¿Sigue funcionando el modelo de famosa activista que Jane Fonda inventó en los 70?
El fenómeno no es nuevo: las multitudinarias manifestaciones feministas, las protestas de los movimientos por el cambio climático y, ahora, las movilizaciones antirracistas vuelven a concitar a infinidad de famosas, marchando como cualquier persona anónima con su pancarta. Siguen los pasos de la inventora de todo esto: Jane Fonda, agitadora por la paz en las marchas contra la guerra de Vietnam y portavoz hollywoodiense de las Panteras Negras, que en los 70 recibió todo tipo de críticas por sumarse a unas luchas de las que, a decir de los críticos, apenas sabía nada. Le echaban en cara una movilización sentimental y no racional, un reproche en el que puede leerse claramente el sesgo misógino que atribuye a las mujeres lo emocional y a los hombres, lo racional. Algo tiene de cierto: famosa o no famosa, resulta difícil hoy no conmoverse por la injusticia racial, climática o feminista hasta el punto de lanzarse al activismo, sobre todo cuando todo un país se lanza a las calles. Las ‘celebrities’ no son, al fin y al cabo, de piedra.
En los años 70, Jane Fonda no se limitó a agarrar supancarta y marchar junto a los activistas: fue portavoz, agitadora y, a su manera, lideresa, pues tomó los micrófonos para dictar discursos y lanzar proclamas. Sigue haciéndolo aún hoy, al frente de la movilización neoyorquina en favor de una lucha más decidida contra el calentamiento global. Tiene, sin duda, la legitimidad de la coherencia, pues al repasar sus actuaciones de entonces y ahora no encontramos más diferencias que el color del pelo, ya cano, de la actriz. Sigue la misma pasión, el mismo empuje e idéntico compromiso. Lo que sí ha cambiado es el contexto y el contexto lo es todo.
Excepto en el caso de las manifestaciones feministas, y probablemente eso también haya cambiado mucho desde 2014 hasta hoy, es bastante improbable que una famosa aceptara hoy liderar una protesta, subir al estrado como portavoz o arrogarse la representaciónen una marcha. De hecho, todas las ‘celebrities’ que han participado en la oleada de protestas posteriores a la muerte de George Floyd en una detención violenta por parte de la policía de Minneapolis lo han hecho como una ciudadana más. En los 70, las famosas no tenían el poder que alcanzan hoy y lo de Jane Fonda se leía, sobre todo, como una extravagancia que podía darle publicidad al activismo. En la actualidad, una ‘celebrity’ puede tener más infuencia que un presidente del gobierno o cualquier político, un ascendiente que conlleva mucha más vigilancia y responsabilidad.
Una famosa que pretenda hoy convertirse en una activista modelo tiene que elegir muy bien sus causas: su privilegio siempre será objeto de vigilancia. No es lo mismo que un actor negro como John Boyega se convierta en símbolo del antirracismo con un encendido emocionante discurso inprovisado (con el riesgo añadido de que la industria pueda rechazarle), que una influencer millonaria como Olivia Jade publique en su Instagram mensajes antirracistas, sobre todo porque su madre, la actriz Lory Loughlin, ha sido condenada por «comprar» su ingreso en la universidad. Muchas famosas pueden apoyar la lucha contra el calentamiento global, pero sus proclamas pueden ser tachadas de hipócritas si continúan viajando en sus aviones privados a sus mansiones a las orillas de lago Como (o de cualquier otro lago).
Las ‘celebrities’ están hoy, inevitablemente, bajo sospecha. Porque, de alguna manera, forman parte de la estructura que oprime a todos aquellos que se manifestan contra el racismo, el cambio climático o cualquier otra cuestión social. Sus palabras sirve hoy ya de poco, aunque gestos como el de Taylor Swift, dirigiéndose directamente a Donald Trump y pidiendo el voto quien este tenga enfrente, siguen siendo valientes en países muy polarizados políticamente. Sin embargo, los fans esperan hoy mucho más de los personajes públicos. Por ejemplo, que no celebren con risas y fotos una detención policial en cualquier manifestación. Se trata de una anécdota si eres una activistafamosa, pero si nadie te conoce y tu piel no es suficientemente blanca, una detención puede tener consecuencias letales. En el activismo que viene, frivolidad cero.
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