Érase una vez en Cantora… Chándales, pieles y joyas de oro: los inicios estilísticos de Isabel Pantoja, el icono de moda inesperado
Aunque cueste creerlo al principio no fue el chándal. Tampoco la bata de cola. Isabel Pantoja (Sevilla, 1956) solía vestir como cualquier joven de la época, los años 70, con vaqueros, blusas y fulares anudados al cuello. He aquí la prueba.
Entonces, la nueva sensación de la copla, una joven sevillana de familia ligada al mundo del cante y el baile –su padre, Juan Pantoja Cortés, fue un afamado letrista de fandangos y miembro del trío Los Gaditanos; su madre, doña Ana, bailó con Juana Reina– lucía una larga melena de color azabache que, con el tiempo, se convertiría en su seña de identidad indiscutible. Además, su estilo fue sofisticándose de forma paulatina y pareja a su éxito. Y, cuando la estrella ascendente de la canción española conoció al torero del momento, Francisco Rivera Paquirri, esa sofisticación alcanzó su clímax.
Jóvenes, guapos y triunfando en sus respectivas carreras Rivera y Pantoja pronto empezaron a invertir en joyas caras y relojes de primeras marcas –Rolex, Patek Philippe…–. Vean si no la imagen que encabeza este artículo, y en la que el diestro luce una medalla de oro muy popular en la época, la de la efigie del Cristo de Dalí. O esta de la tonadillera envuelta en un costoso abrigo de piel de lince parecido, por cierto, al que lucía el rey Juan Carlos en su polémica visita a Kazajistán.
Hablando de pieles: el mito de la folclórica en chándal y visón –y/o tacones– nace precisamente en esos años gracias a figuras como Pantoja o Rocío Jurado. Precisamente esta prenda que adoptó la cantante –y actriz protagonista de filmes como Yo soy esa o El día que nací yo, ya en los noventa– pronto se convirtió en uno de los más características de su estilo, a la altura de los trajes de flamenca de Lina. Un estilo que pronto tomaría otros derroteros.
Seguro que, así de primeras, le costaría encontrar similitudes entre las escenas en Balmoral de The Crown y las fotografías del álbum familiar de los Rivera-Pantoja. Pues bien, hubo un tiempo en el que en la finca de la discordia se vestía de forma similar, con prendas de montería en tonos verde caza. De hecho, el chándal no se empieza a imponer hasta la muerte de Paquirri en 1984, cuando la finca pasó de ser el hogar de un torero de enorme éxito al refugio de una joven viuda con un hijo que descansaba allí entre gira y gira. Un lugar por cierto, el escenario, sobre el que Isabel Pantoja sí ha destacado por su acierto en el vestir.
Es sabido que Isabel no ha figurado jamás en las listas oficiales de mejor vestidas, aunque resulta innegable su presencia en escena. Para ello confiaba en Lina o, más recientemente, en Eduardo Ladrón de Guevara, modista preferido de mujeres que sí aparecen en esos ránkings, como Paloma Cuevas.
Sin embargo, y a tenor de las imágenes de archivo que están viendo, resulta innegable que el look más genuino de Pantoja se forjó en los años 80 entre prendas juveniles y adquisiciones de primeras marcas, símbolo de estatus para aquel matrimonio feliz que se truncó de forma trágica un 26 de septiembre.
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