Maria Sharapova: la tenista que pudo ser modelo
Se retira. Lo hace con tan solo 32 años. Un punto y final prematuro que Maria Sharapova anunciaba ayer y que sostenía en las continuas lesiones que han llevado a la rusa a tomar esta amarga decisión. La manera en la que ha informado al mundo de este paso, marca su manera de ser y lo que ha significado más allá de las pistas: los reconocimientos le han llegado por igual por su condición de belleza indiscutible que por los méritos deportivos.
Decimos esto, porque Sharapova no ha emitido un comunicado al uso o ha convocado una rueda de prensa para que la prensa especializada en deporte diera la noticia. No. Ha sido en ‘Vogue’ y ‘Vanity Fair’, en sus ediciones de Estados Unidos, donde ha querido que se publicaran esas líneas que tanto le habrá costado escribir.
Tenis: me estoy despidiendo»
«¿Cómo dejas atrás la única vida que has conocido? ¿Cómo te alejas de las canchas en las que has entrenado desde que eras una niña, el juego que amas, uno que te trajo lágrimas y alegrías indescriptibles, un deporte donde encontraste una familia y aficionados que te animaron durante más de 28 años? Soy nueva en esto, así que por favor perdonadme. Tenis: me estoy despidiendo», se puede leer en esa carta pública a la altura de la elegancia del personaje.
Maria hace repaso por sus logros, sin olvidar los momentos complicados de una carrera con una mancha negra: el positivo por ‘dopping’. «Mi camino se ha llenado de valles y desvíos, pero las vistas desde la cima fueron increíbles. Sin embargo, después de 28 años y cinco títulos de Grand Slam, estoy lista para escalar otra montaña, para competir en un tipo diferente de terreno», escribe quien ya es leyenda.
Recordemos que, cuando anunció la sanción por dopaje, reunió a la prensa en un hotel. Los medios pensaban que era ese el momento de su adiós al tenis. Ella, muy digna, contestó que su punto y final sería mucho más digno que en una sala con una moqueta y ante un puñado de micrófonos y grabadoras.
Y lo ha hecho, porque en esa reflexión que ha podido hacer gracias a la intimidad que da la soledad de quien se enfrenta a un papel en blanco, entre en las profundidades de los sentimientos del deportista de elite: «Al dar mi vida al tenis, el tenis me dio una vida. Lo extrañaré todos los días. Echaré de menos el entrenamiento y mi rutina diaria: despertarme al amanecer, atar mi zapatilla izquierda antes que la derecha y cerrar la puerta de la cancha antes de golpear mi primera pelota del día. Extrañaré a mi equipo, a mis entrenadores. Echaré de menos estar sentada con mi padre en los entrenamientos. Los apretones de manos, ganes o pierdas, y mis rivales, lo supieran o no, me empujaron a ser la mejor».
Mi cuerpo se había convertido en una distracción»
«Me he sometido a múltiples cirugías y pasé innumerables meses en fisioterapia. Solo caminar en la cancha era ya una victoria, cuando, por supuesto, solo debería haber sido el primer paso hacia la victoria. No comparto esto para dar lástima, sino para pintar mi nueva realidad: mi cuerpo se había convertido en una distracción», explica Sharapova, que reconoce haber vivido un auténtico sueño americano.
El sueño americano
Para quien no esté puesto en sus antecedentes, en los entresijos de su biografía, Sharapova emigró junto a su padre, Yuri, a Estados Unidos desde Siberia (desde una localidad a 300 kilómetros de Chernóbil) cuando ella tenía solo siete años. El sueño de este era que su hija triunfara en el circuito WTA. Tenía unos 700 dólares en el bolsillo y con eso, los dos juntos, salieron adelante. Construyeron una figura que, ahora, será recogida en la historia de este deporte.
Masha, como así la llaman en su círculo íntimo, triunfó en el mundo de la raqueta, con esos altibajos que ella misma menciona, pero lo cierto es que podría haber elegido otro camino. Diferente, pero igual de sacrificado. A nadie le pasa inadvertida la belleza de Maria. De hecho, es uno de los rostros femeninos que más ha ganado gracias a la publicidad. Una especie de copia de lo que hizo David Beckham en su día: convertirse en un ‘spot’ con patas.
Sharapova, que es también embajadora de buena voluntad de la ONU, ha prestado su imagen a marcas de tanto calado internacional como Ralph Lauren o Swarovski. ¿Queremos más? Tiene su propia marca de caramelos, Sugarpova. Este año fue una de las estrellas invitadas a la fiesta post Oscar de ‘Vanity Fair’. Lo que se llama un producto de lo más completo que, según la revista ‘Forbes’, en 2016 había amasado unos 20.000 millones de dólares.
Ahí es nada. Un colchón más que holgado para la retirada de aquella niña que llegó con su padre prácticamente sin un céntimo y que ha culminado su gran sueño americano.
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