Sofia Coppola habla de la infidelidad, la crisis de la mediana edad y la sombra de ‘El padrino’
Sofia Coppola tenía cinco años en 1977, cuando su padre, Francis Ford, recién salido del salvaje rodaje de Apocalypse Now, la entrevistó. “Soy un poco pez, nado en el agua y tengo dos hermanos que son peces”, dijo, antes de ponerse a contar en cantonés. Más tarde, el padre le pidió a la hija que grabara un mensaje para su yo futuro. “Soy Sofia –dijo–. Y cuando sea mayor quiero ser maestra o enfermera. Me gusta ser Sofia, porque hay muchas cosas divertidas que sé hacer ”.
Cuarenta y tres años después, la directora está haciendo una llamada de Zoom desde Napa, en California, donde vive su familia y donde creció. “Oh, Dios mío –exclama, recordando la grabación–. Sí, mi padre me entrevistó cuando era pequeña”. La familia al completo ha estado junta durante el confinamiento: su esposo, Thomas Mars; sus hijas Romy y Cosima; y su hermano Roman, uno de aquellos “peces”, también con sus hijos. “Ha estado bien –dice ella–. Nuestros hijos son un poco más mayores, 10 y 13. Es duro para un adolescente estar atrapado en casa con sus padres”. Lleva una blusa y gafas, y está en una habitación que parece estar esperando a que la decoren. Una animada conversación llena las habitaciones fuera de cámara. Es en Napa donde su padre tiene su bodega y elabora sus vinos, incluido el Sofia Chardonnay. “Ligero de espíritu. De carácter elegante”, puede leerse en su web.
Entonces, ¿qué le diría Sofia a su yo de hoy, con 49 años? “Oh, alucinante. ¿Que espero haber disfrutado?” Se ríe y añade que se siente afortunada por haber dirigido películas de las que la gente, espera, obtenga algo. “Supongo que todavía siento lo mismo que mi esencia de cinco años”. Sofia tuvo una educación extraña. Su padre, ganador de cinco Óscar, también filmó su nacimiento. “No he visto esa filmación desde hace mucho”, dice Coppola, que también ganó un Óscar por Lost in Translation en 2004.
Para su nueva película, On the Rocks (Apple TV), la directora, en cierto modo, giró el objetivo de su cámara hacia su padre y consiguió que el actor Bill Murray lo interpretara. Como de costumbre, escribe y dirige la historia de Laura (Rashida Jones) y su padre, Felix (Murray), que espían al esposo de Laura, Dean (Marlon Wayans), cuando ella sospecha que podría estar engañándola. Es en parte una extraña travesura de pareja y en parte una mirada conmovedora a ese momento complicado que se produce cuando llegan los niños y los sueños tienen que acoplarse. “¿Y si descubrimos que solo está ocupado?”, pregunta Laura, mientras ella y Felix espían a Dean. “¿Y si simplemente es una cuestión de rutina?”.
La gente no me ve como alguien divertido, la hija del creador de El padrino. Pero mi humor es sutil».
Laura es el alter ego de la cineasta. Incluso se parecen. Dean sale mucho, lo que preocupa a Laura, y el marido de Coppola también sale mucho, puesto que es el cantante de la banda francesa de indie-pop Phoenix, siempre de un lado para otro. “No –dice Coppola, cuando se le pregunta por lo obvio–. Su relación no se basa en la mía. Nunca fui paranoica y espía”. Una amiga le contó una historia similar a la de la película, aunque la influencia de Francis Ford en toda ella fue lo que le impulsó a rodarla.
“Pensé que me encantaría ser testigo de la amistad entre un padre y una hija –reconoce–. Porque, por supuesto, tengo tantos recuerdos y referencias de mi padre que es una relación que me ha marcado profundamente. Felix es una invención, pero hay cosas de mi padre en él. Era una figura muy carismática para mí mientras crecía. Sin embargo, Felix es más bien un playboy internacional, así que es una combinación de mi padre y de algunos amigos suyos. También de mi suegro, que es un tipo impresionante, muy divertido. Es la suma de los hombres de esa generación que hay en mi vida”.
“Las mujeres entre los 35 y los 39 están en su momento de mayor belleza”, afirma Felix. “Me quedan muchos meses todavía”, responde Laura. El diálogo, por cierto, muestra el sentido del humor de Coppola, muy subestimado. “La gente no me ve como alguien divertido –dice sonriendo–. Creen que soy una persona seria, la hija del creador de El Padrino. Pero mi humor es sutil”. En otro momento, Laura le pregunta a Félix si un hombre puede estar satisfecho con una sola mujer, y la respuesta está lejos de ser tranquilizadora. “Quería hacer algo sobre los hombres y las mujeres y sobre diferentes generaciones, porque todo ha cambiado mucho –dice Sofia Coppola–. Ha habido un gran salto con respecto a los roles de la mujer”. ¿En qué sentido? “Se ha producido una discusión sobre cómo los hombres hablan de las mujeres y se relacionan con ellas. No me hagas mencionarlo, ya sabes…”.
Supongo que se refiere al #MeToo. “Se ha hablado mucho en los últimos dos años sobre lo que es apropiado y lo que no, y quería que Laura hablara con Felix al respecto. Existe una enorme brecha entre los hombres de la generación de mi padre y los de la mía”.
On the Rocks es su película más personal en años, lo más cerca que hemos estado de saber quién es Sofia desde Lost in Translation. Elegir como protagonista a Bill Murray, que relanzó su carrera con aquel papel, es una coincidencia, pero aquella historia fue esencialmente un reflejo de cómo era su vida en ese momento: insegura de su matrimonio, buscando una forma de conectar en el bar de un hotel extranjero, Scarlett Johansson era una versión más joven de ella misma. Esa película fue un “proyecto personal muy autoindulgente”, y esa exposición de su intimidad la asustó. ¿Lo está de nuevo? “Sí, pero me pasa con todo lo que hago. Revela en qué eres vulnerable”.
Su primera película, Las vírgenes suicidas, se hizo porque quería llegar a las adolescentes. ¿A quién está dirigida entonces On the Rocks? “Estaba haciendo algo sobre lo que mis amigas y yo reflexionamos mucho. Parece aburrido hacer una película sobre la vida en la mediana edad, no tiene nada de glamuroso, pero espero que conecte con las mujeres que están pasando por lo mismo que yo”.
Solía quedarme despierta toda la noche escribiendo; con hijos ya no puedes hacerlo».
Específicamente, se trata de esos años justo después de tener hijos. Y captura muy bien los pequeños detalles. Están las charlas en las visitas a la escuela con padres que no te caen bien pero que finges que sí. Hay un montón de imágenes de Rashida Jones empujando un carrito de bebé por Nueva York que parecen tomas de paparazzi de la propia Sofia. Una hermosa escena en México con la actriz vestida con un vestido amarillo frente a una pared rosa recuerda a Frida Kahlo, aunque Coppola sigue siendo la directora de cine que captura con mayor fidelidad el estado de ánimo del pintor Edward Hopper en su cuadro Nighthawks, ese dolor silencioso y solitario.
Hay una escena clave en la película en la que Laura va a la oficina de Felix. Allí la confunden con la esposa de su padre y se produce un momento de incomodidad. ¿Es porque todas se acuestan con él o simplemente porque son más jóvenes que Laura?
“Cuando tienes niños pequeños y estás trabajando al mismo tiempo, hay veces que me pregunto quién soy. Te pierdes y luego encuentras tu camino. No me siento así ahora, pero hubo un momento en que fue algo que tuve que resolver. Cuando escribía solía quedarme despierta toda la noche, pero con hijos ya no puedes hacerlo. Como guionista, necesitas horas para soñar despierta. Pero cuando eres madre, de repente, sabes que te toca ser niñera al menos durante dos horas al día: “¡Sé creativo!”.
Sofia Coppola narra la vida de forma distante, algo que también se interpreta como una falta de compromiso social o político. De hecho, cuando se le pregunta sobre la falta de un Óscar que reconozca a las directoras, dice que no tiene una respuesta y prefiere no opinar. La mayoría de las directoras con las que he hablado actúan de forma contraria. Quizás haber nacido en un ambiente familiar como el suyo le permite ignorarlo y concentrarse en los detalles. Y es en esos pequeños gestos en los que sus películas cobran vida.
Incluso la tan infravalorada María Antonieta, protagonizada por Kirsten Dunst, encaja en ese patrón. Pone el acento en el personaje en lugar de en la Historia y opta por profundizar en la humanidad de una monarca con tantos matices como la Isabel II que hemos visto en The Crown.
Esa fue la película punk de su carrera, sobre la juventud y la rebelión. On the Rocks trata del final de ese desenfado. “¡Suena aburrido!”, dice al describir su propia película. Sin embargo, es muy entretenida. Amable, tranquila, reflexiva. Pero nunca aburrida. Es más auténtica que cualquier otra película, porque tiene el ritmo de la vida. Coppola no es sosa, sino precisa.
Al final de On the Rocks, Felix/Murray, nómada internacional, mira a Laura/Jones, que se queda en casa casi todo el tiempo, y le dice: “Tú tienes tu propia aventura”. Suena dulce. Ella está preocupada, pero él la tranquiliza, porque su vida es grandiosa y debe disfrutarla. Eso es, supongo, lo que todos tenemos que aprender; quizás Coppola más que la mayoría. “Para mí no se trata tanto de crecer, como de que ella encuentre su lugar, lejos de la sombra de ese gran padre, ser protagonista de su propia vida”.
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