Por qué Michelle Obama es la reina del soft power, el arma secreta para ejercer la influencia a nivel global
Kamala Harris parecía el sol demócrata llamado a iluminar todo el campo político global de aquí a noviembre. Pero no. La intervención de Michelle Obama con un discurso inteligentísimo, sin retóricas pero lleno de urgencia, dio la medida de hasta dónde alcanza hoy por hoy la influencia de una mujer de partido. Con su intervención, Michelle Obama se confirmó como la mujer con mayor influencia global del momento en una evolución copernicana de la denostada figura de la influencer, que pasa de agente comercial a agente de cambio. Es la evidencia de que el activismo se abre paso como estilo de vida, una revolución que no está teniendo lugar en los habituales escenarios de la política, sino en los canales de la cultura. En el desde siempre minusvalorado ‘soft power’.
Michelle Obama, la gran esperanza del partido demócrata estadounidense, había rechazado una y mil veces la posibilidad de convertirse en candidata presidencial, algo que tras la culminación de las dos legislaturas deBarak Obama parecía más que factible, también por cierta asimilación del modelo Clinton que Hillary no pudo culminar. Ahora vemos que su plan era otro, problemente por haber comprobado desde dentro los límites que el poder político tiene hoy en Estados Unidos. Ella misma tuvo que lidiar con una decepción máxima cuando las corporaciones de la alimentación, las corporaciones más poderosas con permiso de las tecnológicas, echaron por tierra su plan para atajar la obesidad infantil. Preveía un ataque directo al abuso del azúcar y la comida basura, pero terminó en una inofensiva campaña en favor del ejercicio físico.
Pero lo que una Primera Dama o una Presidenta no puede lograr, sí puede conseguirlo la influencia cultural. La política estadounidense ha sido consciente desde siempre del inmenso poder de la cultura, de hecho lograron que Hollywood y sus películas se convirtieran en el órgano de propaganda y colonización de lo americano en el mundo. Ellos inventaron el llamado ‘soft power’, esa instancia suave de ejercicio del poder en la que la seducción logra lo que no puede ni la diplomacia ni la fuerza. El cine, los videoclips, las revistas, las novelas y hasta el arte estadounidense viajaimpregnado de los valores del estilo de vida americano que terminan convirtiéndose en deseables para el mundo. Es la colonización cultural del imperio americano que dominó durante la segunda mitad del siglo XX y que hoy ha explosionado en la globalización.
Con la irrupción del mundo digital, los canales clásicos del ‘soft power’ han sufrido una doble revolución: se han multiplicado y democratizado, con lo que su alcance es masivo (realmente global) y dan entrada a nuevos actores, que compiten con sus propios valores frente a la todopoderosaindustria cultura estadounidese. Aún así, los americanos continúan siendo los amos de este negocio y, aunque surjan películas y series en España, Francia o Turquía, la producción sigue siendo de Netflix, una empresa americana. El poder del ‘streaming’, de las redes sociales, de los contenidos virales es tal, que pueden desencadenar revoluciones con las que el poder político no puede ni soñar Ahí está el resurgir del feminismo, el cuestionamiento de los géneros o Black Lives Matter. Mientras los gobiernos son percibidos en parálisis, en el ‘soft power’ viral la velocidad es máxima.
Está claro que Michelle Obama decidió desde el minuto cero conquistar este nuevo poder cultural que ofrece más oportunidades al cambio que las instancias políticas habituales. Su primer gran movimiento, una autobiografía que fue best seller inmediato en 30 idiomas (lleva vendidos más de 12 millones de copias en todo el mundo), fue un jugada maestra: le permitió controlar milimétricamente la narrativa pública sobre su vida y su familia. A partir de ahí, Obama se convirtió en la conferenciante más buscada, colaboradora de ONG’s grandes y pequeñas y, finalmente, protagonista de un documental que terminó de recolocarla como la mujer más admirada del mundo en 2019 y 2020 (según Gallup). E,l documental pudo verse en Netflix, por supuesto.
Otra estrategia inteligente que nadie vio venir: la silenciosa aniquilación de la mística de la ‘power couple’ que tanto funcionó durante los dos mandatos del presidente Obama . De repente, es Barack el que se retira de los focos (búsquenlo jugando al golf) mientras que la figura de Michelle no deja de agrandarse. Ya no funciona la ficción de un poder que el hombre reparte generosamente con su consorte, sino un reconocimiento decidido y expreso del poder por derecho propio que también puede detentar una mujer. Además, las lógicas del ‘soft power’, basadas en la seducción, la empatía y lo narrativo, actúan en detrimento de lo típicamente masculino (la fuerza, la imposición, la competición). Lo autoritario, tanto en hombres como en mujeres, aquí no funciona.
En los tres años que han seguido a su mudanza de la Casa Blanca, la ascensiónde Michelle Obama como referencia cultural y política no ha hecho más que crecer, gracias a una actividad incesante que ha incluido frecuentes apariciones en televisión. La aún poderosa Oprah Winfrey pavimentó el camino que ahora transita Obama no solo como influencer de la cultura y el entretenimiento, sino como portadora de mensajes cada vez más políticos: en favor de una sanidad pública, de una alimentación sana, de medidas contra el cambio climático o el racismo. También es íntima amiga de la hoy defenestrada Ellen DeGeneres, la influyente periodista televisiva Gayle King o el presentador de ‘talk shows’ Conan O’Brian.
La plataforma de actuación de los Obama es, ahora mismo, estratosférica. El corazón de su influencial global es la Obama Foundation, en Chicago, donde además se está construyendo The Obama Presidential Center, que incluirá un museo, biblioteca y despacho para la pareja. Según Forbes, la fundación ha recibido 165 millones de dólares para poner en marcha sus programas sociales. Sus donantes más generosos (más de 1 millón de dólares), son Steven Spielberg, Oprah Winfrey, JJ Abrams y Melinda y Bill Gates. Un acuerdo millonario de colaboración con Netflix les permite además distribuir su aventura como productores de series y películas: ya tienen un Oscar por el documental «American Factory».
Poco antes de su impactante discurso en la convención demócrata, Michelle Obama puso otra pica en su personal Flandes cultural: se estrenó con un podcast en Spotify, accesible de manera gratuita para los 300 millones de abonados de la popular plataforma. Su primer invitado fue Barack Obama y en su segundo episodio habló de la menopausia, ese tabú. También ha comenzado a lucir su cabello al natural, sin el planchado que aún exige la etiqueta del poder ‘duro’ a las mujeres con pelo afro, probablemente un paso demasiado radical para Meghan Markle, quien también ha iniciado su propio ascenso a las cumbres del ‘soft power’.
En su intervención en vídeo, Michelle Obama no pudo ser más clara acerca de su opinión sobre los políticos: «Sabéis que digo exactamente lo que siento», dijo a los simpatizantes demócratas. «Sabéis que odio la política. Pero también sabéis que me preocupo por mi país. Y sabéis lo mucho que me preocupan nuestros niños. Así que si tenéis que quedaros con algo de lo que digo que sea esto: si pensáis que las cosas no pueden ir a peor, creedme, sí pueden. Y lo harán si no logramos ganar estas elecciones».
Fuente: Leer Artículo Completo