Thomas Wayne Markle, el villano del cuento de hadas
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"Me lo deben”. Fueron las palabras desesperadas de Thomas Markle, convertido ya en un villano de Disney, cuando se hizo efectiva la separación de Harry y Meghan Markle de la efímera fantasía royal que han vivido. Para entonces, denunciado por su hija, el padre de la duquesa ya acumulaba un historial en el que pasó de fingir un robado preparando la boda de Meghan hasta vender y publicar la carta que su hija le escribió en plena desesperación pidiéndole que dejase de comerciar con su vida.
En menos de dos años, Thomas Markle dejó de ser un hombre de carne y hueso para unirse a un panteón de caricaturas. Un nombre que podría figurar junto al de personajes como Drizella o Anastasia Tremaine, las hermanastras del cuento de la Cenicienta: un villano de opereta, empujado por el resquemor y la codicia, con planes recurrentes con los que lo único que ha conseguido es herira su hija y a su yerno.
Es él quien encarna mejor que nadie aquel estallido que tuvo Harry, cuando la presión sobre los duques de Sussex se hizo intolerable: “He visto lo que ocurre cuando una persona a la que amo se convierte en una mercancía hasta el punto de que ya no se la ve ni se la trata como a una persona real”, dijo en clara referencia a su madre, Lady Di.
También las noticias que genera revelan la parte tragicómica de los villanos de las princesas Disney: el traje que tenía para la boda de su hija, aquella última gran boda royal donde Hollywood y Buckingham convivieron en perfecta armonía y donde Thomas Markle no llevó a su hija hasta el altar, acabó ese mismo verano en Ascot. Fue comprado de saldo por un magnate de las apuestas deportivas para presumir de que su ropa un día casi fue royal. Y por 2.000 libras, algo menos de 2.400 euros.
Mientras, el Mail on Sunday y el resto de tabloides y publicaciones afines a la carnaza han exprimido al personaje hasta donde ha sido posible. Piers Morgan, uno de los hombres con menos escrúpulos del Reino Unido, tardó poco en invitarlo a su programa matutino, con una intervención preparada en la que Thomas exigía a la reina Isabel II la atención que Meghan le negaba desde hacía años. El estadounidense era todo lo que instituciones como Morgan o el Mail podían desear, y que no es otro que el punto donde se cruzan las dos historias de las que se alimentan: los royals y las vidas grotescas.
Ya fue así desde el principio de la relación, en el mismo 2016 en el que los tabloides olían la sangre de un noviazgo entre un príncipe díscolo y una actriz divorciada, Thomas Markle se declaraba en quiebra, con deudas de más de 30.000 dólares —él ha llegado a decir, llorando, que adeudaba menos, o tres veces esa cantidad, o la que fuese dependiendo del día y de la necesidad de salir en un titular—. Es un final al que ha llegado por sus propias decisiones y a pesar de haber tenido una carrera profesional como técnico televisivo. También tuvo un golpe de fortuna en 1990, poco después de divorciarse de Doria Ragland, cuando ganó 750.000 dólares en la lotería de California: un dinero equivalente hoy a 1,5 millones de euros.
Hoy, arrinconado en un retiro obligado en un pueblecito de México, aconsejado únicamente por su hija Samantha Markle —hermanastra teñida que también ha hecho todo lo posible por salpicar a Meghan y a Harry con las desgracias del apellido—, Thomas se ha agarrado a un clavo ardiendo: el de traficar con días mejores de la Markle que salió adelante. Y, como en los cuentos, sus actos aceleraron el Megxit.
Cada vez que Thomas vendía un nuevo paquete de fotos de la infancia de Meghan, se inventaba conversaciones o se mostraba como un hombre herido al que la Corona debía un desagravio imaginario, ponía otra cuña entre los duques de Sussex y el país cuya prensa los trataba así y del que se han ido. El último movimiento de Thomas —que declarará en contra de su hija en el juicio que ésta interpuso contra el Mail on Sunday por violar su privacidad— ha sido vender un vídeo de Meghan cuando esta tenía 16 años en una función de teatro al mismo tiempo que la acusaba de haber devaluado la Corona inglesa y tirar por la borda “el sueño de toda niña de ser princesa”.
Y lo ha hecho, según Thomas Markle, por dinero. Y el mismo motivo, dice, es el que ha empujado a los Sussex a abandonar la vida royal. Por dinero, dice alguien que pone las monedas de plata por encima de la sangre.
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