De Rihanna a Rosalía, las famosas meten la pata por culpa de la apropiación cultural: la moda ha encontrado la solución para evitar la polémica
Hace unos días, Rihanna se disculpó públicamente en sus redes sociales por haber incluido un texto sagrado del Corán en su programa de moda para Amazon Prime Vídeo, Savage X Fenty. Y no está sola en el departamento de patinazos fashion. Hace unas semanas, la cantante Adele recibió un aluvión de críticas por recogerse el pelo en una serie de moños característicos de la cultura bantú, para el carnaval de Notting Hill, en Londres.
Aquello se consideró apropiación cultural, una ofensa que la moda parece cometer con frecuencia y en la que incurrió Kim Kardashian (otra vez) cuando llamó a su primera colección de ropa Kimono. Tras disculparse, la rebautizó como Skims. Incluso nuestra Rosalía fue criticada por usar un peinado baby hair, propio de familias latinas y afroamericanas. Todo un bosque de polémicas relacionadas con peinados y estilismos en el que, a veces, resulta difícil vislumbrar la realidad.
Ni siquiera las grandes intenciones garantizan la buena voluntad del público: Nike, que quiso atender a todos aquellos que critican los cánones de belleza asociados a la delgadez extrema instalando un maniquí de talla grande en su tienda de Londres, se encontró con tantos aplausos como críticas por “animación a la obesidad”. Algo parecido les pasó a Givenchy, a Coach y a Versace, por clasificar Hong Kong como país en diferentes prendas de ropa. Muchas modelos chinas les acusaron de atentar contra la soberanía de China y anunciaron que no trabajarían con esas firmas. Pero, ¿dónde está el límite entre lo políticamente correcto, lo socialmente aceptable y (en última instancia) lo que puede alejar a los compradores?
En el caso de Rihanna, ni siquiera había sido consciente de haber utilizado un verso del Corán: el verso era parte de la letra de la canción Doom, de Coucou Chloe, que se utilizó en el programa. Pero, a la hora de la verdad, dio igual. RiRi tuvo que disculparse a través de la cuenta de Instagram del programa: “Querría agradecerle a la comunidad musulmana que me haya señalado un enorme descuido, que resultó ofensivo, de forma no intencionada, en el programa”, dijo RiRi. “Hemos herido a muchos hermanos y hermanas musulmanes… No pretendo faltar el respeto a ninguna religión, y por lo tanto el uso de esa canción fue totalmente irresponsable”.
Disculparse inmediatamente (y retirar el producto que ofende, si procede) es el comportamiento habitual de las firmas cuando se les acusa de ofender sentimientos religiosos, de apropiarse de culturas ajenas o de comercializar prendas con tintes racistas o totalitarios. Pero la moda es, por naturaleza, provocadora y se inspira en todas las estéticas del mundo. ¿Dónde está la línea de lo aceptable? Cuando Valentino presentó una colección inspirada en África, no se le llamó la atención por apropiarse de los estampados y cortes de las culturas del continente, sino por el hecho de que los modelos que las lucían fueran predominantemente blancos. También se consideró ofensiva la campaña de Dolce&Gabbana para Shangái, que mostraba a una modelo china intentando comer pizza y pasta con palillos. Y lo que parecía una ingenua broma en Italia se convirtió en un grave insulto en China.
Más controvertido fue el jersey negro de cuello alto de Gucci que se transformaba en una blackface tipo mascarilla, labios rojos incluidos. Tuvo que retirarlo; mantuvo, sin embargo, el turbante indio, a pesar de la indignación de la comunidad sij, para los que esta prenda tiene un significado religioso, y se limitó a cambiar su nombre en la web (de “turbante” a “tocado”). Burberry, tras mostrar en pasarelas un jerséi que incluía un lazo tipo horca al cuello, se disculpó por haber aludido de forma tan poco sensible al espinoso tema del suicidio y lo retiró.
Algunas firmas han dado ya un paso adelante para evitar las polémicas y su alto precio en forma de descenso de ventas o desprestigio de la marca. Ralph Lauren ha incluido en su staff oficiales de diversidad e inclusión, que aseguran que el personal de la firma sea diverso y asegure que haya variedad de puntos de vistas culturales. Gucci (tras el escándalo blackface) también ha contratado uno. Chanel tiene un consejo de diversidad y Prada, un consejo asesor de diversidad que preside la directora de cine afroamericana Ava DuVernay.
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