Novias que no visten con vestido blanco el día de la boda
Cada vez son más las novias que reniegan de convencionalismos y huyen de todo lo que huela a tradición. Los vestidos de princesa, el velo, el recogido pulido o las joyas discretas que formaban parte del look nupcial tradicional han ido abriendo paso a estilismos más relajados, melenas revueltas y elecciones tan personales como llevar bolso para pasar por el altar. Una tendencia que, si bien se ha visto impulsada por las bodas en tiempos de pandemia –más íntimas y relajadas–, ya venía gestándose en el universo celebrity. Actrices, cantantes o modelos llevan años desmarcándose de convenciones vinculadas al gran día llegando incluso a pasar del impoluto blanco que ha sido hegemónico desde que la reina Victoria lo pusiera de moda en su boda con el príncipe Alberto allá por 1840.
Kourtney Kardashian ha sido la última en hacerlo. La mayor del clan Kardashian se casó con el baterista punk Travis Barker en Las Vegas después de la ceremonia de los Grammy 2022 eligiendo el mismo color con el que habían posado en la alfombra roja horas antes: el negro. La pareja subió la apuesta cambiando sus respectivos looks de Cushnie et Ochs y Givenchy por chupas de cuero negro a juego. Si bien la propia Kourtney aclaró en Instagram que la ceremonia fue solo un paso previo –y no oficial– a su enlace, la pareja prefirió mantenerse fiel a su estilo personal en esta suerte de preboda.
Otras han llevado esa decisión hasta las últimas consecuencias plantándose en la catedral de Londres con un vestido rosa desteñido (Gwen Stefani), eligiendo un traje low cost amarillo firmado por Zara (Emily Ratajkowski) o atreviéndose con un color tan asociado al luto en la cultura occidental como el negro (Sarah Jessica Parker o Chloë Sevigny). Mucho antes, iconos atemporales com Audrey Hepburn o Brigitte Bardot hacían historia desmarcándose de la pureza nívea y demostrando que hay vida más allá del blanco para darse el ‘sí, quiero’. Repasamos a continuación algunas de las novias más atrevidas y rebeldes de todos los tiempos.
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Camiseta amarilla con una cruz brillante en medio del pecho, pantalones negros y chupa a juego. El look que Kourtney Kardashian eligió para dar el ‘sí, quiero’ a Travis Barker en Las Vegas está en las antípodas de lo que cabría esperar de una novia. Fiel al estilo gótico-punk que ha ido in crescendo desde que comenzara su relación con el baterista, la mayor del clan Kardashian lo llevó hasta sus últimas consecuencias también en el día de su pseudoboda previa a la ceremonia oficial. Solo queda comprobar si entonces será tan atrevida.
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La actriz tiene uno de los estilos más personales y underground de todo Hollywood. Por eso era de esperar que en el día de su boda con Siniša Mačković prescindiera de un vestido de novia al uso (más aún teniendo en cuenta que estaba embarazada). Aunque la pareja se casó el pasado 9 de marzo de 2020 en una ceremonia íntima celebrada en el ayuntamiento de Nueva York, la musa indie por excelencia reveló recientemente las fotos de aquel día en su cuenta de Instagram. A pesar de lo sorprendente de su elección, quiso mantener el velo y el ramo de flores.
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Ni velo, ni cola, ni vestido blanco de miles de euros. La modelo Emily Ratajkowski ha sido otra de las novias más particulares de los últimos tiempos al elegir un traje amarillo anaranjado que ignoraba por completo las connotaciones negativas asociadas a este tono. Zara estaba detrás del diseño que revolucionó las redes sociales y potenció la tendencia de casarse con chaqueta y pantalón.
La segunda vez que se casó (con Andrea Dotti en 1969), la actriz belga prefirió elegir un sencillo minivestido de color rosa palo confeccionado en lana. La capucha, los zapatos de tacón sensato y las medias blancas completaron un estilismo que sigue siendo referente más de 50 años después. Hubert de Givenchy, su diseñador de cabecera, estuvo detrás de la ocurrencia.
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Aunque la imagen más famosa de Sarah Jessica Parker vestida de novia es la que protagonizó su álter ego Carrie Bradshaw en Sexo en Nueva York, la actriz se casó con el intérprete Matthew Broderick en 1997 vistiendo un diseño bien distinto. La pareja, que se dio el ‘sí, quiero’ en una ceremonia íntima un lunes por la noche, quiso pasar desapercibida evitando a toda costa «ser el centro de atención». Ella lo intentó con un vestido negro de Morgane Le Fay. Años después confesó que no volvería a casarse con un diseño como aquel.
La cantante se atrevió a entrar en la londinense catedral de St. Paul con un vestido rosa degradado cuando se unió a Gavin Rossdale en 2002. Se trataba de un diseño firmado por John Galliano (que, por cierto, fue uno de los invitados al enlace) para Dior. Como curiosidad, la novia llegó una hora tarde a la iglesia y el perro del novio se mantuvo junto a él durante toda la ceremonia.
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Si bien la mayoría de los documentos gráficos de aquel día son en blanco y negro, el vestido de cuadros vichy de Brigitte Bardot en su boda con Jacques Charrier estaba teñido de blanco y rojo. Era 1959 y Bardot, una vez más, demostró que por algo es un icono de estilo sin igual.
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Aunque el color del vestido de Chanel con el que la actriz británica se casó con James Righton en 2013 es mucho más discreto que los elegidos por el resto de novias de la lista, Knightley también se saltó el protocolo a su manera. No solo apostó por un diseño corto, sino que se trataba de un look que ya había lucido antes en la alfombra roja (y que volvería a llevar después de la boda). Toda una pionera de la sostenibilidad que se saltó a la torera aquello de que el vestido de la novia no puede verse antes del gran día.
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Si bien en su primer enlace con James Cook la británica acató la ‘norma’ de vestir de blanco impoluto, cuando repitieron unos días después celebrando una segunda ceremonia en Marrakech, Poppy eligió un vestido repleto de flores de colores. Fue una creación firmada por su amigo y diseñador Peter Dundas.
Un año después de conocerse en el rodaje de Tener y no tener, Lauren Bacall y Humphrey Bogart se dieron el ‘sí, quiero’ en una granja en Ohio. La Segunda Guerra Mundial acababa de terminar y ella (que, por cierto, solo tenía 16 años) prefirió dejar a un lado la opulencia y elegir un sencillo traje de dos piezas de color beige. Los zapatos era azules para cumplir con la tradición y también llevó un pañuelo prestado que pertenecía a su madre.
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