Isabel II, la abdicación imposible: ¿Es su último aniversario como reina de Inglaterra?

Lleva ya 68 años de reinado, pero nunca antes había vivido algo así. La crisis del coronavirus ha obligado a Isabel II a permanecer confinada en el castillo de Windsor junto a su marido, el duque de Edimburgo (97). El próximo 21 de abril será su 94 cumpleaños y toda precaución es poca, más aún después de que un trabajador del palacio de Buckingham diera positivo en Covid-19. “Podéis estar seguros de que mi familia y yo estamos listos para jugar el papel que nos toca”, aseguró la monarca en un comunicado el 19 de marzo, cuando el primer ministro británico, Boris Johnson, todavía no se había tomado medidas ante la terrible pandemia.

Monta a caballo, da largas caminatas, lleva una dieta sana, no fuma, apenas bebe alcohol y aún conduce su Land Rover.

Isabel II delegó en el príncipe Guillermo sus funciones representativas. Días después, el 26 de marzo, el príncipe Carlos (71) se convertía en el primer miembro de la familia real contagiado. Según el diario The Times, la monarca valora dirigirse a la nación como solo lo ha hecho en tres ocasiones durante su reinado: tras la muerte de su madre, cuando se produjo el fatal accidente de Diana de Gales y durante la Guerra del Golfo. La pregunta está en el aire: ¿podría este cese temporal de la actividad ser un ensayo de la retirada definitiva? “En absoluto”, opina Marlene Koenig, experta en realeza británica. “Permanece en contacto con el Gobierno y se sigue reuniendo semanalmente con el primer ministro, respetando la distancia social o por videoconferencia”. De hecho, ha recibido formación específica para manejar redes sociales y tablets en las últimas semanas.

Desde que cumplió 90 años, las especulaciones sobre su abdicación son recurrentes. El pasado octubre, The Sun publicó que dejaría el trono a los 95, tomando Carlos el relevo. En un gesto inusual, pues la institución no comenta rumores, Buckingham lo negó con un mensaje tajante: “Ni a los 95 ni a ninguna otra edad”. Eso sí, marcando sus propios tiempos: lo comunicó mes y medio después de que apareciera el titular. Coincidía con el revuelo tras la emisión de una entrevista dada por su hijo menor, el príncipe Andrés, en la que con poco éxito quiso defenderse de las acusaciones que le vinculaban con el empresario Jeffrey Epstein y su red de prostitución de menores.

Cumpleaños infeliz

A pesar de que la monarca es el miembro de la familia real mejor valorado por su pueblo, este aniversario no llega ni en su mejor momento de ánimo ni en el de mayor popularidad de la institución que representa. Con la renuncia del príncipe Harry y Meghan Markle, duques de Sussex, y el escándalo de su hijo el príncipe Andrés, ha vuelto a aflorar el fantasma del aquel 1992 que definió como annus horribilis. “Estos últimos meses han sido muy difíciles para la familia real y deben de haber herido profundamente a la reina… Especialmente porque las cosas han llegado cuando ella, y con razón, podía pensar que después de tantos altibajos por fin había conducido a la monarquía hacia un futuro seguro”, apunta Sarah Gristwood, autora de la biografía Isabel, la reina y la corona, en conversación con Mujerhoy.

Tampoco la reina ha quedado exonerada. La polémica entrevista del duque de York se grabó en un salón de Buckingham, un gesto que se interpretó como muestra de apoyo de Isabel II hacia su hijo favorito. Igual que sus apariciones en público juntos y sonrientes después de que este se viera forzado a renunciar temporalmente a sus funciones dentro de la familia real. “No ha manejado bien la situación –analiza la experta en realeza británica Marlene Koenig–. No debe de ser fácil compaginar el ser madre y soberana de 16 naciones”.

Es imposible saber si aquello llevó a la reina a cambiar sus planes, pero Gristwood da una clave: “Cuando entregue las riendas del poder, querrá que la monarquía esté garantizada ¡Y claramente ahora está menos garantizada que cuando celebró su 93 cumpleaños!”.

Morris, sin embargo, cree que no hay lugar para pensar en un cambio de planes. “No tiene sentido preguntarse si ha retrasado su retiro porque ella nunca ha contemplado la posibilidad de retirarse”. Como él, son mayoría los expertos que insisten en repetir una y otra vez que Isabel II “nunca ha pensado en abdicar”. Para apoyar sus palabras, todos se remiten a un mismo episodio trascendental de su biografía.

Ocurrió cinco meses antes de su boda con el duque de Edimburgo, durante un viaje de la familia real a Sudáfrica. Impecablemente vestida de blanco, luciendo un collar de perlas de doble vuelta y el mismo peinado al que se ha mantenido fiel –no podría cambiárselo aunque quisiera; así es como aparece en las monedas y los billetes–, la todavía princesa Isabel se sentó frente a un enorme micrófono de la BBC para dirigirse a sus súbditos con motivo de su 21 cumpleaños. De todas las palabras que leyó aquel día, hubo unas que resonaron por encima de todas las demás: “Declaro ante todos ustedes que mi vida entera, ya sea larga o corta, estará dedicada a su servicio y al servicio de nuestra gran familia imperial a la que todos pertenecemos”.

Han pasado 73 años de aquello, pero Vernon Bogdanor, profesor de estudios gubernamentales del King’s College de Londres se muestra rotundo: “Prometió que serviría toda su vida y se toma esa promesa muy en serio”, sentencia a preguntas de esta revista. Por si quedara alguna duda, añade: “La monarquía no es algo que se elija, sino una sucesión hereditaria y la abdicación la debilita”.

La palabra prohibida

“Abdicación es una palabra sucia en la monarquía británica –subraya Koenig–. La familia real percibió el gesto de su tío como un abandono, un motivo de vergüenza”, añade Gristwood. De hecho, no hay precedente en el Reino Unido de que un monarca jubilado haya continuado en el país. Eduardo VIII voló a Francia solo unas horas después de que se hiciera pública su renuncia al trono. Incluso en el supuesto de que Isabel II tomase el mismo camino, la legislación no se lo permitiría. Sin embargo, Bob Morris señala que “el principal obstáculo no son los políticos, sino el sentido del deber de la reina hacia la nación a la que juró dedicarse”.

La única opción que contemplan los expertos es que nombrara regente al príncipe Carlos en caso de que se viera incapacitada para desempeñar sus funciones. A las puertas de cumplir 94 años, su energía resulta asombrosa. ¿El secreto? Quizá tengan algo que ver los genes –la reina madre murió a los 101 años–, pero también que siga haciendo ejercicio –monta a caballo y da largas caminatas por la campiña–, una dieta sana, que no fume, beba muy poco alcohol y mantenga un gran sentido del humor. De hecho, aseguran que es muy buena imitadora y que clava el acento de Margaret Thatcher. Tampoco ha sufrido ninguna enfermedad ni accidente graves y parece mantener buenos reflejos. Aunque solo lo coge en recintos cerrados, sigue poniéndose al volante de su Land Rover. El antiguo embajador de Arabia Saudí sir Sherard Cowper-Coles cuenta en sus memorias que, durante una visita al palacio de Balmoral, el entonces príncipe Abdullah, ya de por sí descolocado porque una mujer condujera, “tuvo que implorarle por medio de su intérprete que redujera la velocidad y se concentrara en el camino”.

Reina de por vida

En su libro Isabel, la reina, Sally Bedell Smith revela que fue “un lacayo” quien, un día antes de que lo publicaran los periódicos, el 10 de diciembre de 1936, le contó a la pequeña Lilibeth, de apenas 10 años, que su tío acababa de firmar el acta de abdicación para casarse con Wallis Simpson y su padre se convertiría en el nuevo rey. “¿Significa que tú serás la próxima reina?”, le preguntó entonces su hermana Margarita. “Sí, algún día”, respondió. Margarita solo acertó a decir: “Pobre de ti”.

Aquella niña que de un día para otro se convirtió en la heredera al trono de Inglaterra es hoy el monarca más longevo de la historia. Casi un siglo de vida y 68 años de reinado durante los cuales el mundo y la sociedad británica han sufrido una transformación notable. “Su mayor logro ha sido garantizar que hay un trono en el que sentarse –valora Gristwood–. ¡No es poco para alguien a quien no le gustan los cambios!”.

Despacho real: de Churchill a Johnson

Aunque la discreción siempre ha imperado, en sus 68 años en el trono algunos detalles han trascendido de su relación con los 14 primeros ministros de su reinado. Con Winston Churchill, el primero, tuvo una química especial. La que le faltó con Margaret Thatcher. Su preferencia por laboristas como Harold Wilson chocó con Tony Blair, al que consideraba demasiado protagonista. Algo que también se apunta sobre su opinión del actual, Boris Johnson.

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