Almudena Cid nos comparte sus recuerdos de las Olimpiadas: una cinta rota antes de salir al tapiz, un pasaporte olvidado y una retirada histórica

Almudena Cid puede presumir de haber vivido la gimnasia rítmica de élite desde dentro durante más tiempo que un gran número de profesionales. Se retiró con 28 años –algo muy inusual en un deporte en el que la mayoría cuelga las punteras a los 22– y puede decir orgullosa que no solo ha llegado a competir en cuatro olimpiadas –Atlanta, Sídney, Atenas y Pekín– sino que además logró llegar a la final en cada una de ellas. La Federación Internacional de Gimnasia a menudo la reconoce con homenajes a los récords que batió y recuerda su figura como una gran gimnasta convertida en leyenda.

Hoy, tras más de una década retirada, Almudena se dedica principalmente a la interpretación y en estos momentos prepara la obra Una historia de amor para los Teatros del Canal. Casada con el presentador Christian Gálvez, sigue disfrutando de la gimnasia desde fuera: ha escrito la colección de libros infantiles Olympia sobre las vivencias de una niña en el mundo de la gimnasia inspiradas en su vida –la serie cuenta ya con 19 volúmenes de los cuales el último verá la luz en octubre–, ejerce como locutora junto a la respetada periodista Paloma del Río de forma habitual durante las retransmisiones de las competiciones y suele participar en encuentros deportivos de todo tipo.

Hablamos con la exgimnasta más célebre del panorama nacional para recordar algunos de los momentos más intensos de su carrera y de sus experiencias en los Juegos Olímpicos. “He vivido el síndrome de Stendhal en Japón en una papelería y la sensación de levitar en la villa olímpica de Pekín”, avanza.

Sus primeras olimpiadas fueron las de Atlanta, en 1996, donde compitió con 16 años y como la gimnasta más joven de aquella edición. “Solo quería que mi entrenadora me dijera que el trabajo estaba bien”, rememora. “No tenía una conciencia de la dimensión que tenían unos Juegos Olímpicos. En ese caso jugó a favor. Si hubiese sido consciente de la presión a la que luego sentí en el resto, no sé si con esa edad hubiera tenido esa capacidad de control mental”. Llegó a la final, algo que nadie esperaba por su corta trayectoria como senior. Su gran dedicación la salvó de un imprevisto que habría sido fatídico. Cuando le tocaba actuar con el ejercicio de cinta, su entrenadora Iratxe Aurrekoetxea ya le estaba avisando de que tenía que salir al tapiz –los protocolos y los horarios en las competiciones de élite son muy estrictos–, pero Almudena quería hacer el último boomerang –consistente en lanzar la cinta sujetándola solo por la parte final y tirar de ella justo en el momento en que la varilla toca el suelo, para que vuelva a las manos–. “Entonces salió la varilla volando y me sentí aliviada de haberlo repetido. La cambié corriendo por la que tenía de repuesto y salí al tapiz sin tiempo para pensar”. Una auténtica suerte que no se le rompiera en medio de la competición. Como esa, ha tenido unas cuantas salvadas más en preolímpicos como el de Atenas 2004 o el de Pekín 2008, en los que gracias a su destreza recogió mágicamente una pelota y unas mazas, respectivamente, que de habérsele escapado le habrían costado la plaza.

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Su retirada llegaría en en los juegos de Pekín de 2008. Como anécdota, recuerda la eficiencia de la organización china. Durante el preolímpico, le dieron una hoja de propuestas para cubrir necesidades y pidió “una barra de ballet con espejos y una plancha para poder dibujar bien con la cinta a pesar de la humedad, porque las nuestras con el tema de los interruptores podían no funcionar”. Al año siguiente, cuando llegaron a la villa olímpica y vieron que se lo habían concedido todo, no daban crédito. También recuerda que se le olvidaron las lentillas y le hicieron unas gafas en tiempo récord.

La escena de su adiós es ya historia de España y su beso de despedida en el tapiz se ha convertido en un gesto replicado por otras gimnastas nacionales, algo que la emociona, cuenta, no porque imiten lo que hizo ella, sino por lo que significa: “Le están dando valor a sus carreras”. El momento de la retirada es muy duro, tanto para los deportistas de élite, como para los que no lo son, pero se toman su disciplina como algo muy importante en su vida; y lo mismo sucede con las profesiones: siempre es duro retirarse. “La transición suele antojarse difícil y hay que pensarla, razonarla, transitarla y hablar sobre ella. Vamos a vivir muchos finales en estos juegos y no sé si los deportistas lo harán visible, pero deberían: te quita peso y hace que sea mucho más llevadero”, asegura en pos de la salud mental. Fue al día siguiente de terminar la competición, cuando se dio cuenta de la mochila que se había quitado de encima. “Fue una sensación increíble”. Ella se despedía de lo que había sido su vida de forma agridulce –denuncia que la Federación no reconoció sus logros de forma suficiente–, pero la rítmica se desprendía con pena de una gran gimnasta.

Christian [Gálvez, su marido] y yo, nos quedamos unos días de vacaciones en Pekín después de los juegos. Yo me llevaba muy bien con el conjunto del momento y les pedí a las chicas que me llevaran la maleta de gimnasia a España, porque no me iba a poner nada de ropa de deporte. Cuando buscaba el pasaporte para volver me di cuenta de que no lo encontraba porque estaba en la maleta que se habían llevado. Llamé a Isabel Pagán, del conjunto, y me dijo que efectivamente lo tenía ella. Lo peor de todo es que descubrí que la acreditación de los juegos me hubiera servido para viajar y yo casi pierdo el avión por hacerme un nuevo pasaporte. Aunque tampoco me hubiera importado quedarme unos días más en Pekín”.

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Almudena lo recuerda todo con cariño y se lleva amigas que también han sido figuras relevantes del deportes, como las ucranianas Anna Bessonova y Natalia Godunko, la bielorrusa Melitina Staniouta, la griega Varvara Filiou o la argentina Anaí Sosa.

Este año volveremos a escucharla junto a Paloma del Río como comentarista de las competiciones de rítmica en Tokyo. Ella y la locutora mantienen una amistad que comenzó cuando la deportista era apenas una adolescente. La conoció un año antes de convertirse en gimnasta olímpica, en una de sus primeras competiciones internacionales importantes. “Yo no le ponía cara y el día que se presentó la reconocí por la voz, dije: ‘Ah, ella es la que comenta en la tele’. Entonces empecé a darme cuenta de que las cosas iban en serio. La primera vez que hablan de ti en la tele o que ves tu nombre en un periódico es un momento impresionante”. Poco podía imaginar que, 12 años y múltiples triunfos deportivos después, sería Paloma del Río quien inspirara su emotivo gesto de despedida de la gimnasia. Según revela, Del Río la animó a que se despidiera en condiciones del deporte que le había acompañado durante más de 20 años. “Paloma me hizo una entrevista un mes antes y me preguntó cómo me iba a despedir. Yo le dije que lo haría besando el tapiz. Lo que sucedió después fue que no sabía que me iba a clasificar para la final, entonces yo ya había gastado el beso. Fue en esa final cuando se me ocurrió dibujar el corazón y volver a besarlo”.

Hoy, se siente feliz de seguir comentando competiciones con Paloma y reciclándose en los cambios de código para ello. “Si otras disciplinas supieran todos los que hay en la nuestra [el código cambia con cada ciclo olímpico], se llevarían las manos a la cabeza”, dice entre risas. Este año, desafortunadamente, las gimnastas españolas no han logrado clasificarse.

"Es una pena que no tengamos representación de individuales porque no ha pasado desde que la rítmica es olímpica (1984). Y lo mismo con los conjuntos desde el 96", lamenta. El equipo nacional cambió hace apenas un año y no han tenido suficiente tiempo para rodar y poder entrar en los Juegos, "se les ha visto tarde y eso en nuestro deporte pasa factura. Pero entiendo que están trabajando bien, hicieron la competición del año en el momento más importante", comenta en referencia al pasado Europeo de Varna (Bulgaria) en junio, donde de no ser por Ucrania, se habrían clasificado. "Confío mucho en el carácter y las ganas de este equipo (…) Esta es la realidad que tenemos y espero que hagamos una lectura para que no vuelva a ocurrir porque España es una potencia en este deporte. Hemos pasado de ser campeonas olímpicas en Atlanta a quedarnos sin medalla y sin final en Sídney. Ahí ya se veia que algo estaba pasando a nivel estructural. En Atenas entramos por poco en la final, Pekín no conseguimos entrar, Londres otra vez para arriba –la selección rozó la medalla desde el cuarto puesto– y ya en Río la plata. Y ahora otra vez… Esto no ocurre en Bulgaria ni en Ucrania ni en ningún país".

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