Lady Arabella, la reina perdida de Inglaterra que pudo haber sucedido a Isabel I
Lady Arabella era la única hija de Carlos Estuardo, tercer conde de Lennox, y de Elizabeth Cavendish. A su vez, sus abuelos fueron Matthew Stewart, segundo conde de Lennox, y Lady Margaret Douglas, nieta del rey Enrique VII de Inglaterra. La madre de Lady Margaret, María Tudor, se casó con el rey Jacobo IV de Escocia. Esta liosa relación de antepasados la convertían en tataranieta del rey Enrique VII de Inglaterra y, por tanto, en posible heredera al trono de Inglaterra.
Si esta noble hubiera seguido los pasos marcados hacia el trono, la monarquía británica actual habría sido muy diferente. Probablemente, ni siquiera habríamos tenido a la reina Isabel II como reina. Pero los derroteros del destino depararon una vida diferente para Lady Arabella.
La que pudo ser reina de Escocia e Inglaterra nació en una familia noble, en Nottinghamshire (Reino Unido), en el año 1575. El padre de Arabella murió cuando ella tenía pocos meses de edad. Su madre, siete años después. En lugar de ser criada en la corte de su prima Isabel I, su abuela se ofreció a cuidarla. Durante la mayor parte de su infancia vivió alejada de la Corona, lo que hizo que tuviera un profundo desinterés por heredar el reino. Sin embargo, debido a su relación familiar con la corte, lady Arabella visitaba Londres y el palacio de forma periódica.
Durante la mayor parte de su infancia vivió en la casa de Hardwick Hall en Derbyshire con su abuela. A pesar de ser cuarta en la línea de sucesión, su formación no tuvo nada que ver con la de una reina. Estudió hasta los veinte años varios idiomas e instrumentos como el laúd, el violín y el virginal (un instrumento similar al clavecín, muy popular en la época). Poco sabía de diplomacia, conflictos internacionales o de los tejemanejes de la Corona.
En aquel momento de la historia, la reina María de Escocia se disputaba el trono con su prima, Isabel I de Inglaterra. El rey Enrique VIII en sus últimos deseos había excluido a los Estuardo de la sucesión al trono inglés, cosa que generó una gran revolución entre católicos y protestantes. Los católicos de la época consideraban a Isabel ilegítima y daban el trono a María de Escocia, hija de la hermana mayor de Enrique VIII. Los protestantes, en mayoría, respetaban la última voluntad de Enrique VIII y apoyaban el reinado de Isabel I. La reina María de Escocia es juzgada por conspiración contra la Corona y encarcelada en una torre a la espera de su ejecución. Pero la reina escocesa no olvidó a su sobrina. En su confinamiento, la reina Isabel le permitió tener algunos vasallos a su servicio. Entre ellos, la compañía de Arabella.
Ante su inminente ejecución, la depuesta reina le pide a la reina Isabel de Inglaterra que le reconozcan a Arabella sus derechos hereditarios y las joyas y riquezas que le corresponden. Aunque estas intenciones pudieran parecer nobles, su intención era desposar a la joven con su hijo Jacobo y que ambos heredasen el reino de Escocia e Inglaterra, siempre cumplida la mayoría de edad. De esta forma, aseguraría un reino católico al pueblo inglés. Isabel I había visto en su prima una amenaza durante toda su vida. Pensó que si reconocía a Arabella sus derechos y bienes dinásticos, podría ser un obstáculo más en su permanencia en el trono.
A Lady Arabella le llovían pretendientes muy interesados por su cercanía a la Corona. Inconsciente de todos los hechos que habían sucedido a sus espaldas, la inglesa le hizo caso a su corazón. Se escapó con William Seymour, hijo de Catalina Grey, perteneciente a la familia Tudor, acusada de catolicismo en múltiples ocasiones por un país anglicano, y se casaron en secreto. Este matrimonio, además de impropio por su credo, hacía peligrar la línea de sucesión que tanto guardaba Isabel.
La corte y el pueblo de Inglaterra vieron en este acto una intentona por llegar al trono y como un desacato hacia la reina. A su vez, Lady Arabella también estaba rodeada de rumores de rebelión por su cercanía con María de Escocia. Arabella estaba en el punto de mira de la monarquía europea. La reina Isabel murió sin descendencia. El trono quedaba libre de heredero. Aunque era la oportunidad de Arabella, los consejeros de la Corte pusieron por interés a Jacobo I, hijo de María de Escocia, como rey. Éste, consciente de lo que había ocurrido y de la amenaza de la protagonista de nuestra historia, la mandó apresar para quitársela de en medio.
La noble fue hecha prisionera en la Torre de Londres. También su esposo, aunque en lugares diferentes. Él consiguió escapar y perderse en los Países Bajos. Ella no corrió la misma suerte. En un intento de huida, cogió un barco a Flandes disfrazada de campesina. Los hombres del rey la interceptaron cerca de Francia y la devolvieron a su cautiverio en la Torre. Manifestó su incredulidad y frustración con una huelga de hambre que acabaría con su vida a la edad de 38 años, el 25 de septiembre de 1615. Así Inglaterra se despedía de su reina perdida.
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