Un año sin Luke Perry: una vida truncada que dejó huérfana a ‘Sensación de vivir’

A finales de marzo de 2019, la noticia caía como un jarro de agua fría. Luke Perry, icono de la televisión de los 90, había sufrido un derrame cerebral. El pronóstico no era alentador. Una semana después, los peores presagios se matertializaban: con tan solo 53 años, el actor moría. Dejaba huérfanos a toda una generación de consumidores de series, pero, sobre todo, a sus compañeros de ‘Sensación de vivir’.

Porque, no nos engañemos, aunque hizo más trabajos (en el momento de su fallecimiento se encontraba rodando ‘Riverdale’, hasta él era consciente que siempre sería conocido por el Dylan al que dio vida en aquel clásico que, días antes de este fatal desenlace, había anunciado que tendía un ‘remake’ adaptado a los tiempos modernos.

Ha pasado un año sin él. Sus compañeras, Shannen Doherty (que vuelve a estar en plena lucha contra el cáncer, que no le da tregua) y Tori Spelling no le olvidan ni un solo día. La huella que dejó, fue imborrable. Sobre todo en la primera, que daba vida a su pareja en la ficción, Brenda. Una relación que dio pie a que se forjara una relación de amistad que rompió en pedazos el alma de Shannen el 4 de marzo de 2019.

Un hombre querido

Perry fue capaz de ir saliendo adelante en el complicado mundo de la interpretación ocultando los detalles de una vida privada que empezó a interesar en el momento que nos dejó. Por ejemplo, recordamos cómo se casó en 1993 con Rachel Sharp, de quien se divorció 10 años después. pero mantuvieron buena relación. Algo que marcó su vida: ser capaz de mantener los lazos con las personas de su pasado. Cuestión de carácter.

Precisamente los hijos que tuvo en ese matrimonio, Jack y Sophie, sobre los que recayó la herencia de Perry. Fue el pasado mes de octubre cuando se conoció que los dos jóvenes deberían repartirse: una casa en Los Ángles valorada en casi dos millones, una granja en Tennesse y la fortuna amasada durante toda una vida de trabajo, cifra que no salió a la liz.

Sin embargo, durante este año de ausencia de su padre, ellos lo que han puesto de relieve, más allá de lo que les dejó como legado inmobiliario y económico, es el tremendo vacío que dejó en sus vidas. También en la de su prometida, Wendy Bauer, que puso de manifiesto el tremendo cariño que despertaba el hombre que la dejaba ‘viuda’ de sentimiento.

Ha pasado un año y la figura de Luke Perry sigue resaltándose como uno de los grandes nombres de la industria audiovisual de las últimas décadas. Y ese, es el mejor legado que jamás podría haber dejado alguien que murió haciendo lo que le gustaba: entretener al público.

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