Rafael Amargo regresa a Madrid con Lorca

La cultura es segura. Ese es el lema que estos días no se cansan de repetir los artistas para evitar que teatros, cines y espacios de exposiciones terminen por asfixiarse con la agonía que ha supuesto la pandemia para el sector. Algunos de ellos lo creen firmemente y lo demuestran presentando nuevos espectáculos en estas fechas. Todo para que la música, el cine y el teatro no falten en momentos en los que la cultura puede ser el salvavidas para evadirse de una realidad que muestra su cara menos amable.

Uno de esos artistas empeñados en mantener la oferta cultural sobre las tablas es Rafael Amargo. El bailarín estrena el 3 de diciembre en el teatro de La Latina de Madrid el espectáculo ‘Yerma’, una interpretación libre de la obra de Federico García Lorca.

Antes de su aterrizaje en las tablas madrileñas nos habla sobre su propuesta, que llega con la incertidumbre que rodea todo estos días, pero también cargada de ilusión y horas de trabajo. «Cuando has hecho esto toda la vida, no puedes de la noche a la mañana cambiarte de profesión», asegura. Pero Rafael Amargo no viene solo. Lo hace con una compañía de la que está más que orgulloso y en la que hay dos mujeres dispuestas a dejarse la piel en escena. «Blanca Romero y Sara Vega son ‘Yerma'», nos explica Amargo, que ejerce también de director del montaje.

«Blanca y Sara son dos mujeres muy fuertes, con pasiones muy duras»

Las dos se turnarán para dar vida a la protagonista de este drama descarnado que aborda los deseos y los miedos más profundos del ser humano. «Las he escogido porque son dos mujeres muy fuertes, con pasiones duras y son tremendas. Quería actrices que lo pudieran contar desde la fuerza personal, también tenían que bailar flamenco, y las dos lo estudian y lo bailan», afirma.

Él lleva la batuta de este montaje y cuando le preguntamos si se siente mejor digiriendo o mostrando sus dotes sobre el escenario, nos dice: «Ahora ya, con esta edad (tiene 45 años) y después de haberle dado la vuelta al mundo cuatro veces, casi me siento mejor dirigiendo», pero el público sigue reclamando la presencia de un bailarín que fue reconocido con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2018. «Todavía, cuando intento no bailar, empiezan: ¿cuándo sale el Amargo?», comenta entre risas.

En este montaje sí baila, y lo hace en un papel que la obra original no contempla y que tiene casi un halo místico, porque interpreta a su paisano, Federico García Lorca. «Yo nado muy bien en Lorca. Haría toda su obra completa», reflexiona. Y es que son pocas las obras del literato que le faltan por llevar a escena.

Amargo, nacido en el mismo lugar que Federico, está unido al autor por un hilo invisible. «Nací en su mismo pueblo, en una familia muy cercana a la suya. Mi abuelo era su cartero», cuenta con un destello de nostalgia en la voz.

Quizá por esa cercanía y ese buen hacer está seguro de que este montaje le ha quedado «redondo». Le preguntamos qué quiere que sientan los espectadores al verlo. «Quiero que se vayan con ganas de volver. Es una obra de una gran factura y es más Amargo que nunca. A veces las obras no son generosas, pero esta lo es, en el sentido de que hay danza urbana, hay flamenco, está la palabra de Lorca… Hay cosas que van a hacer que quieran volver».

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