía Láctea’, pero el sindicato francés se negó a que una actriz extranjera se llevara el protagonista].Es que Pedro tiene mucho peso y mucha personalidad y pienso que los actores, por lo menos yo, se hacen pequeños ante él».

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Por suerte, años después pudo quitarse ese miedo. «Me volvió a llamar para ‘Kika’ y le dije que sí, aunque lo hice un poco contrariada. Es otra anécdota, no pasa nada, sigo admirando y queriendo a Pedro, no pasa absolutamente nada. Como Buñuel, Almodóvar es un genio”. Luego vendrían muchas más películas, entre ellas la que le valió una candidatura al Oscar y un Premio Goya: ‘Secretos del corazón’ (1997), de Montxo Armendáriz. Allí pudo interpretar a a mujer madura, sin maquillar y con vida sexual, algo prácticamente desaparecido del cine actual. Hace diez años ya decía: «Pasados los 40, la mujer deja de estar buena y desaparece de escena». Desafortunadamente, el diagnóstico sigue vigente.

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