Las curiosidades más sorprendentes del vestido de novia de Lady Di

Hace 39 años se creó el que, probablemente, sea el vestido de novia más icónico de todos los tiempos: el que lució Lady Di el día de su boda con el Príncipe Carlos. Aquel 29 de julio de 1981 marcó un antes y un después en las tendencias nupciales de la época, que vieron como esta oda a la opulencia y al maximalismo se convertía en inspiración para novias y diseñadores de todo el mundo. Unos prácticamente desconocidos David y Elisabeth Emanuel (ella nunca vestía de Chanel por este triste motivo) fueron los creadores elegidos por Diana Spencer para dar forma al vestido de sus sueños (aquí te enseñamos los más bonitos de Instagram), un diseño involvidable del que todavía, casi cuatro décadas después, hay detalles que siguen sorprendiéndonos.

Diana Spencer conoció a esta pareja de diseñadores unos meses antes de su boda, cuando le confeccionaron una blusa que, a juzgar por los acontecimientos, debió encantarle porque no dudó a la hora de elegirlos para crear uno de los vestidos más famosos de la historia de la moda de las  ultimas décadas. Eso sí, David ya había trabajado para la familia real, pues empezó su carrera con Hardy Amies, diseñador de la Reina Isabel II. 

«Sabíamos que el vestido tenía que ser algo que hiciera historia pero, a la vez, algo que Diana amase», ha declarado en repetidas ocasiones Elisabeth Emanuel. Además, al celebrarse en St. Paul (una catedral de enormes dimensiones), «tenía que llenar el enorme pasillo de una forma impactante».

A diferencia de muchas novias, que empiezan con los preparativos de su vestido más de un año antes de la boda, este proceso duró solo unos pocos meses, pero fueron semanas de constantes cambios arreglos y cambios, ya que Diana no paraba de adelgazar. El boceto del vestido fue destruido nada más aprobarlo la futura Princesa de Gales, para evitar filtraciones, y había un plan B en caso de que se desvelara el secreto: un vestido más sencillo con el que Lady Di también podría haber dado el ‘sí, quiero’.

El vestido de novia, que sorprendió a todos por su estética maximalista tan contrapuesta al estilo ‘naive’ de Diana Spencer, estaba elaborado en tafetán de seda color marfil, e incluía detalles de encajes antiguos en escote y mangas que pertenecieron a la Reina Mary, abuela de Isabel II, y un corazón creado con más de diez mil aplicaciones de perlas y lentejuelas bordadas a mano. Por si fuera poco exagerado, el look de Diana de Gales se remataba con un velo de más de 140 metros de tul y una cola de 25 metros de longitud, que lo convirtieron en el vestido de novia más largo de la historia de la realeza.

Lo que quizá pocos saben es que el vestido, que llegó arrugadísimo a la Catedral de St. Paul después del viaje en carroza de Lady Di y su padre, estaba manchado: al parecer, los nervios jugaron una mala pasada a la novia mientras se arreglaba y derramó el frasco de perfume sobre la falda. ¿La solución precipitada de su maquilladora? Que siempre agarrara la falda por esa parte para que nadie lo viera. Y un último y desconocido detalle: este vestido de inspiración victoriana y grandes volúmenes (la falda se abría tantísimo gracias a una criolina) escondía un secreto en su interior, una herradura de la suerte bordada en oro de 18 kilates. Y sí, nosotras también hemos pensado que no funcionó demasiado este amuleto en el matrimonio formado por Carlos y Diana…


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