Carlota Casiraghi blinda al máximo su visita a Segovia: no quiere que le hagan fotos

Su colaboración con marcas como Gucci, su comentada vida amorosa y el final de cuento de hadas que tuvo ésta con motivo de su reciente boda con el productor de cine Dimitri Rassam en el palacio de Mónaco han hecho de Carlota Casiraghi el miembro más popular de la nueva generación de los Grimaldi. Cuando este sábado visite Segovia, sin embargo, lo hará en calidad de ensayista y por eso no quiere que se la fotografíe en el Hay Festival, donde Casiraghi presentará la edición en castellano de Archipiélago de pasiones, el libro que ha escrito con su antiguo profesor, el prestigioso filósofo Robert Maggiori.

Un deseo que, informa El Día de Segovia y ha podido confirmar Vanity Fair, ha preocupado a la organización de este festival literario, ya que la hija de Carolina de Mónaco es uno de los personajes más mediáticos con los que cuenta el cartel de esta edición, y que no deja de sorprender si se tiene en cuenta que, a pesar del celo con el que Carlota Casiraghi protege su intimidad, cuando se trata de hablar de filosofía la cosa cambia y por ejemplo el año pasado no tuvo reparos en acudir a un programa de la televisión francesa para hablar de su libro. Según hemos podido saber, Carlota no quiere estar pendiente de su imagen durante el encuentro y por ello prefiere evitar la atención de los fotógrafos.

Graduada en filosofía en la Sorbona e impulsora de los Encuentros Filosóficos de Mónaco, lo cierto sin embargo es que la preferencia de la nieta de Grace Kelly por la intelectualidad antes que por el glamour que suele asociarse al Principado de Mónaco la han llevado a tener sus desencuentros con las revista de corazón, especialmente con los paparazzi que la siguen más allá de las pasarelas o esas citas filosóficas.

Fue en 2012 cuando, con 25 años, Carlota Casiraghi quiso levantar un muro entre su vida pública y su intimidad. En esa época los medios se habían hecho eco de su ruptura con el galerista Alex Dellal, y su incipiente romance con el actor francés Gad Elmaleh la habían convertido en objetivo de los paparazzi de París, donde por entonces residía la sobrina de Alberto de Mónaco. Cansada de “ser perseguida sin descanso día y noche por una docena de fotógrafos”, decidió emitir un comunicado a través de su abogado, Alain Toucas, y denunciar ante la fiscalía el acoso. “Vive un infierno diario. Todas esas persecuciones con coches y motos son moralmente perjudiciales y además suponen un riesgo físico para ella. También están poniendo en peligro a las demás personas”, protestaba el abogado de Casiraghi el comunicado.

Significativamente, Alain Toucas había trabajado anteriormente para la princesa Diana protegiéndola de los paparazzi franceses. Claro que Carlota Casiragui tampoco era la primera Grimaldi en luchar por que su vida privada quedara fuera del foco mediático: en 2004, su madre, la princesa Carolina de Mónaco, ganó una batalla judicial contra la prensa alemana por la publicación de unas fotografías suyas en las que aparecía montando a caballo y jugando al tenis durante unas vacaciones en Suiza.

Harta de esa misma situación, durante un viaje a Nueva York que realizó en 2017 acompañada de Dimitri Rassam, Carlota Casiraghi se acercó a un grupo de paparazzi que habían perseguido a la pareja desde que aterrizaron en el aeropuerto y, con gesto desesperado, les imploró que dejaran de hacerles fotografías.

“Lo que me preocupa es el hecho de que pueda ser observada en cualquier momento y que sea analice mi vida privada. Me siento herida en mi libertad”, había declarado un año antes a Vanity Fair Francia.

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