La trágica historia de Amparo Muñoz (la única española que ganó Miss Universo y la primera mujer que renunció al título), que van a revivir Los Javis en su próxima serie
Han triunfado con su empresa más difícil: hacer justicia a la biografía de Cristina Ortiz, ‘la Veneno’, mujer transexual y prostituta que aterrizó en el programa de Pepe Navarro en los años 90. Murió en 2016 y los obituarios la etiquetaron como juguete roto de la televisión, aunque varias generaciones de jóvenes ya la habían convertido en un icono de la ruptura, la superación y la autenticidad, valores al alza en un espacio público lleno de clones.
Javier Ambrossi y Javier Calvo, los Javis, han logrado contar una vida llena de sombras (malos tratos, marginación, prostitución) desde su faceta ejemplar, haciéndo hincapié en la lucha de una mujer trans por sobrevivir a las duras circunstancias que le tocaron. Más aún: resucitaron un pasado que solo podía encontrar empatía y comprensión en este presente, de la mano de una generación sensible al sufrimiento de los diferentes. Su próximo proyecto, una serie sobre la vida de Amparo Muñoz, Miss Universo 1974, promete una vuelta de tuerca a la misma altura. De nuevo, se hará la justicia-ficción de los Javis.
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La biografía de Amparo Muñoz, la primera y única Miss Universo que ha tenido España, está jalonada de claroscuros y episodios trágicos que también se prestan a una relectura ‘millennial’. Si en «La Veneno» la figura de Cristina Ortiz servía para acercara al espectador la realidad de las personas trans y realizar una certera crítica a la industria de la televisión (y, por extensión, a una sociedad entregada al espectáculo), con Muñoz se enfrentan a otro cambio de narrativa.
Tratarán de reivindicar a la miss no como otro juguete roto (en este caso, por la droga), sino como una mujer pionera que luchó durante toda su carrera contra la mercantilización del cuerpo de las mujeres jóvenes tanto en los concursos de belleza como en el cine y que llegó a denunciar abusos psicológicos (contra su ex marido, Patxi Andion) en un momento en el que estas conductas estaban toleradas por la sociedad.
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Malagueña de Vélez-Málaga, nació en una familia humilde pero pudo aprender mecanografia y taquigrafía y conseguir un empleo como secretaria. Se presentó a Miss Costa del Sol para conseguir un viaje a Lanzarote, pero para cobrarlo la obligaban a participar en Miss España. Se coronó en 1973 con 19 años, aunque despreciaba este tipo de certámenes. «A mí estos concursos siempre me han parecido una utilización de la mujer. Me parece lícito que una chica los utilice como trampolín, pero yo me presenté a rastras«, confesaría más tarde.
Cuando, en 1974, ganó Miss Universo, el calvario fue peor. Se las vio con múltiples propuestas para prostituirse y participar en orgías y con agendas de trabajo demoníacas. Tras seis meses de tortuoso reinado, durante los cuales le diagnosticaron una depresión nerviosa, en enero de 1975 se plantó, «harta de ser tratada como una muñeca». Aún es la única Miss Universo que ha dimitido en toda la historia del certamen.
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«Después de treinta años, todavía recuerdo con terror mi experiencia como Miss Universo», escribió Amparo Muñoz en «La vida es el precio» (Ediciones B), su autobiografía. «Tanto que aprendí a dormir sentada: tumbada en la cama daba una cabezada durante una o dos horas y enseguida volvía el pánico a todo lo que me estaba ocurriendo, a todo lo que veía. Recuerdo una noche en la que Miss Filipinas me invitó a una fiesta en el ático del hotel y me encontré que la fiesta era especial: hombres y mujeres en grupos de dos, tres y hasta más personas se abrazaban y besaban. Era una auténtica bacanal. Por no hablar de las propuestas de entrar en el mundo de la prostitución«.
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Tras su experiencia en el mundo de los concursos de belleza, Amparo Muñoz se dedicó al cine: su belleza embrujaba tanto a los directores como al público. Protagonizó «Clara es el precio» (1975), de Vicente Aranda, y se convirtió en la película que más ha recaudado del director, a pesar de que el precio de la entrada era 100 pesetas más caro.
Su experiencia en el cine de la época, profundamente sexista, tampoco fue un lecho de rosas. «A los directores les importaba un bledo si sabía actuar o no y, a veces, los desnudos se rodaban a lo bruto; era como una violación continua. La belleza me abrió puertas, pero también me acercó al precipicio», confesó en una entrevista. Pudo triunfar en Hollywood, pero Amparó renunciaba a contratos de publicidad y cine para quedarse cerca de su familia. Fue portada de todas las revistas, desfiló para Cacharel y aspiró a una Palma de Oro en el Festival de Cannes con «Dedicatoria (1980), de Fernando Chávarri.
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Su vida sentimental alimentó los tremendos titulares que marcaron gran parte de su carrera, sobre todo, tras revelarse su adicción a las drogas en 1987. Su primer marido (1976), el actor Patxi Andión, la maltrató psicológicamente por celos: le decía que era «una mala actriz que solo servía para desnudarse y que su sitio era el hogar». En 1983 se casó con el anticuario chileno Flavio Labarca, que la inició en la cocaína y la heroína.
Estuvo con Elías Querejeta, Máximo Valverde, Antonio Flores, José Coronado y un político de la era de la Transición cuyo nombre siempre mantuvo en el anonimato. Su imagen se resintió, sobre todo, por el tratamiento en la prensa de su adicción, tras una paliza que le propinaron en 1989. En 1990, Rosa Villacastín publicó que tenía sida y Amparo Muñoz tuvo que acudir al programa «La máquina de la verdad» a desmentirlo. Cuando se demostró incierto, Jesús Mariñas la acusó de dedicarse a la prostitución.
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De nuevo veremos los excesos y crueldades de la televisión de los años 90 retratados por los Javis, un mundo que no es nada ajeno a quienes hoy rondan los 40 y más allá. Y de nuevo nos dejarán esa pregunta en el aire: ¿de verdad ha cambiado tanto la manera en la que la televisión, el cine, la publicidad trata a las mujeres jóvenes que se acercan a estos mundos? Amparo Muñoz se recuperó de su adicción, pero el mundo del cine le dio la espalda. Tuvo que vender todas sus posesiones para tratarse y se inició en el budismo, con la mala suerte de que cayó en una especie de secta.
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En 1996, Paul Naschy le volvió a dar una oportunidad en el cine de terror y se estrenó su última gran película, «Familia», de Fernando León de Aranoa. «Lo que más me gusta de Amparo es su naturalidad», confesó este. «Con su mirada puede ser muy dulce y muy dura; tiene una gran mezcla de fuerza y fragilidad. Es la bomba, la actriz más profesional con la que he trabajado». Desafortunadamente, Amparo Muñoz volvió a recaer en sus adicciones y malogró su vuelta al cine. De todos modos, el destino no le tenía reservado ningún resurgir: sufrió un tumor cerebral que la obligó a retirarse con su familia a Málaga. Murió en 2011 con 56 años.
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